Titanic

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Harry no era un hombre inexperto. El tenía mucha confianza y experiencia en el ámbito de la seducción, sin embargo había algo en Arabella que hacía que él se sintiera como un adolescente precoz y eso, ciertamente, eso comenzaba a molestarle.

En un día cualquiera se acercaría hasta la persona de interés y simplemente comenzaría a coquetear y seducirla.

No es que se considerara un jugador, sin embargo sabía que causaba sobre las mujeres y se aprovechaba de ello para poder tomar lo que deseaba. Y él realmente la deseaba a ella.

Sabía que debía ser diferente con Arabella, la había observado, no era una mujer que se dejara engatusar fácilmente y su carta de presentación no había sido la mejor. Él lo había notado en las facciones de la cantante el día que lo invitó a retirarse, rechazándolo incluso con la mirada. Por lo que, debía comenzar a buscar la forma de acercarse antes que las cosas empeoraran, al menos para él y sus intereses.

Él la observó bajar del escenario con una sombría sonrisa, no una real, Harry conocía las sonrisas reales y aquella no era una. La había observado riéndose con el morocho del bar y también con los clientes, excepto con él, con él jamás sonreía.

Pensó en acercarse a felicitarla por la increíble interpretación, pensó también en esperar a que todos se fueran y estar a solas con ella, intentar consolarla o saber qué era lo que hacía que su sonrisa se viera apagada, sin embargo podría analizar la situación y decir con seguridad que la mujer lo enviaría a volar. Esas no eran opciones, debía esperar; al fin y al cabo tenía un plan e iba más allá de ella.

El realmente deseaba independizarse de la forma de su padre y comprar el bar.

Arabella, por otro lado, intentaba que sus pies no fallaran mientras se dirigía hacia la barra del bar. Tenía la mirada de Marko clavada sobre sus ojos, él lo sabía, él lo sabía todo o parte del todo. Él sabía solo lo que ella quería que él supiera. Eso era suficiente.

—No digas nada.

—No estoy diciendo nada, mi leona, pero tu rostro lo dice todo. Ven aquí. —, ella realmente quiso negarse, hacerse la dura, pero los brazos de Marko se encontraban envolviéndola de forma cálida y familiar, logrando que su pequeña mejilla quedará contra su hombro.

—Estoy bien, lo prometo —su voz salió amortiguada contra la camiseta del hombre, quien aún la sostenía.

—Lo sé, eres fuerte, pero si no te abrazo me sentiré el peor amigo del mundo.

Permanecieron allí, abrazados, mientras el resto de la banda comenzaba a tomar sus delantales para concluir la noche.

Se sentía algo sensible y sus pensamientos iban hacia un solo lugar, repasando en su cabeza las escenas que había vivido. Tan sumergida en ellos que no noto los ojos verdes clavados en ella mientras comenzaba a servir, tragándose las lágrimas y con el poco orgullo que le quedaba, aferrado a su pecho, como lo último con valor en su alma.

Los ojos verdes buscaban desesperadamente los ajenos. «Mírame, por favor, mírame», sin embargo los femeninos jamás se voltearon.

El castaño comenzó a sentirse inútil, pero sobre todo frustrado. No podía seguir así, no podía seguir siendo simplemente un espectador lejano a su vida. El necesitaba acercarse, ser quien la consolara cuando sus ojos se volvieran tristes.

El resto de la noche pudo ver cómo la mirada soñadora de la cantante no volvió, su sonrisa era casi ajena a ella y sus constantes atenciones a los clientes fueron casi nulas. Harry podía ver los cambios, pequeños y sutiles, casi imperceptibles para los ojos de los demás, pero no para los suyos.

Pasó una mano por su largo cabello, llevándolo hacia atrás en una necesidad de verse digno, presentable para ella, y decidió alzar su mano anillada, en búsqueda de atención, y entonces fue que los ojos también verdes voltearon hacia él.

Una pequeña chispa cruzó estos y antes de que él pudiera decir algo, la mujer simplemente volteo y le dio la espalda, caminando hasta la barra, alejándose de él antes de verla azotar el delantal contra la madera lustrada.

Harry quería leer sus labios, jamás había deseado tanto poder hacerlo, sin embargo no entendió ni una sola palabra en la verborragia de la cantante.

Arabella tenía sus emociones dadas vueltas como un naufragio, se sentía perdida, y todo lo que podía encontrar en ella era enojo.

Lo entendía, su problema no era con el dueño de aquellos ojos verdes, su problema era que ellos le recordaban a él. Su maldita mirada intentando encontrar perdón. No lo odiaba, no odiaba a Harry Styles o como se llamara, odiaba la forma en la que sus ojos la miraban porque recordaba en ellos el peor momento de su existencia, porque recordaba en ellos el momento exacto en donde el barco se hundió y sintió que no había forma de salvarse. Su corazón se hundió, era el Titanic y no había suficientes botes salvavidas en aquel frío mar.

Era el titanic y ella no era precisamente Rose. 

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora