Capítulo 32. Barcelona

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Se colaba un audaz rayo de luz por la cortina, anunciando que ya era de día. Un rebelde rizo caía por la cara a la morena y la claridad de la habitación hizo que le fuera difícil seguir durmiendo. Mientras decidía perezosamente darse la vuelta para estirarse, sintió un brazo, presionando levemente su abdomen. Después de batallar algunos minutos con su sueño y ganarle la partida, decidió abrir los ojos lentamente y se encontró con la escena más hermosa de todas; Luisita durmiendo profundamente a su lado. La rubia la tenía abrazada y Amelia aprovechó para acariciarla desde la mejilla, pasando por su brazo, hasta llegar a su mano y empezar a estirarle los dedos delicadamente. Hizo un recorrido con sus ojos por el rostro angelical de la rubia y fijó su mirada en sus rosados labios, para quedarse allí suspendida. Le acomodó un mechón rubio que le hacía cosquillas en la nariz y la había obligado a frotarse varias veces con la manga del pijama. A la morena le pareció una escena adorable, que, sin duda, le recordó cuando la rubia era una niña. 

Amelia miró el reloj y notó que se hacía tarde para reunirse con la gente de la compañía, por ser el segundo día de función en Barcelona, debían ensayar y hacer algunas pruebas de vestuario con bastante antelación. Intentó levantarse cuidadosamente para no despertar a Luisita, tomando su brazo y lo descargándolo suavemente sobre una almohada. Buscó un papel y un boli, para dejarle una nota sobre la cama.

Entró al baño para arreglarse un poco, tomó su ropa y se vistió, tratando de no hacer mucho ruido. Se guardó las llaves de la habitación de la rubia en su bolsa, porque quería volver para despedirse antes de marcharse para el teatro. Salió de allí, con un poco de temor, pensando en una excusa convincente para darle a su madre, por no haber llegado a dormir en toda la noche.

Amelia entró a la habitación que compartía con Devoción, pero no la encontró. En cambio, vio una nota escrita a mano, sobre la mesita de noche.

Hija,

Me he despertado esta mañana y no te he visto. Pregunté por vosotras en la recepción y me han dicho que habéis llegado muy tarde, así que supuse que no quisiste despertarme y has dormido en la habitación de Luisita.

Voy a salir un rato, que quiero comprar algunas cosas. Sé que debes ir al teatro temprano, así que dile a Luisita que nos vemos a las diez en el restaurante del hotel, para desayunar juntas. Por favor, no te olvides de desayunar también, que nos conocemos, Amelia.

P.D. Mi amor, creo que tú y yo, tenemos una conversación pendiente.

Te quiero.

Devi.

Con esa nota, la cara de la morena era un poema. No sabía si estar preocupada o feliz. Por lo que decía su madre en aquel papel, dejaba claro que sospechaba algo, pero lo que la dejaba aún más desconcertada, era la tranquilidad con la que se lo estaba tomando. En los últimos meses, la relación de las dos había sido un poco tensa, debido a la indecisión de la morena para iniciar los estudios en la universidad, pero, por otro lado, Devoción fue siempre muy comprensiva con sus hijos. Nada más hay que recordar lo que pasó con Jordi y Leonor.

Amelia se metió en el baño para darse una ducha y estar lista lo más rápido posible. Debía desayunar y reunirse con los demás. Quería apresurarse para tener el tiempo de despertar a Luisita, despedirse con un beso y decirle que su madre la esperaba para el desayuno. 

«¿Qué querrá mi madre de Luisita? ¿Estará enfadada con ella? ¿Y si la envía de vuelta a Madrid?»

Terminó de arreglarse y recogió su cabello con un pañuelo. Quería estar lo más cómoda posible para los ensayos, que posiblemente se alargarían hasta la tarde.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora