Capítulo Treinta y cuatro: El comienzo del fin. Parte 2

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De un momento a otro, varios disparos comenzaron a escucharse por todos lados, pues los lickers, al darse cuenta de la los , fue que los decidieron atacar, emitiendo un grito muy agudo que hizo a los agentes tapar sus oídos con fuerza, pues aquel grito era en realidad insoportable. Aunque antes de que el primer licker arremeta contra el teniente, sería Redfield quien disparo de un solo tiro a la cabeza, y mato a la criatura, permitiendo que su cuerpo caiga a un costado del teniente.

Como era de esperar, el resto de criaturas terminaron por correr hacia ellos, y de cierta y rara manera, vengar la muerte de uno de los suyos.

— ¡Carajo! ¡Los lickers no se detienen! — Exclamó muy molesta la sargento, quien tenía que evitar los ataques constantes de varios lickers que arremetian contra ella

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— ¡Carajo! ¡Los lickers no se detienen! — Exclamó muy molesta la sargento, quien tenía que evitar los ataques constantes de varios lickers que arremetian contra ella.

— ¡Hay que resistir! ¡Tenemos que ir al largo panel del núcleo! — Respondió en voz alta el teniente, quien estaba intentado acercarse al panel, pero que se veía obstaculizado por los propios monstruos, quienes intentaban matarlo.

No obstante, sería gracias a los buenos reflejos del teniente, sumado a los instintos rápidos de éste, que finalmente podría esquivar con relativa facilidad los ataques de los lickers, quienes usaban sus filosas garras para intentar hacerle un grave daño.

— ¡Será mejor que te sigas moviendo Piers! ¡Los lickers siguen yendo a por ti! — Exclamó la sargento, mientras disparaba con la ayuda de las balas que Woods les proporcionó, a los propios lickers.

Por su parte, Nivans hizo caso a lo que su compañera le decía, pues realmente aquellas bestias degolladas si que lo querían muerto.

Aunque pronto, el joven teniente tendría que hacer frente a una nueva adversidad, ya que al poco tiempo, los ladridos y el peculiar sonido de el correr de los canes zombies, se hizo escuchar. Por lo que de pronto, el joven hombre tuvo que comenzar a esquivar a los propios canes, quienes intentaron derribar al hombre, pero sin éxito alguno, pues éste era más rápido que ellos.

"Ja, vamos a ver como le hacen para atraparme, hijos de la gran puta" Pensó al instante Nivans, mientras seguía esquivando y, ahora, disparando a las bestias que arremetian en contra suya.

"Ja, vamos a ver como le hacen para atraparme, hijos de la gran puta" Pensó al instante Nivans, mientras seguía esquivando y, ahora, disparando a las bestias que arremetian en contra suya

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