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Cuando Kendall escuchó a Anne invitar a Arabella al té semanal de damas, no creyó que sus ojos presenciarían tal escena.

Mientras casi todo el mundo parecía morir de devoción hacia la colorada, el resto se acercaba para susurrar, con pena y lástima fingida, una pequeña palabra de aliento por haber conseguido al partido perfecto para cualquier muchacha de la alta sociedad.

Todas las madres deseaban a Harry Styles como yerno, y tal parecía que la familia de Arabella ni siquiera sabía de la existencia de este.

No era estúpida; al contrario, siempre se había jactado de ser bastante astuta, por lo que, cuando le mencionaron el apellido real de la mujer, no dudó en buscar información. Aparentemente, Arabella era también lo que cualquier mujer desearía como nuera, y aquello la estaba matando.

Competían en buenos apellidos, por supuesto. Sin embargo, por primera vez, Kendall se sintió completamente ingenua al pensar que ser una Jenner le abriría algún tipo de candado especial en el corazón de Harry. Y no era algo de esperarse: normalmente, todos los candados se abrían con la sola mención de su apellido. Pero ahora estaba tratando con una Anderson, y al parecer, aquello ni siquiera le importaba a Harry; él ahora estaba cegado por "el amor".

Anne se encargó de presentarle a todas sus amigas, mientras ella se hacía cargo de los buenos modales y una excelente postura que dejaba orgullosa a su cariñosa y muy orgullosa suegra, quien la admiraba y presumía frente a todo el mundo como la mujer tan afortunada que ella era, pero también como la increíble, talentosa e inteligente novia de su hijo mayor.

Kendall jamás le había caído del todo bien a Anne, y aunque sus familias habían sido amigas durante años, aquello era más bien una cuestión de negocios en la que Kendall jamás se había querido involucrar, mucho menos luego del divorcio con Des. Ella no deseaba más que felicidad y prosperidad para sus hijos.

No era ingenua, sabía perfectamente las consecuencias de estar presentando a la muchacha en sociedad, y estaba moviendo esa pieza como una jugada magistral para sacar a Kendall del tablero de una vez y para siempre.

Se sentaron en la misma mesa, como era de esperarse, y aunque Arabella fue sumamente servicial al saludar a todo el mundo, Kendall apenas alzó una ceja con indiferencia, dejando claro el punto.

Aquello era una guerra.

Todo el mundo reía, y Arabella parecía controlar la situación como si fuera la mujer más conocedora de la sociedad. Anne estaba orgullosa y Kendall, al igual que su madre, estaba fastidiada.

Había llegado el té y las masas, las cuales había llevado la cantante con el fin de que todas las probaran, mientras daba algunas recomendaciones que sin duda las mujeres no tardaron en seguir, tomando a la muchacha como la nueva abeja reina.

Conversó y disfrutó, sintiendo la atención abrumarla ligeramente. Sin embargo, no lo hizo notar en ningún momento, sobre todo cuando aquella conversación entre Harry y la pretenciosa morocha frente a ella rondaba en su cabeza a cada momento, como un recordatorio permanente de que debía, sin ningún lugar a dudas, ponerla en su lugar.

Pasaron poco más de las 16:00 hs cuando las mujeres comenzaron a despedirse, y la casa, que ahora sabía le pertenecía a Anne, comenzó a quedar vacía, excepto por algunas personas más íntimas, quienes estaban chismeando sobre las buenas nuevas del grupo, y también las malas nuevas. Allí había cualquier tipo de serpiente venenosa, Arabella las conocía; su madre había sido una vez parte de ellas.

Siguió a Anne hasta la cocina y le ofreció su ayuda mientras comenzaban a charlar placenteramente sobre el próximo evento, que sin ningún lugar a dudas debía asistir. Pero Arabella fue muy gentil al declinar la invitación, informándole sobre aquel nuevo contrato de música que comenzaría a llenar su agenda, pero comprometiéndose vigorosamente a aprovechar cualquier espacio libre que tuviera para reunirse a tomar el té nuevamente.

Cuando Arabella se fue, Kendall comenzó sus movimientos también, caminando con el serpenteo de una víbora hacia la puerta de afuera y colocando lo más visible aquel anillo que se le había entregado hacía unos cuantos años atrás.

La cantante, quien se regocijaba en su éxito con su suegra, estaba esperando el Uber cuando finalmente la morocha se frenó junto a ella, dándole un beso que solo le recordó a la traición de Judas, justo antes de que pudiera sutilmente llevar su mano a su mano derecha, donde el diamante vibraba con el símbolo de la familia Styles, el cual había visto en más de una ocasión, incluso en las batas de baño que Harry tenía en su casa.

El golpe fue duro; sin embargo, no quiso demostrarlo, brindándole una sonrisa forzada que algunos podrían categorizar como tétrica.

Se subió al Uber y respiró profundo, intentando que aquello no le afectara. Mientras las frías calles de Londres pasaban por sus ojos, pudo sentir el teléfono vibrar en su bolso de mano, decidiendo ignorarlo incluso cuando llegó a su departamento y el silencio la abrumó de maneras que no podía haberse consabido en el pasado.

Respiró y se quitó los zapatos, caminando hacia la cocina por un vaso de agua. Cuando finalmente se sentó frente a la computadora, envuelta en una manta que aún mantenía el aroma que la hacía entrar en relajación, comenzó a buscar información sobre el lazo de los Kendall-Styles, encontrándose con la perturbadora imagen de su novio abrazando por la cintura a la morocha y ella regocijándose en el anillo de la familia.

Los medios habían hablado de aquel símbolo por semanas, por supuesto. Aunque el compromiso no había sido publicado, aquella era una promesa, una promesa que Kendall estaba dispuesta a que se llevara a cabo, una promesa que sabía Harry había dejado en el pasado y que, de alguna forma, quería resurgir en medio de la relación.

Cerró el portátil antes de que el bicho de los celos se instalara en su estómago; sin embargo, era demasiado tarde. Había algo allí, algo que ella había activado a conciencia, y ahora no dejaba de rondarle en la mente como un reel sin fin de pensamientos oscuros, en donde las profecías se hacían reales y Kendall terminaba en los brazos de su hombre.

El miedo se hizo carne y se sintió nauseabunda, con el estómago revuelto mientras intentaba respirar y calmar aquella sensación que había conocido en aquella habitación junto a su ex prometido y su hermana hacía tanto tiempo atrás.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora