Capítulo cuarenta y dos: Una vida no tan ordinaria.

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Los días comenzaron a pasar con relativa calma, aunque para el teniente no era más que un martirio total, pues debía estar recordando que en su interior, como el de las jóvenes Davenport, había un parásito tan peligroso que ni siquiera se podía remover tan fácil.

A pesar de ello, Piers intento seguir lo mejor posible con su vida, intentando distraerse en la rutina que estaba empezando a nacer como fruto del cuidado que él le daba a las niñas, quienes comenzaron a encariñarse con el hombre, quien a su vez también se encariñaba de aquellas dos pequeñas.

No obstante, el joven teniente también lograba sobrellevar de cierta manera la situación, gracias a que su novio lo ayudaba con el no pensar en la situación, al momento de llevarlo a cenar, salir a pasear junto con las pequeñas; entre otras cosas, lo que en realidad ayudaba bastante al hombre, fortaleciendo más su relación y ayudando a mejorar en su comunicación como pareja.

A pesar de todo, siempre los pensamientos respecto a lo que él tenía en su interior lo azotaban con gran fuerza, provocando que en varias ocasiones el joven castaño este distraído ante el gran problema que aún yacía en su interior.

No obstante, en una cálida y acogedora noche, Piers se encontraba haciendo la cena, mientras las pequeñas veían televisión en su habitación, luego de que hacia unos instantes ellas hubieran acabado de hacer su tarea y el haber podido bañarse

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No obstante, en una cálida y acogedora noche, Piers se encontraba haciendo la cena, mientras las pequeñas veían televisión en su habitación, luego de que hacia unos instantes ellas hubieran acabado de hacer su tarea y el haber podido bañarse.

Durante el transcurso de los días, Piers logró inscribir a las niñas a una escuela primaria cercana donde podrían culminar sus estudios y podrían hacer nuevas amistades, siendo lo mejor que el castaño podría hacer para que las infantes pudieran reiniciar sus vidas y ella tengan un enfoque diferente.

Fuera de eso, el joven teniente servía la cena, aunque pronto dejo de hacerlo cuando escucho algunos golpes procedentes de la puerta de entrada.

— No espero visitas, eso es extraño — Dijo en voz baja y para si mismo el joven hombre, mientras dejaba y acomodaba un plato de comida sobre la mesa para de inmediato ir hacia la entrada de su departamento.

— Niñas la comida está servida — Dijo en voz alta el hombre haciéndole saber a las infantes que su comida estaba lista y servida.

Y claro que no era de esperar que las niñas salieran de su recamara con una felicidad por finalmente cenar.

En el pequeño lapso de tiempo, las niñas llegaron al comedor mientras Nivans abría la puerta, permitiendo ver a quien estaba al otro lado de la puerta, siendo en este caso a su querida amiga Lizzie Woods, quien al verlo le sonrió y eventualmente saludo con amabilidad.

No obstante, al lado de su mejor amiga estaba la sargento Valentine, quien igualmente saludo con amabilidad y cordialidad al joven hombre, quien respondió a esos nobles gestos.

— Por favor pasen señoritas, que apenas eh servido la... — Nivans no pudo acabar la oración, ya que un fuerte y agudo dolor en su médula espinal fue que lo hizo jadear de dolor y hacer que se recueste sobre su sofá, mientras se agarraba su médula, causando una gran sorpresa y extrema preocupación en las mujeres, quienes ayudaron al hombre a recostarse en el sofá.

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