Capítulo 14. Se queman los sueños

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Dos policías se presentaron en el bufete de Tomás con un documento donde le informaban que había sido denunciado y que su caso estaba en investigación. Además, se hacía efectiva la medida de protección para Devoción y sus hijos con una orden de alejamiento; Tomás no podría acercarse a ellos ni estar en el mismo lugar, de lo contrario, sería arrestado de inmediato.

El documento explicaba que al estar siendo investigado, no podría salir de España y tampoco de Madrid. Su caso estaba en un proceso de verificación de los hechos y en cuestión de horas, un juez decidiría si sería arrestado, inicialmente, por violencia doméstica. Mientras se daba la decisión, los policías permanecerían afuera del bufete. 

− ¡Maldita sea! – dijo cuando salieron los policías. 

Tomás arrugó las hojas y golpeó el escritorio con los puños. Estaba totalmente colérico, las pruebas y las declaraciones en su contra, le habían puesto muy difícil las cosas, incluso, tratándose de él, el gran abogado Tomás Ledesma. 

Buscó una botella de wiski que guardaba en el cajón de su escritorio y seguido, tomó su teléfono privado para marcar el número de su mejor amigo y abogado, Jon Plazas,  quien era el único en quien confiaba y que podría ayudarlo a salir del lío en el que estaba metido, pero el hombre se encontraba en Alicante visitando a sus padres, por lo que demoraría un par de días en regresar.

Los Gómez terminaban una semana de locura, en el bar había mucha faena y en el hotel era temporada alta. Manolita tuvo que hacer más horas y no había podido visitar a Devoción tanto como le hubiese gustado.

La casa Gómez-Sanabria en ausencia de los adultos, se había convertido en un verdadero manicomio; Luisita y Manolín habían roto dos floreros y varios portarretratos jugando con una pelota, los demás chicos habían dejado de lado las tareas encomendadas por sus padres y preferían pasar la tarde viendo dibujos en la tele o jugando. Con ese panorama, Leonor estaba a punto de colgar la toalla y salir corriendo despavorida de allí.

Benigna y Justo decidieron echarle una mano a Manolita y se ofrecieron para ir al hospital y visitar a Devoción. Lola y Clara, la antigua empleada de Tomás, se hicieron cargo de Eucalipto. Desde hace tiempo, la adolescente se movía como pez en el agua en el local, le ayudaba a Benigna en sus ratos libres, con tal de ganar algo de dinero para comprar maquillaje y revistas de moda.

Margarita regresó a la plaza de los besos para buscar a los Gómez y contarles los avances de la investigación y de su artículo. Cuando apareció por el bar, Marcelino la puso al tanto con respecto a la denuncia contra Tomás y las medidas de alejamiento que había solicitado Devoción desde el hospital. Margarita se alegró de que Devoción estuviese mejorando y que, al parecer, la justicia por fin había decidido poner la lupa en el caso del poderosísimo abogado y empresario, Tomás Ledesma.

...

Toc, Toc, Toc, Toc, Toc, Toc...

−Pero ¿Quién demonios puede ser a esta hora? ¡ya voy! ¡Que me vais a tumbar la puerta! −dijo Marcelino iracundo mientras se dirigía a la puerta. 

−¡Marcelino, abre la puerta, es urgente!

−Pero ¿Qué pasa Justo? ¿Has visto qué hora es? ¡que son las dos de la mañana, hombre!

−Marcelino, no hay tiempo, hay un incendio en el bar.

−¿Qué?

Marcelino corrió a ponerse el abrigo encima del pijama y salió como alma que lleva el diablo con rumbo al negocio familiar. Manolita que había alcanzado a escuchar mientras se acercaba al salón, corrió para despertar a Pelayo y pedirle que llamara a los bomberos, mientras ella iba detrás de Marcelino a impedir que cometiese una imprudencia, que pusiese su vida en peligro. 

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora