Capítulo treinta y ocho: Nuevas revelaciones y una realidad abrumadora.

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Dos horas y media pasaron y los buenos amigos seguían recostados sobre la cama, admirando el blanco techo, mientras seguían pensando en lo que ahora sabían.

— ¿Chris estará involucrado? ¿Podría ser que él hubiera permitido a la organización hacer su experimento en mi? — Preguntó muy confundido y nervioso el joven chico, quien rogaba en su interior sobre que su intuición no sea más que un simple engaño producto de su imaginación.
— ¡Hey! — Exclamó algo molesta la mujer — No se supone que debas pensar en eso, pues si algo me ah enseñado mi intuición hacia las personas, es que no hay que juzgarlas o suponer de ellas antes de saber la verdad. Además, no creo que Redfield pudiera consentir algo así  segundos, permitiendo que su mano derecha acaricie con delicadeza el suave colchón y cubierto por la sabana blanca que había debajo suyo.

— Puede que tengas razón, Liz. Pero¿Por qué piensas que el capitán no pudo hacer algo así? — Preguntó de inmediato y con duda, respecto a lo escuchado, lo que es algo bastante inquietante para el teniente.

— Porque él realmente te ama, y no dejaría que la B.S.A.A te hiciera algo — Dijo sin más la mujer, mientras miraba a los ojos a su gran amigo, quien estaba estupefacto por aquella declaración.

— Lo defiendes, ¿por qué? — Declaró el teniente, mirando a su mejor amiga.

— Ya lo dije, él te ama, y tarde me di cuenta — Respondió con rapidez la mujer, para luego levantarse e ir hacia la puerta, tomando el pomo de la misma, logrando girarla, no sin antes dar un suspiro y marcharse.

Piers se mantuvo recostado por un breve tiempo hasta que escucho la puerta abriéndose una vez más y siendo cerrada; impulsando a que el teniente gire su cabeza, logrando ver a Redfield, quien traía un ramo de flores grande y con una tarjeta adheri...

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Piers se mantuvo recostado por un breve tiempo hasta que escucho la puerta abriéndose una vez más y siendo cerrada; impulsando a que el teniente gire su cabeza, logrando ver a Redfield, quien traía un ramo de flores grande y con una tarjeta adherida sobre el listo azul de las flores.

— Te traje otras flores porque las que están en el jarrón están próximas a marchitarse —  Comentó el hombre con una linda sonrisa pegadiza, provocando la igual sonrisa del castaño, quien se reincorporo y vio al fornido capitán retirar las antiguas flores del jarrón y poner las nuevas.

— Es un lindo gesto de tu parte — Añadió Nivans al instante con una suave voz, haciendo que el capitán sonría de felicidad, ya que a él le encantaba escuchar esa dulce voz de su castaño.

— ¿Te gustaría ver televisión conmigo? — Preguntó al instante el joven Piers a su capitán, quien estuvo estático por diez segundos hasta que volteó y con una sonrisa en su rostro dijo “si”. Por lo que al instante el hombre se acosto junto a Piers, quien le hizo un especio en su cama para luego tomar el control de la televisión que estaba sobre la mesita de noche que estaba a un lado de la cama.

 Por lo que al instante el hombre se acosto junto a Piers, quien le hizo un especio en su cama para luego tomar el control de la televisión que estaba sobre la mesita de noche que estaba a un lado de la cama

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