Capítulo Treinta y uno: Las puertas del infierno se abren.

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Entonces los disparos, el sonido de varios objetos pesados caer y destruir el pavimento, además de escuchar el sonido de los autos ser destruidos, eran las señales de que una frenética batalla se llevaba a cabo en una zona de la ciudad, lo que a su vez era opacada por diversos enfrentamientos que había entre el ejército con ayuda de los miembros sobrevivientes del departamento de policía, en contra de todos los monstruos que seguían causando destrozosos y muerte en toda la ciudad.

Aunque llegado a un punto, las cosas volvieron a empeorar de cierta manera, ya que una nueva y fuerte explosión, volvió a sacudir la ciudad y sus alrededores, provocando el pánico y el absoluto terror de los residentes que aún quedaban con vida.

— ¡Carajo, carajo! — Exclamó muy asustada la sargento, quien tuvo evadir el ataque de un infectado para sujetarse de un auto, mientras en la lejanía veía una gran bola de fuego salir y alumbrar un poco

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— ¡Carajo, carajo! — Exclamó muy asustada la sargento, quien tuvo evadir el ataque de un infectado para sujetarse de un auto, mientras en la lejanía veía una gran bola de fuego salir y alumbrar un poco.

— ¡¿De dónde mierda viene esa maldita explosión?! — Preguntó muy asustado el teniente, quien tuvo que esquivar el ataque de uno de los grandes verdugos, para de pronto disparar con su fusil en su cabeza, dejándolo desorientado, para de inmediato verlo caer.

— ¡Luego averiguamos eso Piers! ¡Ahora hay que concentrarnos en acabar con estos bastardos de mierda! — Respondió en voz Woods, quien tuvo que darle un disparo a la cabeza a una infectada que se arrastraba hacia ella.

Sin embargo, y en un increíble acto, el capitán tuvo que sujetar con fuerza al Lizzie, provocando que ambos caigan al suelo, lo que asombro y enojo a la mujer, quien estuvo a punto de reclamarle al hombre, una vez ambos estaban en el suelo, de no haber sido porque un licker cayó enfrente suyo, para de pronto levantarse y quedar enfrente suyo, comenzando a acercarse, a la vez que sacaba su lengua en un porte muy amenazante.

— Maldito hijo de... — Las palabras de la mujer quedaron a medias, pues el hacha de uno de los verdugos aplastó a la criatura, matandola al instante, y salpicando una buena cantidad de sangre en los agentes, quienes tuvieron que remover dicho líquido de sus caras.

Pero las sorpresas no acabaron ahí, pues al poco tiempo, los gritos agudos y atemorizantes de más lickers, que estaban cerca, fue lo que llevó a los agentes a levantarse, mientras el resto se reunía y veían asombrados como los verdugos retrocedían, solo para después ver cómo varios lickers de color negro con venas de colores: verdes, amarillos, morados y rojos, corrían hacia los verdugos y zombies, no prestándoles ni la más mínima atención, siendo esa la oportunidad de los agentes en retirarse e ir a la vieja estación de tren de New Harper.

Pero las sorpresas no acabaron ahí, pues al poco tiempo, los gritos agudos y atemorizantes de más lickers, que estaban cerca, fue lo que llevó a los agentes a levantarse, mientras el resto se reunía y veían asombrados como los verdugos retrocedían...

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