Confesiones

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Arabella no pudo conciliar el sueño esa noche y, aunque miraba el teléfono cada diez minutos, era evidente que no iba a recibir una respuesta.

Bufó y se enojó consigo misma. Se levantó, preparó café, escribió algunas canciones, probó con una película en Netflix e incluso con una de princesas, las cuales solía ver cuando se encontraba triste; aun así, nada funcionó.

Cuando el sol pegó en el ventanal de la habitación, recién comenzaba a caer el sueño en sus párpados, y entre sus pensamientos se preguntó si Harry ya estaría yendo a su junta, antes de que finalmente el sueño la derrotara y cayera rendida.

Sus sueños fueron confusos, como sus sentimientos, y aunque durmió al menos seis horas, cuando despertó, el dolor de cabeza parecía querer torturarla por sus decisiones pasadas.

Se lo merecía, también la actitud fría de Harry. Estaba siendo caprichosa, confusa y completamente idiota al cambiar de opinión y oscilar de una actitud a otra.

Harry, por su parte, había tomado hasta terminar desmayado en uno de los sillones nada cómodos de su sala minimalista. Cuando el teléfono sonó sobre su mejilla, maldijo a todos los astros y, sobre todo, al sol por haber salido tan temprano.

Se obligó a levantarse e intentó estirar sus músculos rígidos mientras se dirigía descalzo hasta el baño principal, dándose una ducha caliente que le quitó todo rastro de la noche anterior, incluso el aroma frutal de la mujer que ocupaba sus pensamientos.

Tomó el teléfono y miró el mensaje jamás enviado. Lo borró y sus facciones se enfurecieron casi tanto como sus músculos.

Emprendió viaje hacia la empresa y pensó en una realidad diferente, en donde sus manos estuvieran envueltas alrededor de su Sirena y no del abatido manubrio de su auto.

Suspiró e intentó acomodar su cabello, aún húmedo de la ducha, mientras contaba con su dedo los segundos que faltaban para que el semáforo cambiara y bufaba de frustración, una vez más.

El día no pintaba exactamente como lo había deseado.

La actitud reacia se hizo notar entre sus empleados y el comité ejecutivo con el que el empresario se reunió. Sin embargo, era más normal encontrarlo en aquella situación que en una feliz o particularmente brillante, por lo que realmente nadie se asombró.

Cuando la hora de salida llegó, el castaño se despidió y manejó hasta el centro de la ciudad, estacionando el Audi donde lo hacía cada tarde luego de la oficina. Mientras bajaba, pudo sentir el particular aroma de pimienta y frutas envolver el aire y cambiar por completo su aura.

En ese momento, odiaba que ella tuviera tanto poder en su cuerpo.

— No respondiste mis mensajes —, Arabella lo abordó, apoyándose contra la puerta trasera del auto mientras lo observaba desde su altura baja, notando cómo el hombre cerraba la puerta y comenzaba a caminar, pasando completamente de ella.

— Y ahora estás ignorándome, muy maduro.

— No estoy teniendo un día particularmente bonito para jugar tu juego, Arabella. Es temprano, ve a casa o busca a Zayn, haz lo que quieras, déjame en paz —, casi pudo jurar que escuchó un gruñido del hombre. Aun así, mantuvo su paso firme detrás de él, intentando que los tacones de sus botas de caña media no le jugaran en contra mientras intentaba alcanzar las piernas largas de su jefe.

— No estoy jugando, quiero hablar.

— Yo no quiero hablar y tengo cosas que hacer, recibir a los proveedores y firmar cheques. Tuve una mañana de mierda, un día jodido. No estoy de humor para tus juegos mentales.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora