Todo

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Las melodías resonaban en su cabeza una y otra vez mientras limpiaba las gotas de alcohol derramado en una de las mesas. No podía quitarse aquella canción de la cabeza. La tarareaba y la marcaba con sus pies en el suelo y sus dedos en la barra.

Odiaba esa sensación en el estómago de retener aquellas letras que brotaban de su mente como agua de un manantial. Sus ojos estaban posados en los verdes, incluso cuando él no estaba presente. El color la buscaba en todas partes e incluso cuando quería odiarlo, lo había encontrado está en las copa de los árboles de otoño

¿Cómo era eso posible?

Su mente la estaba volviendo loca, pero aun mas el hombre que bajaba las escaleras dando ligeros saltos con un broche negro en la cabeza.

Su broche negro.

—Eso es mío —, protestó en cuanto lo tuvo enfrente, observando cómo el hombre alzaba su vista intentando alcanzar aquello que la mujer señalaba, sin embargo no le fue posible, aunque rápidamente comprendió de qué se trataba.

— Oh, eso. No le vi nombre —, murmuro, con una sonrisa socarrona en el rostro, aquella que Arabella deseaba quitar.

— Estaba en la barra, es mío —, volvió a protestar, alzándose en puntas de pie al acompañar sus manos, las cuales intentaron tomar aquel objeto.

— Y la barra es mía, todo lo que hay en el bar es mío, Arabella ¿Necesitas un recordatorio de eso?—, Harry tomó sus muñecas de la cantante y entonces las llevó detrás de la espalda femenina, cortándole la respiración y, con ello, su aire de valentía.

Sus ojos nuevamente se encontraron y la mujer quiso golpearse al quedarse colgada allí, con la boca abierta como si fuera a punto de decir algo inteligente, sin embargo su cerebro había descartado aquella tarea y analizado en profundidad las pequeñas notas de luces que traían los ojos ajenos y también, lo oscuridad que la atrapaba.

«Más cerca, solo un poco más» , deseo. Aunque rápidamente analizó la situación. Él era su jefe. Ya no era aquel estúpido cliente que cada noche la observaba desde la penumbra, realmente nunca lo habia sido.

Dio un paso hacia atrás, casi tambaleando, logrando que las manos anilladas se encargaran de la situación. Sintió sus dactilares en su columna sosteniendo su estructura sin funcionamiento y entonces, aunque deseaba en lo profundo de su ser buscar un poco más, lo alejó; como si sus dedos fueran carbón encendido en su piel.

—No era necesario que actuarás como un imbécil.

—No era necesario que me hablaras de esa forma, pudiste pedirlo.

—No tengo porque pedir algo que e-

Un golpe en la barra hizo que ambos achicaran sus hombros y apretaran sus rasgos, arrastrando sus pares de ojos hacia donde el impacto había sido provocado. La imagen de Luca era clara, estaba cansado e irritado. Sus brazos cruzados y su ceño fruncido no eran más que otra muestra de la molestia que lo atravesaba cada vez que aquellos se enfrentaban. Detrás, Marko reía de la situación, escondiendo su sonrisa en el hueco del cuello de su amado.

—¿Seguirán mucho tiempo o podemos abrir? Pueden seguir cuando los clientes ingresen y les cobro entrada para el espectáculo o puedo recomendarles una habitación de hotel donde terminar con el estúpido juego del gato y el raton.

—No seas estúpido, Luca, nadie esta jugado a nada—, refunfuño Arabella, alejándose justo antes de alzar la mano derecha para quitar el broche que tanto reclamaba; logrando que el cabello del mayor cayera alrededor de su rostro mientras ella caminaba triunfante hacia la barra.— Gane.

La noche pasó sin más acontecimientos. El tiempo de jugar había terminado y Arabella debía comportarse profesionalmente. Si algo había aprendido de aquella experiencia es que jamás sabía a qué persona estaba atendiendo y como aquello podría afectar a su futuro. No permitiría que algo así pasara una vez más. Aunque aquello no la había detenido a colocarse aquel broche que ella había podido rescatar de su jefe, logrando que su sonrisa se extendiera con el orgullo de una victoria.

Aquel tipo de peleas habían sido recurrentes y aunque era agotador, ambos no pensaban firmar la tregua que diera por finalizadas aquellos rounds.

Había pasado exactamente un mes desde que el hombre se había vuelto el dueño y jefe de Golden y Arabella se encontraba divertida por la relación y ligeramente entusiasmada por la idea de que quizá, solo quizá, las cosas en aquel lugar comenzaran a cambiar para mejor.

Por otra parte, Luca y Marko seguían siendo sus fieles escudos humanos, quienes intentaban no salir heridos de los constantes enfrentamientos que estos dos incansables rivales. Sin embargo, con el tiempo, habían logrado posicionarse en un punto neutro donde intentaban no interferir, por respeto a el jefe y miedo a ser el objetivo de un vaso bien lanzado. Cualquiera podía terminar en una tragedia.

Habían pasado exactamente quince minutos del cierre de aquel sábado cuando la puerta de Golde abrió y el despampanante amante de Arabella cruzo el umbral, haciendo que las miradas inquisidoras se clavaran en la nunca de la colorada, observando como esta se quitaba el delantal y alisaba su ajustado vestido negro antes de caminar hacia Zayn; quien enterró sus dedos en la vaporosa cabellera rojiza antes de besar su boca.

Un gruñido se escuchó, haciendo despegar sus bocas y centrar la atención en el hombre de cabellos largos que daba los últimos pasos en los escalones de la escalera, que conectaba el bar a la oficina de la planta superior.

—Creí que habían reglas claras —, su voz fue seca y pudo traer miedo a la mente de la cantante, sin embargo no se abatió, encontrando aquella pequeña lámpara que se activaba en su cerebro cada vez que Harry deseaba estallar la guerra.

—¿Hay alguna regla que esté rompiendo, señor?

—Unas cuantas, Arabella. No quiero demostraciones de —, hizo una pausa, haciendo un rulo imaginario con su dedo índice.— este tipo, en mi establecimiento.

—Pero el horario laboral terminó, estoy en mi derecho de ver y besar a quien yo quiera.

—Técnicamente sigues en horario laboral, ya que estás aquí dentro, tus compañeros siguen lavando las copas y aun las persianas no están bajas.

Para ese entonces, el más alto se encontraba frente a la más pequeña, cruzando verde con verde en una lucha que, nuevamente, parecía iniciar una nueva tensión en aquel concurrido local londinense.

—Mis compañeros viven dando ese tipo de demostraciones, sin embargo no he escuchado una sola queja de su parte, señor Styles. Debo admitir que esto es un poco misógino, ¿lo sabe? —, atacó, precisa y filosa, apuntando con su dedo índice el pecho del hombre.

Si no fuera por aquella movediza canción pop que llenaba los parlantes, el aire hubiera sido casi aterrador, con las respiraciones guardadas y los ojos sin pestañear, esperando el contraataque del rival.

—Es lo justo. —, analizó— Marko y Luca, a partir de esta noche no habrá demostraciones públicas. Pueden agradecerle a Arabella. Tengan un buen fin de semana.

Dos pares de ojos se clavaron en el rostro de Arabella, quien cambió su expresión de victoria por una que todo el mundo pudo reconocer mientras el portazo del lugar anunciaba la salida del jefe.

Arabella la había cagado.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora