Capítulo 40. Celos

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−¡Lucía! Apresúrate que vamos a llegar tarde −la llamó Luisita por tercera vez.

−Uy, Luisi, cálmate, que te va a dar algo −dijo la gemela saliendo de su habitación.

−No me gusta llegar tarde a una cita con Amelia −le respondió.

−No hay problema, le he hablado a Alfons hace un rato y hemos quedado de vernos todos en la plaza.

−Vale, ¿Y María?

−Está en el restaurante con Nacho, pasaremos por allí, para ir a la plaza los cuatro.

−Está bien, Entonces, ¿Vamos? −preguntó la rubia.

−Sí, me pongo el abrigo y nos vamos, que, si te hago esperar un minuto más, vas a hacer un hueco en el salón.

−Llevo esperando una hora, Lucía, ¿Cómo es que tardas tanto?

−Bueno, una que tiene sus rituales de belleza.

−¿Ah sí? ¿Cuáles son esos?

−¡No seas cotilla! ¡Anda! Vamos, que tu princesa debe estar esperando.

Las dos hermanas salieron de casa rumbo a Los Asturianos, allí se encontrarían con María y con Nacho. Luego irían a la plaza y se reunirían con Amelia y Alfons, así, irían todos juntos al cine. Era noche de estreno y la película de suspenso que eligieron, parecía prometedora.

Unos minutos después, las Gómez y Nacho salieron del restaurante. Caminaron un par de calles y al observar hacia el centro de la plaza, reconocieron a Alfons sentado en una banca. Luisita se apresuró al notar que Amelia no estaba con él.

−¡Alfons! −lo llamó.

El chico se sobresaltó y se quedó mirando fijamente a Luisita.

−¿Dónde está Amelia? −preguntó inquieta al observar el nerviosismo del joven.

−Eh, Luisita... −titubeó

−Alfons, ¿Le ha pasado algo a Amelia? ¡Dime! −preguntó con preocupación, al tiempo que los demás se acercaban para escuchar qué pasaba.

El joven volteó a mirar hacia el callejón donde quedaba el hotel y Luisita reconoció a la morena. Sintió alivio al ver que estaba bien, pero de inmediato, una sensación de calor se apoderó de su cara al darse cuenta de que su novia no estaba sola; estaba en compañía de Sara.

Luisita observó cómo la pelirroja pasó delicadamente su mano por el brazo de Amelia y luego se lanzó a su cuello para abrazarla. La rubia sintió crecer la dañina emoción que devoraba su ser, al notar cómo Amelia correspondía al abrazó y rodeaba la espalda de Sara. Un extraño mareo se apoderó de ella y su cabeza le advertía que iba a explotar en cualquier momento. De pronto, la invadieron unas inexplicables ganas de escapar de aquel lugar, pero se contuvo para seguir observando con detalle la escena.

Luego de que Amelia y Sara se soltaran de aquel abrazo, la morena le sonrió y se despidió de la pelirroja con un beso en la mejilla.

−Luisi, no te rayes, por favor −le dijo Lucía, intentando quitarle importancia y conociendo perfectamente el carácter de su hermana menor.

−¿Sabéis algo, chicos? No me apetece ir, creo que no me estoy sintiendo del todo bien − dijo la rubia de mala gana a sus acompañantes.

−Pero, Luisi...−trató de persuadirla María −. No ha pasado nada, solo son amigas y hace mucho tiempo que no se veían.

−De repente se me han quitado las ganas de ir, María. Me ha dado dolor de cabeza.

−Eso se llaman celos, Monito −dijo Lucía con una risa baja.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora