Capítulo 4. ¿Cumpleaños feliz?

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−¡Sorpresaaaaaa! –gritaron al unísono los Gómez y los demás invitados cuando Amelia y su familia entraron al bar.

−Oh... ¡Gracias! –Amelia estaba sorprendida y sonrojada, con los ojos brillantes por la emoción. No pudo pronunciar más palabras, la sorpresa de los Gómez era demasiado para ella y tenía un cúmulo de emociones en su garganta, que sentía que no podía gestionar.

Manolita volteó a ver a los acompañantes de la niña morena y notó a la mujer que parecía de su edad, limpiarse los ojos con un pañuelo e intentaba inútilmente contener sus lágrimas, mientras observaba a su hija emocionada.

−Pero mujer ¿Por qué lloras? Es un día de alegría para Amelia, anda, pasa, pasa −le dijo Manolita tocándole suavemente en la espalda e invitándola a pasar al salón −mucho gusto, soy Manolita, la madre de toda la tropa que ves acá- dijo dándole un suave abrazo y dos besos.

−Yo soy Devoción y ellos son mis hijos Jordi y Alfons−respondió la mujer.

−Ya conocía a Alfons, pero no a Jordi, vaya, que chico más guapo −dijo Manolita saludándolo. 

−Es un placer conocerla señora −respondió Jordi.

−Pero no me digas señora, que me haces sentir más vieja, llámame Manolita.

−Mmm, está bien −respondió no muy convencido de permitirse esa confianza.

−Vamos, no os quedéis ahí parados, os presento a mi familia, él es mi marido, Marcelino; él es mi suegro Pelayo y estas son algunas de mis hijas, Lucía, María y Luisita −las señaló a cada una.

−Es un placer conoceros a todos por fin −dijo Devoción −Amelia y Alfons me han hablado maravillas de todos vosotros.

−Un placer conoceros también, teníamos muchas ganas de teneros por aquí. Pero, bueno, veo que tus hijos son tres ¿Cómo te llamas, chaval? – preguntó Marcelino.

−Jordi Señor, mucho gusto.

−Vaya, pero qué chico tan bien portado ¿eh? –dijo Marcelino estudiándolo curiosa y detenidamente. Notó que, a diferencia de Alfons y Amelia, Jordi sí mostraba que pertenecían a una clase social más alta que los Gómez, el chico estaba pulcramente vestido y peinado, su camisa perfectamente acomodada y portaba una elegancia digna de la realeza española.

−Venga, que los demás te conozcan también −dijo Marcelino empujando a Jordi hacia donde estaba Alfons, que ya charlaba con las mayores de los Gómez-Sanabria.

−Ya me ha dicho Alfons que los tuyos son nueve ¿Es verdad? −preguntó Devoción curiosa.

−Así es, es que aquí a mi mujer, no le gusta perder el tiempo −le dijo Marcelino guiñándole un ojo y Manolita le dio un codazo en respuesta.

−AUSH −se quejó el hombre sobándose el brazo.

−No seas confianzudo, Marcelino ¿Qué va a pensar Devoción de nosotros?

−Pues eso, Manuela, que hemos sabido aprovechar muy bien el tiempo.

Devoción se reía con las ocurrencias de aquel hombre y fue así como pasó de las lágrimas a la risa, gracias al buen humor que caracterizaba a Marcelino. 

Cantaron el cumpleaños, compartieron el delicioso pastel, creación especial de Marcelino y merendaron las delicias que Pelayo había preparado para la ocasión. A la clientela del bar la atendieron en la terraza, mientras que en el interior, hicieron la celebración en honor a Amelia. La niña estaba más que feliz, no se podía creer lo que estaba pasando, tenía en su carita una amplia sonrisa y sus ojos más brillantes y hermosos que nunca. Los Gómez la llenaron de regalos, pero lo más importante, de momentos que nunca olvidaría.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora