Arrepentimientos

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Sin narrador.

Arabella bajó las escaleras con las piernas débiles y el corazón latiendo con fuerza. Acomodó su coleta lo mejor que pudo mientras bajaba e intentaba que nadie sospechara lo que había pasado con el excéntrico dueño de Golden. Pero aquello estaba escrito en todo su rostro.

Su desaparición no había pasado desapercibida ante los ojos de los demás empleados. Se dio cuenta al momento en que sus ojos se conectaron con los curiosos de Luca. Sin embargo, fue más inteligente al empezar a buscar excusas mientras se colocaba el delantal y se lavaba las manos.

Aún temblaba cuando vio a Harry bajando por las escaleras, esta vez con el cabello suelto, jugando entre sus hombros. Ella tenía su liga sosteniendo su cabello y aquello la mantuvo sonriente.

Mordisqueó sus labios hinchados ante el recuerdo y rápidamente sacudió la cabeza, intentando borrar la sonrisa en su rostro mientras pasaba por las mesas en busca de limpiar las que habían quedado libres luego de la presentación.

Más gente entró al bar y casi quiso regañar a Harry con la mirada, pero en cuanto lo vio mirándola, sus piernas parecieron sucumbir al recuerdo, y entonces se enojó consigo misma, desviando la mirada e intentando concentrarse en sus tareas. Cosa que no dejó muy contento al empresario.

El hombre la observó todo el tiempo y se regocijó al encontrar una pequeña marca en el escote de la mujer. Su piel era tan suave que se marcaba rápidamente. Ahora él la conocía.

Aún conservaba el sabor de la colorada mientras la miraba y se sentaba en su mesa habitual (la N°13), alzando la mano para llamar su atención, como un cliente más. Por los buenos y viejos tiempos.

Él deseaba jugar un poco y ella se lo concedió.

Rió cuando notó que sus respuestas eran bruscas y cortadas, como siempre, y él deseaba tanto burlarse de la forma en que ella había salido temblando de su oficina. Pero se lo ahorró entre sonrisas cuando la observó irse a buscar su trago, aunque realmente no deseaba perder el sabor en su lengua.

Cuando la hora del cierre llegó, todo el mundo hizo su tarea sin refutar, incluso la muchacha que solía poner peros a cada tarea. Aquello fue extraño ante los ojos de sus compañeros y, por supuesto, lo hicieron notar, haciendo que las risas se presentaran incluso cuando el reloj del Golden Bar marcaba las 3:45 a.m.

Todos se despidieron y Harry esperó a que la cantante recogiera sus pertenencias mientras cerraba las puertas y se aseguraba de que todo estuviera en perfecto estado. Pronto, ambos se encontraron caminando hacia el auto del mayor, quien no desaprovechó la oportunidad de empujar el cuerpo de la mujer contra el capó brillante.

—¿Qué haces? —protestó, pero no lo alejó, mientras apoyaba su espalda contra el metal negro y lo observaba, pasando sus manos frágiles por el pecho masculino y sujetando las solapas de su sobretodo.

—No puedo quedarme esta noche —murmuró el hombre, mientras sus manos acariciaban las caderas femeninas, en un intento de protegerlas del frío de Londres.

La colorada lo observó con atención y esperó alguna burla, algún chiste o indicio de que él estaba bromeando. Sin embargo, encontró su mirada atenta y observadora.

No bromeaba. Harry no podía quedarse.

—Creí que...

Él asintió y ella frenó sus palabras, analizándolo también, y le permitió excusarse.

—Tengo un desayuno mañana en la empresa y no quisiera irme mientras duermes. Sería de mal gusto —explicó, y ella inclinó su rostro con una sonrisa extraña. Sin embargo, asintió suavemente.

Los pensamientos intrusivos llegaron a su cabeza y Harry notó el cambio de brillo en su mirada. Una vez más estaba allí, con preguntas atascadas en la garganta porque sabía que ella no iba a responderlas.

Miró el cielo de madrugada y luego la observó a ella, acercándose más al hueco entre las piernas femeninas, con ambas manos sujetándola contra el automóvil.

—Arabella, me muero por terminar lo de la oficina, no me malinterpretes.

—Está bien. Lo entiendo, pero no necesitas quedarte hasta la mañana. Solo será...

Él la besó, porque sabía lo que ella le diría y no quería escucharlo. En su mente, no se trataba solo de sexo, de una noche y una amante que pudiera dejar a hurtadillas por la mañana.

Harry había experimentado el haber despertado a su lado, no bajo esas condiciones. Sin embargo, había llenado tanto su espíritu al ver su rostro en la mañana que no podía permitirse ahorrarse el lujo de tenerlo una vez más.

Además, temía.

Temía que quizá esa fuera la última vez que Arabella le permitiera enredarse entre sus sábanas y no iba a hacerlo a medias. Lo quería todo. La experiencia completa, el paquete entero. No iba a conformarse cuando había estado esperando por esto durante tantos meses.

Se odiaba y se maldecía por eso, pero si había sido paciente por meses, podía esperar un poco más.

Se deleitó con su boca una vez más, y Arabella lo separó cuando el aire comenzaba a faltar en sus pulmones. Lamió la barbilla del hombre y río, odiándose aún más cuando tuvo que alejarse a abrir la puerta para que subiera. Entonces ella lo hizo, pero como venganza personal, contoneó sus caderas para demostrar lo que él se perdía por su perfecta ética profesional.

El viaje fue silencioso y tenso. Ambos sabían que sus venas empujaban la sangre fuerte y todo su control circulatorio estaba siendo controlado por el deseo. Sus orejas bombeaban y sus manos sudaban. Ambos eran presos por el fuego acumulado e ignorado por meses.

Arabella bajó, no sin antes besarlo y apretar sus muslos, tan cerca de su entrepierna que lo dejó soltando maldiciones cuando la vio caminar hasta el edificio, con una erección que posiblemente lo torturaría toda la noche.

Golpeó suavemente su cabeza contra el volante y encendió el motor mientras la observaba rebuscando entre sus llaves, dándole el tiempo suficiente para replantearse si debía mandar a la mierda sus planes vigentes y satisfacer a la mujer que había sido dueña de sus fantasías por meses completos.

Rió cuando la vio abrir la puerta y sacudir su mano hacia él, pero la sonrisa se desdibujó cuando, por la mano contraria del asfalto, pudo ver a un conocido hombre acercarse hacia ella y tomarla entre sus brazos, abrazándola incluso cuando ella pareció sorprendida por el tacto.

Maldijo y arrancó el auto completamente enfurecido, dando un golpe en el panel del Audi, dejando a la pareja detrás suyo mientras la frustración y el enojo opacaban por completo el recuerdo de la velada.

Se sintió estúpido, usado y frustrado.

En frente del ascensor, Arabella mordisqueaba su mejilla interna, odiando por completo el momento de debilidad que había tenido en la tarde, cuando decidió sacar su frustración sexual con Zayn, sin saber en absoluto que la historia con Harry cambiaría de un momento a otro.

Picoteó en su celular con rapidez mientras veía a Zayn irse a su propio departamento, luego de que ella le informara que se encontraba cansada.

Envió un mensaje rápido, decidido y concreto.

Sabía que no debía dar explicaciones, pero si quería y necesitaba que aquella noche no se viera afectada por el revoltijo de emociones en el que se había transformado su cerebro a causa del pasado y el presente entrelazándose a través de recuerdos de ojos verdes.

Arabella: «Zayn se fue. Harry, juro que lo hizo. Hablemoslo.» (enviado a Styles).

Sin embargo, el mensaje no obtuvo respuesta esa noche, ni al día siguiente.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora