Capítulo 43. Los celos son posesión

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−¡Acepto! 

−Así pues, por el poder que me confiere el estado español, os declaro marido y mujer −dijo el juez. 

Todos estallaron en aplausos en aquel jardín, mientras Fausto besaba a Devoción. Luisita rodeaba la cintura de la morena, quien no podía evitar soltar lágrimas de felicidad. Lucía por su parte, tomaba del brazo a su mejor amigo, Alfons, que tenía una enorme sonrisa plasmada en su rostro y una rebelde lágrima a punto de salir.

La pareja de recién casados caminaba por aquel sendero demarcado con pétalos de flores, saludando a todos y recibiendo las enhorabuenas.

­−¡Mami! −dijo Amelia lanzándose a los brazos de su madre para abrazarla emocionada −. Estoy tan feliz por ti.

Devoción la soltó para acunarle el rostro y limpiarle las lágrimas con los pulgares.

−Mi amor, gracias por estar conmigo siempre −le dijo dándole finalmente un beso en la frente.

−Mamá, muchas felicidades −le dijo Alfons acercándose a ellas.

−Gracias, hijo, por compartir conmigo este momento y porque vosotros tres, me han hecho la mamá más feliz y orgullosa de todas. Ahora, os toca a vosotros ser felices también.

El joven le sonrió y dejó un beso en la mejilla a su madre. Fausto estrechaba la mano de Marcelino y de Pelayo, quienes no perdieron la oportunidad de darle algunos consejos y hacerle una que otra advertencia.

−Marcelino, no hace falta que te pongas pesado −le dijo con prudencia Manolita tomándolo del brazo.

−Yo solo hago lo que tengo que hacer, que es cuidar a mi familia; Devoción y los chicos son nuestra familia, Manuela.

−Claro, pero no te pongas pesado, ¿Eh? Deja que Fausto y Devoción disfruten de su día.

−¡Ale! Que tenemos que reunirnos en el salón para las fotos −dijo Pelayo interviniendo y liberando a Fausto del suplicio de escuchar un sermón, por parte de Marcelino.

−Claro, adelante −respondió Marcelino haciéndole señas a sus hijos menores, para que pasaran al salón.

−Este lugar es muy bonito, mamá −dijo María acercándose a Manolita.

−Sí, hija. Tu padre lo ha rentado −le respondió.

−¿Papá? −preguntó asombrada.

−Así es, está pensando en trasladar el restaurante aquí.

−¿Y el local en la plaza? −preguntó María confundida.

−Bueno, aún no sabe si dejar que vuelva a funcionar como un bar o rentarlo.

−Pero ese negocio es muy importante en la plaza −replicó María.

−Sí, pero tu padre aún no ha definido qué va a hacer. Por lo pronto, los planes son trasladar el restaurante, porque el espacio que tenemos allí, se nos ha quedado pequeño; debemos ampliarlo. Además, si tu padre piensa contratar a más personas, necesitamos un lugar más grande.

−Eventualmente estaría muy interesada en el local de la plaza −dijo María pensando.

−¿De verdad? −preguntó su madre impresionada. 

−Sí.

−¿No vas a montar otro club ahí o sí?

−No, no, qué va, no. Será otra cosa.

−Bueno hija, pues tendrás que hablarlo con tu padre.

−Lo haré mamá, gracias por la información −le dijo guiñándole un ojo.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora