Decisiones

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El plan de Kendall marchaba sobre sus cuatro ruedas y relucía bajo el sol brillante del éxito.

Sus padres le habían informado que estarían cenando en la casa de los Styles para ponerle una fecha a la cena de compromiso y, según le habían dicho, Harry estaba al tanto.

Harry se había marchado de la mansión de los Styles con el corazón en la boca y una decisión que tomar.

Toda su vida había sido de comodidades y se había visto a sí mismo trabajando en la empresa como director general desde que tenía tan solo 15 años.

Ser el heredero en excelencia había sido difícil. Sus calificaciones siempre habían sido las mejores y también sus comportamientos debían ser acorde a lo que su padre le pedía. Aunque al principio esto generó resentimientos hacia su familia, poco a poco su personalidad se había moldeado de tal forma que se había convertido en la imagen y semejanza de lo que Des Styles soñaba para su hijo.

Había dado un golpe en el tablero cuando comenzó a comprar pequeñas empresas en su nombre, fuera de las inversiones habituales en las que participaba con el dinero de la empresa familiar. Aunque su padre no estuvo en absoluto de acuerdo con aquellos movimientos, ahora Harry agradecía el tener algo propio, algo que fuera suyo.

Por supuesto, las pequeñas empresas, como Golden Bar y un conjunto de departamentos que tenía en alquiler, no eran suficientes para mantener la vida de lujos que llevaba. Debía acortar los gastos y comenzar a vivir de manera más "sencilla". Increíblemente, eso le daba menos miedo que pensar en una vida llena de lujos pero lejos del brillo que le daba a su vida la existencia de Arabella.

Sus manos tocaron la puerta del despacho como si estuviera en una pesadilla donde debía ser ágil y escapar, escapar del monstruo que lo perseguía desde atrás. Solo que cuando miraba sobre su hombro, era la imagen de su padre la que resaltaba en aquel pasillo.

Bajó las escaleras con piernas temblorosas y mientras se repetía una y otra vez aquel karma que parecían ser sus palabras, su alma buscaba desesperadamente la forma de encontrarse con su otra mitad.

No había otro pensamiento en su mente que no fuera el querer sostener a su mujer entre sus brazos y olvidarse del oscuro mundo que parecía querer atraparlos luego de toda la luz que habían estado irradiando durante todos esos meses de felicidad plena.

Llegó al departamento luego del viaje más tenso que había tenido jamás y cuando vio a la mujer vistiéndose para salir al bar, la tomó por la cintura y la besó con la misma intensidad con la que la había besado la primera vez, en aquella cabaña.

Ella sonrió contra su boca y acarició los mechones suaves de sus rizos, acostumbrada al corte de cabello, aunque extrañando profundamente la etapa que le gustaba llamar "Harry Long Hair", con lo que bromeaba casi a diario.

Arabella miró sus ojos al separarse y encontró algo en ellos que no había visto nunca: miedo. Y mientras acariciaba sus facciones con las puntas de sus dedos, pudo presenciar el momento exacto en el que sus preciosos ojos verdes se volvían agua, y aquello le rompió el alma en cientos de pedazos.

— ¿Qué sucede? ¿Fue tan malo? — quiso saber, y no bastó más que un asentimiento del hombre para que ella comprendiera.

La Sirena saboreó su boca una vez más y tomó sus manos, guiándolo hacia la cama para que pudieran conversar. Sin embargo, las lágrimas en sus ojos y el miedo de perderla parecían haber anulado cualquier capacidad de comunicación.

Para su corazón, la respuesta era clara. Sin embargo, era su parte racional, aquella que había estado estructurando tanto tiempo su padre, la que estaba dudando. Esa pequeña parte dentro de él le decía que no podía permitirse perder todo por una chica: el trabajo de su vida, su carrera, su estatus, su familia y su prestigio como empresario. Todo estaría arruinado por quedarse enredado en los brazos de aquella Sirena que había logrado encantar su corazón con cánticos celestiales.

Quería hacer callar esa parte, pero no podía. Una guerra se peleaba firmemente en su pecho y en su cabeza, intentando liderar las decisiones que se tomarían a favor de su futuro. Había dos caminos: perder para siempre al amor de su vida o olvidarse por completo del trabajo de toda su vida y comenzar desde cero.

Harry apoyó su cabeza en el pecho de la mujer y la hizo acostarse, buscando con su rostro la forma de que ella supiera que quería recibir mimos. Y mientras ella se los daba, él cerró sus ojos e intentó concentrarse en la sensación que aquel simple toque le daba, enviando escalofríos a cada articulación en su cuerpo, como un recordatorio de que él se sentía vivo gracias a ella.

— Lo lamento, cariño, todo está bien. Estamos juntos. Podremos con esto. Somos fuertes juntos — le habló, sin saber una sola palabra de la conversación con su padre, y aquello no podía ser más que la confirmación precisa de lo que debía hacer.

Extrañaría la vida que llevaba, pero no iba a permitirse jamás extrañar esa sensación.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora