Capítulo cinco: Los monstruos de la noche.

90 11 36
                                    

Ver como aquel monstruo se acercaba al vehículo con una postura imponente y a la vez con una mirada que denotaba una posible furia o quizás algo más. Sea como sea, la escena resultaba de la más atroz para el gran capitán Redfield, pues su amigo se encontraba en el interior del vehículo y tenía que ver como una bestia de más de dos metros de alto se acercaba con una sola intención: matar a quien sea que estuviera dentro de aquel vehículo, y destruir a quien estuviera a su vista y alcance total.

Ya que Chris no podía permitir que su amigo muriera, el ordenó a todos a puntar y disparar contra el monstruo que estaba ahora a menos de cinco metros de la furgoneta y acercándose a paso más rápido. Pero antes de que siguiera avanzando aquella criatura, el sonido de los disparos se escucho con gran intensidad, además de tener que escuchar el sonido de algunas explosiones que eran el único indicio del uso de algunos artefactos explosivos, como lo eran las granadas de fragmentación, las cuales tuvieron éxito en alejar al monstruo de la furgoneta y hacerlo que se enfrentara contra los propios miembros del equipo Delta.

— ¡Ugh mierda!, ¡¿Cuánto más habrá que esperar para que la puta BOW se muera?! — Fue lo que exclamó la joven Sara, quien estaba más que molesta y fastidiada por no poder ver a la enorme criatura tirada y muerta en el frío y sucio suelo. Aquello era un deseo que esperaba se cumpliera pronto, pues al revisar el cartucho de su sub-fusil de asalto, pudo notar que este se quedaba sin balas, al igual que solo le quedaban tres cargadores. La situación para ella se pondría peor, por lo que debía ahorrar munición o por lo menos esperar a que algo sucediera.

— Deja de quejarte Rogers y sigue disparando que esta maldita cosa, no se matara por sí sola — Mencionó Aspen, quien aún seguía disparando a la criatura, al igual que evadia los golpes certeros que el arma biológica le trataba de infligir. Pero siendo realista, había poca probabilidad de que el ritmo con el cual seguía evadiendo los golpes pudiera seguir funcionando, pues cada vez el monstruo se ponía más errático y muy frenético con sus golpes.

Con el pasar de los minutos, el fuego se seguía extendía a otros rincones del pueblo, pero de igual manera las balas se iban agotando para el equipo, quien observaba muy incrédulo el como varios infectados salían de los hogares que empezaban a prender en llamas; además que en un punto de la inmensa batalla, la segunda criatura haría acto de presencia al quitar de su camino a varios infectados, lo que complicó la situación de todos, pues de inmediato notaron que el número de sus cartuchos habían descendido al grado de que tan solo les quedaban menos de cinco cartuchos; aunque para Sara, el cargador que tenía en su arma era el último que le quedaba, por lo que pronto tendría que disponer de su cuchillo de combate y de su revolver, el cual no tenía tantas balas. Pronto la situación se volvería de la más tensa e insoportable.

Mientras el equipo se encargaba de los infectados y de las bestias enormes, en el interior del vehículo un desorientado y aturdido Piers comenzaba a levantarse, mientras escuchaba en la lejanía el detonar de las armas, el sonido de algunas explosiones, junto con los irreconocibles gritos de algunas personas que empezaban a ser perseguidas por las criaturas de la noche que tenían como único fin, el matar y consumir a la pobre gente que estaba atrapada en aquel infierno sobre la tierra.

Cuando el médico Choi se dio cuenta de que Piers finalmente había despertado, lo que hizo fue sugerir que se quedara recostado, debido a que el necesitaba asegurarse que estuviera en perfecta condición para luchar, pues el médico tenía que verificar que la condición de Nivans estuviera bien, o cuando mucho que no tuviera alguna herida que pudiera obstaculizar o le impida el poder librar un combate justo y preciso; aunque al hacer el propio chequeo, la pequeña niña quien estaba charlando con el otro pequeño, se acercó a Choi para decirle con calma — Él estará bien, solo hay que dajarlo descansar media hora — Nathan se quedó consternado ante lo dicho por la niña, pero de inmediato intuyo que lo que hacía la pequeña era levantar de alguna manera su ánimo, al decir algo que él necesitaba escuchar. Sin embargo la niña le dijo con relativa calma — Él no presenta alguna herida mayor o de la cual temer, solo fue el golpe que lo dejó inconsciente. Eso es todo — Nathan no daba crédito a lo que ahora tenía que escuchar, pues era imposible que una niña de no más de ocho años sepa algún conocimiento médico o algo similar a ello. Por lo tanto el médico tuvo que vendar su cabeza por mera precaución, a pesar que la niña le recomendara no hacerlo.

MÁS QUE AMIGOS (NIVANFIELD) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora