Aparentemente, "Daylight" se había convertido en algo tan parecido al himno nacional en Gran Bretaña que ahora era más que pública la relación entre la cantante y el hombre a quien le había sido dirigida.
Las luces y las cámaras estaban apuntadas a la pareja, y aquello no podía ser más enfurecedor para los Jenner, quienes perdieron una partida que apenas había comenzado a rondar, con un jaque mate que ninguno esperaba, ni siquiera Arabella y Harry.
Por supuesto, esta no era la forma en la que Harry hubiera deseado que su relación se hiciera pública. Sin embargo, ver la luz puesta en Arabella de forma tan positiva y amorosa hizo que toda la molestia que pudiera llegar a sentir se reprimiera en la nada.
La fama había saltado de 2 al 1000 en menos de una semana y ahora se sentía abrumada. Sin embargo, se sintió jodidamente increíble el hecho de que su relación con Harry no estuviera sobre la mesa de discusión frente a sus agentes, quienes parecían más que felices por la promoción gratuita de su relación. Mientras ella se sumergía en frases de amor escritas en diferentes partes, Harry se regocijaba en saber que todo estaba yendo maravillosamente bien para ambos.
Su carrera había disparado en menos de un mes y, aunque ya casi contaba cuatro con Harry, aquello parecía correcto para ambos.
El subidón de alegría les había venido como anillo al dedo, y aunque parecía que delante de todos los ojos estaba yendo demasiado rápido, Arabella se instaló en la casa de Harry cuando llegó el mes de junio, justo antes de su cumpleaños. Aunque al principio la pareja había estado algo reacia a recibir visitas en su nido de amor, Anne los había convencido para hacer una fiesta de mudanza y así festejar el cumpleaños de la neoyorquina.
Los aires de cambio habían sido casi un torbellino incontrolable desde la declaración precisa de amor que se habían dado aquella noche entre sábanas de seda, y aunque al resto podía abrumarlos, Arabella no podía sentirse más que feliz mientras cocinaba en la elegante cocina del departamento que alguna vez había sido un nido de soltería.
Escuchó a su hombre detrás suyo, en el teléfono, y mientras ella se encargaba de decorar con mucho cuidado la enorme tarta de fresas que se había empecinado en hacer, pudo sentir cómo él se acercaba hacia ella y finalmente la abrazaba por la espalda, regalándole besos suaves en la nuca, haciéndola retorcer su columna.
No importaba cuántos meses pasaran, Arabella siempre sería totalmente débil para él, y él lo sería para ella.
Lo vio cortar el teléfono, y los besos llegaron a sus hombros desnudos, mientras Harry corría levemente la camisa que reconoció como una de sus favoritas, aquella icónica camiseta de Coldplay que le había visto utilizar la primera noche que pasaron juntos.
— ¿Crees que lleguen a tiempo? —mencionó él, mientras ella intentaba no arruinar el trabajo que le había llevado toda la tarde, a causa de los suaves acentos londinenses que la volvían loca.
— Tu madre debería llegar en media hora, así que debería prepararme —mencionó, como una advertencia a la sugerencia no dicha pero bien entendida.
Él rió y mordisqueó su oreja, haciéndola gemir con satisfacción mientras su lengua rozaba su piel.
— Uno rapidito y puedes vestirte —comenzó a alzar su camiseta y ella se lo impidió, dándole un manotazo duro en su mano, la cual él recogió rápidamente y sobó contra su pecho, como niño reprendido.
— No hay tiempo, Edward, no me saques de quicio —utilizó aquel nombre y solo lo hacía cuando la seriedad lo requería, aunque quería matar a su hermana por darle la idea.
La besó suavemente y se alejó, intentando mantener sus manos quietas mientras la veía dirigirse hacia la habitación que ahora les correspondía, contoneando las caderas de una forma que él supo que ella sabía que él la estaba mirando.
— ¡ESTÁS SIENDO MUY INJUSTA! —alzó su voz él, y ella rió desde la habitación, mientras él se robaba una fresa y comprobaba por última vez que todo estuviera más que listo para la velada.
Habían invitado solo a los íntimos, ya que, además del cumpleaños de Arabella, era la fiesta de mudanza. Por lo que realmente no se requería mucho y, aparentemente, había todo lo necesario para que la velada resultara de la mejor forma.
No pasó media hora antes de que Harry viera a su novia salir de la habitación con un elegante y sensual vestido color champagne, el cual se enfundaba en cada una de sus curvas con aquella excelsa tela de satén, haciéndolo babear mientras ella acomodaba sus rulos con sutileza, colocándose los pendientes que Harry le había regalado por la mañana, como uno de los presentes de su cumpleaños.
— ¿Es tarde para cancelarles a todos y hacer que te quite el vestido en este preciso momento? —murmuró él, tomando las caderas de la mujer con ambas manos, atrayéndola hacia él con una necesidad primitiva de mantenerla cerca. Y mucho antes de que él pudiera articular algo coherente, la respuesta fue dada por el sonido del timbre del departamento.
— Ya ves, tendrás que esperar hasta la madrugada —jugó ella, caminando con un vaivén caliente, dejándolo boquiabierto mientras obtenía una visión completa de las pecas esparcidas en su espalda desnuda.
La primera en llegar fue Gemma y su pareja, luego Luke y Marco, y aunque a algunos les resultaba difícil comprender la mezcla extraña de invitados, finalmente los Styles estaban allí, al igual que Robin, quien acompañaba a Anne como el novio cariñoso que era.
La música era suave y amena mientras todos charlaban y compartían un hermoso momento familiar, mezclándose las risas y las anécdotas de la pareja vividas tanto en el bar como fuera de él. Y aunque en ocasiones los involucrados podrían sentirse algo avergonzados, no podían negar que el haber pasado por todo aquello había merecido la pena si finalmente el resultado era aquella noche de felicidad.
El timbre volvió a sonar y, aunque los invitados parecían haber llegado en su totalidad, cuando Arabella abrió la puerta, la imagen de su hermana y su flamante prometido, Christian, fueron el obsequio jamás pedido. Y aparentemente, Kendall lo había creído perfecto.
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A Song for You | Harry Styles.
FanfictionArabella es una cantante con gran talento, que está estancada en un pequeño bar de Londres. Harry es el misterioso hombre que aparece cada noche, en la misma mesa, a la misma hora y la observa desde la oscuridad. Los papeles se invierten en esta his...