−¿Por qué permites que ese hombre te trate así, Devoción? −le preguntó Manolita.
Los amigos se habían reunido en el bar el viernes por la tarde. Los chicos aprovechaban el encuentro para jugar y divertirse un poco, mientras los mayores charlaban y merendaban.
−Es mi marido Manolita, me casé con él. Además, temo por mis hijos, Tomás es capaz de quitármelos y no dejarme verlos nunca más −respondió resignada.
−¿Siempre ha sido de esa manera? −preguntó Benigna.
−No, al principio no, Tomás era todo un galán, un príncipe azul, se presentó ante mi padre como el yerno perfecto, le llevaba regalos costosos a mi madre y a mis hermanos. Una vez, los llevó a todos de viaje a Roma −contaba mientras observaba el humeante líquido negro de su taza −se ganó la confianza de mis padres y ellos estaban felices por desposarme con él...pero yo no le quería; yo me había enamorado de un chico que había conocido meses atrás, que era hijo de un obrero y mi padre no lo aceptaría nunca.
−¿Y qué pasó? –preguntó Benigna.
−Mi padre lo descubrió todo y me obligó a casarme con Tomás. Unos días antes de que se anunciara el compromiso, logré huir con mi chico, pero camino a Valencia unos militares, amigos de mi padre, nos encontraron y nos separaron definitivamente −sorbió la mujer −años más tarde me enteré que había muerto, pero nunca supe cómo pasó. Mi padre me lo ocultó siempre y ni siquiera en su lecho de muerte me lo confesó
−¿Cómo se llamaba aquel chico? −preguntó Benigna conmovida con la historia.
−Joaquín...Joaquín Freire −respondió.
−Joaquín, alma bendita, donde quiera que esté, descanse en paz −dijo Benigna persignándose y mirando al cielo.
−Cuando nos separaron estuve a punto de enloquecer, pero mi padre me amenazó con no dejarme ver a mi madre si no me casaba con Tomás; ella estaba muy enferma y yo quería estar a su lado, cuidándole. Mi padre se enteró acerca de mis sentimientos por Joaquín, así que hizo un acuerdo con Tomás y apresuraron la boda. A partir de ahí todo cambió −hizo una pausa mientras mantenía su mirada en el café de su taza.
−Parece que todo eso pasó en el sigo XV −dijo Manolita atónita.
−Mi padre era un militar de ideas muy conservadoras y mi madre, aunque era una mujer buena, fue educada a la antigua, ya saben, era otra España.
−Una España que a veces intenta resurgir y revivir gracias a ciertos nostálgicos del régimen −agregó Pelayo.
−Y así te criaste tú ¿no? −agregó Benigna.
−Sí, Benigna, tal vez. Mi padre era estricto, sin embargo nunca nos lastimó ni a mi madre. Cuando conoció a Tomás se dejó tentar por el dinero y el prestigio de su familia, además, con la enfermedad de mi madre, estábamos pasando por una mala época. Nunca creí que él pudiera hacerle daño a Joaquín a pesar de que no lo quería para mí, mi corazón me dice que él no lo hizo, pero sí que sabía lo que le había sucedido y jamás quiso contármelo −levantó la mirada para mirar a sus amigos que la escuchaban atentos −A diferencia de mi padre, Tomás ha sido un hombre violento, he vivido un infierno desde el primer día y os juro que lo aguanto todo por mis hijos, porque no quiero que ellos paguen las consecuencias −caían más lágrimas en el rostro de Devoción.
−Podrías denunciarlo, mujer, no es el siglo XV, como dice Manuela −respondió Benigna.
−Benigna, Tomás es un abogado influyente, no conozco un caso que haya perdido, salvo unos pocos que perdió el bufete. Creo que no necesito explicar de qué forma trató a los abogados que dejaron caer esos casos, al día siguiente ya los había sustituido −explicaba la mujer mientras tomaba un nuevo sorbo de su taza −Tomás es también un exmilitar; se retiró debido a una lesión que sufrió en un entrenamiento, con lo cual le dieron una indemnización. Luego de eso, estudió derecho y fundó el bufete. Eso ya hace veinte años.
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Prometo amarte y esas cosas
Fiksi PenggemarLusita Gómez conoce accidentalmente a Amelia Ledesma desde la infancia y sus vidas serán inseparables. Esta historia narrará, las vivencias de los Gómez y los Ledesma, quienes lucharán contra viento y marea para ser felices, demostrando que el amor...