Capítulo 30. Graduación

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Marcelino corría de un extremo a otro en la cocina, supervisando que todo saliera a la perfección. Estaba complacido con el trabajo de su equipo, salvo por una sopa que se echó a perder por culpa de Fran, un chico al que había contratado recientemente como auxiliar en la cocina, pero que era un torpe de mucho cuidado.

Pronto llegarían María y Lucía con cosas para la decoración de la gran celebración: la graduación de Luisita. Marcelino y Manolita, esta vez, habían decidido desquitarse y hacer la fiesta que no pudieron hacer dos años atrás para las gemelas. Esta vez, irían a por la revancha. Habían invitado a familia, amigos y algunos vecinos de la plaza. Estaban dispuestos a tirar la casa por la ventana y harían la fiesta que tanto habían soñado, para celebrar no solo la graduación de Luisita, sino también, todos y cada uno de los éxitos de sus hijos.

Luisita estaba un poco agobiada de ver a sus hermanas y a sus padres de un lado para otro, intentando que todo saliera bien. No la habían dejado hacer casi nada, porque según ellos, sería la homenajeada de la noche. Al final, a la rubia solo le importaba que su familia estuviese completa y reunida de nuevo. También le importaba que sus amigos, Marina y Mateo, la acompañasen y celebrasen con ella el mismo logro obtenido y por supuesto, le importaba que Amelia estuviese allí.

Todos los Gómez le habían expresado a Luisita cuan orgullosos estaban de ella, porque después de los tropiezos y vicisitudes, había logrado el mejor promedio, graduándose con honores del instituto, sin mencionar que estaba a casi nada, de entrar a la mejor escuela de medicina de Madrid.

Manolita no podía estar más orgullosa de sus hijas, especialmente de Luisita y Marcelino no paraba de presumirlas con todo el mundo, en especial, con sus amigos de infancia y con algunos colegas que estarían en aquella fiesta, deseosos de visitar el ya famoso restaurante "Los Asturianos".

Lo que más tenía feliz a Luisita, era saber que sus dos hermanas mayores, Leonor y Lola, viajarían para estar presentes en la celebración. Leonor había logrado librar algunos días y viajaría con su familia desde Manchester y Lola decidió tomar las maletas, contra viento y marea y viajar desde Barcelona, porque como ella misma le dijo a su madre: "por nada del mundo se perdería semejante acontecimiento".

...

−Hola hermanita ¿Qué tal estás? −se sentó la rubia visiblemente cansada.

−Hola, Luisi...bien, aquí hija, que esta niña no me ha dado ni un minuto de descanso −respondió Lola.

−¿Cómo está mi sobrina preciosa? –dijo sobando el prominente vientre de su hermana y acercando su boca para darle un beso por encima de la ropa.

−No la consientas tanto, Luisi, que me ha hecho pasar una noche infernal −refunfuñó.

−¡Shhh! Tú no le hagas caso a tu madre, que yo te voy a mimar siempre, así no la dejes dormir todas las noches –le dijo la rubia en un susurro a la tripa de Lola y ésta blanqueó los ojos al escucharla.

−Hola chicas.

−¡Amelia! ¡Pero qué guapa que estás! −Dijo Lola extendiendo los brazos para que se acercara a saludarla.

Luisita retiró las manos del cuerpo de Lola y se tensó ante la presencia de la morena. Amelia se acercó a Lola para corresponder al abrazo, teniendo cuidado con su protuberante vientre.

−¡Qué hermosa te ves, Lola! Ya en poco conoceremos a esta princesita, ¿Verdad? −dijo sobándole el vientre, tal como lo había hecho la rubia.

−Sí, hija, afortunadamente, porque ya siento que no aguanto más, mis pies van a estallar −se quejó la mayor.

−Debe ser maravilloso, Lola, llevar una vida dentro de ti y poder formar una familia −dijo la morena.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora