Pasado

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Contenido adulto. 

Arabella.

Sábado 13 de Septiembre 2020.
Los Angeles, USA.

El insoportable socio de mi padre se encontraba frente a mi en la mesa, mientras hablaba sin parar sobre "la juventud" y como mi familia debía sentirse orgullosa de mi, mis estudios y mi brillante futuro dentro de la compañía.

Mi mente intentaba procesar la información mientras mis ojos cambiaban de la pantalla de mi teléfono hacia el retrógrado de 50 años que creía poder hablar de mi o mis logros, como si me conociera.

Mi padre se reía a carcajadas mientras mi madre sonreía con la obligación pintada en su rostro. Jamás sonreía con honestidad a una sola persona que dijera algo bueno sobre mí, incluso aunque se tratara de una forma estúpida de insultar a los hombres y mujeres que no habían tenido las mismas oportunidades como yo.

Mi título en Yale era el nuevo orgullo de mi familia y también mío, por supuesto, pero también era consciente de que de alguna forma aquella victoria estaba manchada por mi apellido y la generación de Andersons que me procedía. Era un trofeo para el impecable imperio que sostenía nuestra sangre.

Entrar en aquella universidad era casi un gen que había sido heredado en mi ADN desde el instante que fui concebida; al igual que el puesto y los millones de dólares que estaban en mi cuenta de banco. Aquello me quitaba mérito, pero no había hecho que no me esforzara y trabajará duro para ser la mejor, para traer orgullo a mi apellido y sobre todo, a mi abuelo.

Suspiré cuando mi padre terminó la conversación incómoda y estúpida que se había generado en la mesa y me dio la palabra a mi, dejando que mis habilidades comerciales y empresariales se sirvieran en la mesa mientras intentábamos cerrar un trato favorecedor para nuestra familia.

El hombre parecía encantado, mientras su abogado me observaba con una sonrisa que comenzaba a sacarme de quicio, una vez más, frente a mi el sexismo por una mujer empresaria que tomaba las riendas de una conversación de negocios.

Ignore cualquier preocupación en mi mente y supe manejar con excelencia las dudas que quedaban sobre el trato. Luego pensaría en el motivo por el que Christian no había aparecido en la cena. Finalmente, me encargué de sacar los papeles de mi portafolio y todos parecieron estar lo suficientemente satisfechos como para firmarlos, logrando que mi padre pidiera por una botella de Champagne para celebrar la nueva alianza.

Luego de beber y brindar, finalmente tomé mi bolso y me disculpe, saliendo del lujoso restaurante y sacando las llaves de mi Audi, lista para manejar hasta mi departamento, mientras le pedía a mi asistente virtual que llamara a mi prometido; esperando que no fuera nada grave.

Quité mis zapatos azules de diez centímetros y suspiré cuando el dolor comenzó a aliviar, agradeciendo mentalmente el tener siempre un par de zapatillas en el auto, colocándomelos para así poder manejar mientras escuchaba por tercera vez como el buzón de voz llegaba a mis oídos.

— "Soy Christian, no estoy disponible o estoy besando a mi futura esposa, deje su mensaje" —, reí ante lo absurdo que sonaba y como mi propia risa se escuchaba al final del audio, trayendo a mi mente el momento exacto que lo grababa, mientras estábamos celebrando nuestro compromiso en Grecia.

Al llegar al edificio pude ver que las luces del último piso estaban encendidas y sonreí con felicidad.

«Christian ya estará en casa»

Subí al ascensor, ya con mis tacones puestos otra vez, y toque el botón al piso nueve, mientras observaba frente a el espejo mi impecable color rubio natural e intentando que este se viera lo mejor posible para mi prometido.

Sonreí una vez más, ante los recuerdos que volvían a mi mente cuando mi adorado novio se arrodilló frente a mi en la cena de navidad y me pidió matrimonio frente a nuestros familiares y socios. Ahora un hermoso anillo de diamantes brillaba en mi mano, recuerdo del profundo amor y devoción mutua.

Christian era una parte fundamental en mi vida, me había apoyado y acompañado en cada paso desde el momento en el que nos conocimos en la preparatoria y realmente estaba enamorada, hasta el último de mis huesos le pertenecían. Iba a casarme con el amor de mi vida y solo por ello me sentía la mujer más afortunada del planeta por ello.

Cuando el sonido del ascensor llamó mi atención, volví a acomodar mi bolso y saqué mis llaves, entrando en el departamento y quitándome inmediatamente los zapatos, quedando descalza en el frío porcelanato, que ayudó a alivianar el dolor de una jornada completa en tacones.

«El idiota de Robinson no podría hacer lo que hago en tacones, los hombres son demasiado débiles», me reí ante el pensamiento del viejo socio de mi padre en falda y tacones, pero pronto un sonido proveniente de la habitación me hizo cambiar mi expresión.

Avance hasta el pasillo, sintiendo como mi pulso comenzaba a acelerarse conforme el sonido se volvía más fuerte. «Era imposible, es un producto de mi imaginación», me dije a mi misma; sin embargo con el paso a paso, el sonido de satisfacción se volvía más presente en mis oídos. Intenté buscar una explicación pero ninguna era lo suficientemente coherente.

Mis manos temblaban y el anillo de mi compromiso brillaba bajo las luces tenues del pasillo cuando empuje con suavidad la puerta de nuestra habitación, encontrándome con la escena que rompería por completo mi realidad y mi futuro.

Esta vez el jadeo que resonó en el lugar fue el de mi boca.

Parpadeé varias veces e intenté comprender la imagen ante mis ojos. En las manos de mi esposo brillaba el anillo de compromiso que compartimos mientras amasaba con necesidad y pasión el trasero de la mujer que había nacido conmigo. El cabello de Samantha saltaba junto a su cuerpo mientras montaba a mi prometido y lo besaba como si fuera suyo, como si jamás hubiera sido mío.

El sonido acompañó la imagen mientras ambos se entregaban mutuamente a la satisfacción carnal y sus bocas se enredaban en palabras sucias y de promesas, promesas que me dejaban completamente rota.

La imagen era visceral y cruda, no dejaba absolutamente nada a la imaginación o la confusión y aquello era simplemente un indicio más de la falsedad en la que había vivido desde mi nacimiento. Nuestro nacimiento.

Ahogue un grito de dolor y la escena parecía haberse congelado en un instante; sin embargo, la acción continuó cuando mi futuro esposo cambió su rostro de satisfacción por uno de pánico y empujó a la castaña hacia la cama, lejos de su cuerpo sudado y desnudo, como un acto reflejo del ser descubierto en una situación tan comprometedora como imposible de confundir.

Negué con la cabeza varías veces y me sostuve como pude de la pared detrás de mí, soltando una risa de incredulidad y observando los ojos verdes de mi hermana gemela abrirse de par en par mientras intentaba tapar su desnudez con las sábanas que yo misma había cambiado en la mañana, luego de haber hecho el amor con el amor de mi vida durante toda la madrugada.

Sus ojos de pánico me observaban y sus manos temblaban mientras intentaba caminar hacia a mi, tocarme, sin embargo la vergüenza de sus propios actos no permitieron que diera un paso más, cuando tome el anillo de mi mano y lo tiré contra el rostro de Christian, tan duro que este cortó su labio inmediatamente, provocándole una mueca de dolor que no me dejó ni un solo rastro de culpa.

Mis piernas comenzaron a tomar vida y agradecí estar completamente descansa cuando comencé a correr lejos, lejos de ellos, lejos de los recuerdos, lejos de mi familia, mi trabajo, mi futuro, mi amor y de aquellos ojos verdes que se quedarían fijos en mi mente como un recordatorio de la traición, un recordatorio del momento en el que mi vida dejó de ser vida.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora