Una semana.
Una semana había pasado desde que los ojos habían encontrado los verdes antes de la conmoción ocasionada por la revuelta de sus sentimientos. Arabella intentaba convencerse de que no tenía la culpa, sin embargo, parecía que su corazón procesaba más rápido que su mente y emitía las escenas en su cabeza, permitiéndole analizar cada una de las acciones previas a la noche en la que Harry no llegó a Golden.
Ella realmente no quería preocuparse, pero estaba comenzando a quemarle. Sabía que él había intentado acercarse esa noche, la maldita noche donde casi se derrumbó delante de los comensales del bar, a causa de sus ojos. No había podido evitarlo, su fuerza había caído en picada con el aniversario del tsunami que había atravesado su vida y desbastado todo, dejándola sin nada más que su orgullo.
Arabella había logrado encontrar en el verde de los ojos ajenos una pista de preocupación. ¿A ella le importaba? ¿Qué era aquello que había visto en su rostro cuando por un segundo sus miradas se alinearon?
Ella se negaba, por supuesto, a pensar que el hombre que había estado acosándola noche tras noche pudiera sentir algo más que deseo por ella. Se negaba a creer que había algo más detrás, pero debía haber una explicación lógica para la misteriosa desaparición del fastidioso cliente de la mesa 13; quien había asistido durante nueve meses sin faltar, noche tras noche, puntual antes de las diez de la noche.
Quizá simplemente se trataba de un cliente al que le gustaba su música y ella lo había recibido con el peor de los destratos.
No quería admitirlo, sin embargo, su ego se había visto pisoteado ante la desesperación de sus propias manos cuando buscaba entre los papeles de reservación aquel nombre que había roto su mente. «¿Acaso no planea volver?», se había preguntado a sí misma al menos diez veces en el transcurso de las primeras cinco noches, luego de negarse a entregarle la mesa a una pareja, que había estado esperando fuera del bar en búsqueda de tomar una reserva. No es que ella quisiera que Harry llegara y la mirara con esos ojos verdes, era que su nombre seguía escrito en cada fecha de reservación, en la misma mesa, a la misma hora, cada noche.
Cuando llegó la novena noche, Arabella se encontraba mordiendo el esmalte saltado de sus uñas rojas, con los codos apoyados en la madera del bar y sus ojos verdes puestos en los cristales de la entrada. Se había dicho a sí misma que esta era la última noche en la que el cartel de reservado seguía sobre la mesa número trece de Golden y casi cuando creyó que debía tomar aquella decisión, vio su alta figura cruzar el umbral y saludar con su habitual templanza y elegancia.
No es que la castaña hubiera pensado mucho en ello, sin embargo, había notado la forma en la que Harry no tocaba a nadie a menos que fuera necesario y, cuando lo era, las puntas de sus dedos eran cariñosas y respetuosas. Así también, el dueño de sus pensamientos, en los últimos nueve días, se inclinaba ligeramente cuando saludaba a alguien y tenía la maldita costumbre de usar su cabello en un moño.
«Como se vería si...», pero sus pensamientos rápidamente fueron dispersos por la mano de Marko llamando la atención y cortando aquella mirada penetrante que no había podido evitar brindarle a su cliente más detestable.
—Mesa número trece. Me dices qué necesitas y lo preparamos rápido; falta poco para las diez— contabilizó rápidamente el morocho, sacándola de su mente desesperada de preguntas.
No fue capaz de decir que no, esta vez no hubo quejas sobre el rincón oscuro del bar y su penetrante visitante.
Arabella se acercó, evaluando mentalmente la forma de encontrar respuestas a sus tantas dudas, sin embargo, ella sabía que estaba en terreno hostil y, sobre todo, sabía que debía evitar más que nada cruzar sus ojos con los suyos, porque no podía evitarlo. No podía evitar recordar. Pasó de la valentía al temor en menos de un suspiro, el tiempo justo que tardó en llegar frente a la mesa del castaño, quien la observaba con ojos analíticos.
Harry quería asegurarse de que todo estuviera bien, aunque no sabía por qué. Sin embargo, él necesitaba saber que ella había estado bien estos días fuera. Se había debatido una y mil veces sobre hacer acto de presencia en Golden, porque había estado en la vereda de enfrente observando cómo su misteriosa cantante de ojos verdes observaba las esquinas oscuras del bar. Y él se había preguntado si ella lo había extrañado de la misma forma en que él había extrañado su voz y la forma en la que sus canciones le ayudaban a descubrir más de ella; porque solo así él creía que la conocía, porque solo así él se sentía cercano, porque él podía escucharla, él realmente podía oír sus palabras y encontrar en ellas la desesperada batalla que la pequeña moza peleaba internamente al interpretar con tanta pasión en el escenario.
—Arabella, buenas noches— saludó, observándola atentamente, luego de que ella se quedara parada frente a él, sin emitir una palabra. Él esperó, dio tiempo a que la mente de la mujer procesara antes de volver a hablar.— Espero hayas tenido una buena semana.
—Lo fue— mintió, ambos lo supieron mientras él aceptaba la carta que ella le entregaba, sin cruzar sus ojos verdes. Ella intentó que el valor volviera a su garganta y le permitiera hablar, necesitaba saberlo. Cuando su boca se abrió, las palabras quedaron enganchadas entre sus dientes, siendo interrumpida por el dueño del bar, quien colocó una de las manos en el hombro de Harry, logrando que este se levantara y se fundiera en un abrazo cálido.
Arabella se sintió casi chocar contra una pared cuando el hombre que había estado observándola por meses ignoró las palabras que habían quedado sin decir. Él había visto cómo ella se esforzaba en su pelea interna.
—Arabella, necesito que prepares mi oficina, esta noche tenemos unos asuntos importantes que hablar con el señor Styles. ¿Podrías llevarnos una botella para celebrar? — preguntó, el jefe de Golden.
—Por supuesto, Frederick. ¿Y qué se celebra exactamente?— preguntó, con sus dedos apretando el bloc de notas en sus manos y sus dudas azotando su mente.
—La venta de Golden, por supuesto. Te presento a tu futuro jefe, Arabella. Él es Harry Styles, esta noche se convertirá en el dueño de Golden Bar.
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A Song for You | Harry Styles.
FanfictionArabella es una cantante con gran talento, que está estancada en un pequeño bar de Londres. Harry es el misterioso hombre que aparece cada noche, en la misma mesa, a la misma hora y la observa desde la oscuridad. Los papeles se invierten en esta his...