Capítulo 49. Tiempo al tiempo

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María seguía con sus brazos alrededor del cuello de Amelia, mientras que la morena le daba tiempo a la castaña para que se calmara y pudiera hablar.

−Te he echado tanto de menos−dijo la gemela sollozando sin soltarla.

−También te he echado de menos, María −respondió Amelia aún sin apretar el abrazo −. ¿Estaría bien si entramos? Hace un poco de frío afuera.

−¡Oh! Perdón, perdón, sí, pasa −dijo María soltándole el cuello y tomando su mano para llevarla hacia adentro del piso.

−¿Acabas de llegar a Madrid? −preguntó la gemela. 

−Sí.

−¿Y tus cosas? 

−Las he dejado en un hotel.

−¿En el de la plaza?

−Sí.

−Amelia, sabes que eso no era necesario; a Nacho y a mí nos encanta tenerte en casa.

−No te preocupes, María, solo quería pasar a verte y saber cómo estás, cómo lo llevas −dijo mirando con ternura el apenas pronunciado vientre de la castaña. 

−Bueno, hija, tengo náuseas casi todo el tiempo, mareos, cansancio, sueño y mucho apetito −arrastró despacio las últimas dos palabras, al tiempo que movía las cejas.

La morena esbozó una sonrisa.

−Aún me parece increíble que estés embarazada −dijo Amelia con un viso de ilusión.

−Sí, a mí también. Bueno, al principio tuve muchas dudas, ¿Sabes? Tenía en mente otros planes.

−Ya, a veces algunas noticias nos toman por sorpresa, pero eso no significa que dejen de ser maravillosas −dijo la de rizos. 

−Sí, es verdad −sonrió María −. ¿Quieres un café? ¿Ya has desayunado?

−Desayuné en el hotel, no te preocupes, pero te acepto el café.

−Vale, un cafelito enseguida −respondió María muy animada −. Ven, hazme compañía mientras lo preparo −le pidió, mostrándole una silla en la barra de la cocina −. ¿Solo has venido a visitarme o tienes otros planes en Madrid? −preguntó intentando ser prudente.

−He venido a verte y también para acompañar a Iñaki a una reunión de su grupo de apoyo; ha estado sobrio durante bastante tiempo y ese reconocimiento es muy importante para él.

−Os habéis vuelto muy cercanos, ¿No?

−Sí, Iñaki es un buen chico, solo estaba un poco perdido y muy solo. 

−¿Él y tú...?

−No, no, María, claro que no; Iñaki es como un hermano para mí y ha sido un gran apoyo para mí durante este tiempo, sobre todo ahora que Jordi está muy lejos y que Alfons está siempre liado con sus cosas.

−Entiendo...Oye, ¿Irás a casa de mis padres a comer mañana? Ya sabes que papá prepara la mejor paella de toda España −le dijo sonriendo mientras buscaba el café en la alacena. 

−No, María, estaré con Iñaki todo el fin de semana. Iremos a pasear por algunos sitios y luego regresaré a Barcelona.

María le dio la espalda por un momento para buscar dos tazas.

−Amelia...−dijo girándose de nuevo −. Sé que fuimos muy injustos contigo, sé que nos portamos mal y te hicimos mucho daño, pero quiero que sepas, que no hay día en que no nos arrepintamos de todo eso −le dijo acercándose y tomándole las manos a la de rizos −. Quiero pedirte perdón, sé que tienes toda la razón para odiarnos y no querer volver a vernos nunca más. No tenemos ninguna excusa, no confiamos en ti, te echamos a un lado y te hicimos sufrir y no te merecías eso. No dejo de arrepentirme todos los días por cómo me porté, de verdad.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora