Capítulo 17. Nuevos proyectos

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−¿Sabes de qué quieren hablar con nosotros, Marcelino?

−No padre, tendremos que esperar a que lleguen y nos lo cuenten.

−Bueno, voy cerrando el bar y tú, hijo, ve por Manolita al hotel para que llegue a tiempo a la reunión.

Marcelino salió del bar y Pelayo empezó a levantar algunas sillas y a ponerlas al revés sobre las mesas. Pasaron veinte minutos, pero nadie entraba en el bar, entonces, el hombre mayor decidió ir a preparar unos montaditos y más café para cuando llegaran, así engañaría un poco a los nervios. Diez minutos más tarde, por fin llegaron todos al bar: Marcelino y su nuera, seguidos de Benigna, Justo y Sebas. Se habían encontrado en la plaza y decidieron entrar todos juntos. 

Pelayo se apresuró a dejar la jarra del café y las tazas, así como unos bocadillos, sobre la mesa. A su nuera le puso una infusión, como sabía que le gustaba y a Sebas una cerveza.

Todos se acomodaron en las sillas y empezaron a charlar un poco sobre cómo había ido el día. Después de deleitarse con las delicias preparadas por Pelayo, Justo decidió hablar primero.

−Bueno, no queremos darle más largas a este asunto, entendemos que estáis un poco nerviosos con tanto misterio.

−Sí, un poco ¿Ha pasado algo? ¿Tiene que ver con Tomás? −preguntó temeroso Marcelino.

−No, no, ¡Que va! tranquilo, es algo bueno −respondió Justo. 

−¡Más que bueno! −agregó Sebas y enseguida se llenó la boca con un bocadillo. 

−A ver, sin más rodeos, hemos venido porque queremos proponeros que seamos socios. 

Los Gómez se quedaron a cuadros con lo que acababa de decir Benigna.

−Bueno, a ver, lo que queremos es crear junto con vosotros, un negocio nuevo, que este deje de ser un bar y se convierta en ese restaurante que tanto habéis soñado −explicó la mujer. 

−¿Qué? –dijo sin podérselo creer Marcelino.

−Bueno, que si les parece una mala idea pues lo dejamos así y ya está, que tampoco pasa nada, os ayudamos a reparar el bar y vosotros seguís como siempre −se apresuró a decir Justo.

−Calma, calma, explicaos mejor lo del restaurante −pidió Pelayo.

−A ver, es muy sencillo; Sebas, Benigna y yo, lo hemos pensado muy bien y queremos daros un capital para crear ese nuevo proyecto juntos. La idea es abrir un restaurante, ese que Marcelino tanto ha soñado.

−¿Estáis hablando en serio? −preguntó Marcelino con la voz entrecortada.

−Si, hijo, sí, nosotros participaríamos como socios, pero el alma de este negocio seguirá siendo vosotros −explicó Justo acomodándose las gafas y mirando a los Gómez con mucha atención.

−No me lo puedo creer −respondió otra vez Marcelino, con los ojos humedecidos.

−Venga Marce −animó Manolita rodeándolo con su brazo.

−Es que me emociono Manuela, me emociono −dijo intentando contenerse.

−¿Y de dónde vais a sacar tanto dinero? Sebas, tú perdiste el coche y otras cosas cuando la gente de Tomás los destrozó. Justo, tú invertiste tus ahorros en el bufete y tú, Benigna...pues que tú tienes tu propio negocio, mujer −replicó Pelayo.

−Y todo eso seguirá igual, Pelayo −respondió Justo −mi Benigna continuará con su tienda, yo seguiré trabajando en mi bufete y Sebas seguirá con la marisquería, de hecho, ha pensado en ampliarla un poco, ¿Verdad, Sebas? −le preguntó y el hombre regordete asentía mientras echaba a su boca otro bocadillo.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora