Capítulo 16. Vuelve la calma

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Hugo y Tomás fueron arrestados y llevados a la cárcel; estaban acusados de graves delitos, el primero, por daños materiales en bien privado y vandalismo y el segundo, por intento de homicidio, violencia doméstica, amenazas y autoría intelectual del incendio en el bar. Sin contar que, con la denuncia de Margarita, se le sumarían otros cargos una vez la policía corroborara la veracidad de las pruebas y los testimonios.

Jon Plazas, abogado y amigo de Tomás, intentaba llegar a un acuerdo con el fiscal, para que Tomás saliera bajo fianza, pero los cargos que tenía eran muy graves y hacía muy remota esa posibilidad.

Devoción saldría pronto del hospital y los chicos Ledesma estarían de regreso. Pelayo y Marcelino intentaban hacer funcionar el bar de cualquier forma: recogieron los escombros, limpiaron el lugar, compraron algunas sillas y mesas, repararon las que pudieron salvar y llevaron otras de casa. La cocina había quedado muy afectada, pero se las ingeniaron para preparar la comida desde casa, para llevarla después al bar. Benigna y Justo hicieron una donación para comprar una nueva máquina de café y algunos vecinos como Bernardo y Otilia, sorprendentemente se mostraron solidarios, aportando algo de dinero para comprar algunos utensilios de cocina, platos, vasos, tazas, entre otros, que se perdieron en la conflagración. Los Gómez trataban de alguna manera de seguir adelante y no perder las esperanzas, ni los clientes, que eran la razón de ser del negocio.

Los Gómez eran muy queridos en el vecindario, en especial por los dueños de los negocios aledaños. La dueña de Mariposas Amarillas, al enterarse de lo sucedido con el bar, donó a los Gómez pintura y material para reparar la fachada del bar, el dueño de Petons de caramel se puso a disposición para ayudar a Marcelino con las reparaciones y Carmen, la dueña del local de flores Aroma Silvestre, les donó una enorme estufa que tenía en su casa y que no utilizaba desde que se había ido a vivir con su hijo mayor. En resumen, los Gómez sintieron el abrazo fraterno, generoso y solidario de la comunidad en la que habían vivido durante todos esos años. Marcelino sin duda, se bañaba en lágrimas con cada acto de bondad de sus amigos y vecinos; Manolita debía reconfortarlo acariciando su espalda y Pelayo de vez en cuando le daba un rapapolvo para que no exagerara con el drama.

El rumor por lo ocurrido corrió por todo el barrio, entonces, la gente poco a poco frecuentaba más el bar. Sin embargo, el lugar aún no estaba en condiciones para recibir a los clientes que llegaban por momentos, como una marea. 

Domingo, el administrador del hotel, en una de sus escapadas al bar, le dio la idea a Pelayo de ofrecer el menú a domicilio. A Marcelino y a Manolita les pareció una idea estupenda, además que Leonor y Lola podrían darles una mano con ello.

Antes del fin de semana, Margarita regresó a saludar a los Gómez y trajo consigo unos volantes con publicidad para el bar. Allí se mostraba su variado menú y en la parte inferior, el teléfono del lugar. En el centro de la hoja, se observaba una bonita foto de la plaza con la fachada del local al fondo. Empezarían a repartir los volantes inmediatamente, para promocionar el bar y darles el respiro que necesitaban para resurgir. 

Gabriel de la Vega, jefe de Manolita, le dio luz verde a Domingo, para que se promocionara el bar con los clientes del hotel, siempre y cuando Manolita desempeñara como siempre, de manera impecable, sus funciones como gobernanta en el hotel.

Los Gómez habían estado hasta el cuello de trabajo durante toda la semana; Clara ayudaba a Benigna en Eucalipto, para que ella les pudiese echar una mano a los Gómez con el bar; Pelayo  cocinaba con la ayuda de Leonor, Benigna atendía la barra, Marcelino y Pedro, el dueño de Petons de Caramel, arreglaban la fachada. Lola en compañía de Ignacio y Jonás, se encargaban de llevar los domicilios por todo el barrio y cuando el pedido era para algún lugar lejos del barrio, Justo los llevaba en su coche. El abogado decidió dejar el bufete durante las tardes, para remangarse la camisa y echarles una mano a sus amigos, que tanto lo necesitaban.

Prometo amarte y esas cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora