Futuro

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Despertar con Arabella era otra cosa. Harry lo había sabido desde la primera noche que habían pasado juntos; sin embargo, ahora todo era diferente.

Un brillo particularmente dorado llenaba la habitación y calentaba la cama donde el castaño sostenía a su dama con celo. Tan cerca que incluso sus respiraciones se habían sincronizado.

Le hubiera gustado tenerla de frente; sin embargo, el apreciar su aroma como primera cosa al despertar había sido magnífico y Harry adoraba aquella sensación.

No quiso abrir los ojos, pero sus otros sentidos estaban despiertos. El tacto de su piel contra la de ella, el sabor en su lengua y el sonido suave del ambiente, tan pacífico, que lo llenaba.

Arrastró su nariz por el cuello femenino y olisqueó su propio aroma en ella, mientras ajustaba sus brazos tatuados a su alrededor, queriendo reír cuando notó en su mano uno de los pechos de la mujer, quien permanecía aún dormida, pegando su redondo trasero justo en la pelvis del hombre.

— Soy un bastardo con suerte — susurró tan suave que la mujer apenas lo escuchó, sin embargo se removió suavemente entre sus brazos, provocando que él se ajustara aún más a ella.

Abrió por primera vez sus ojos y observó el cabello rojizo de la mujer frente a su cara, el cual corrió con sutileza para alcanzar su hombro izquierdo, el cual encontró repleto de pecas.

Desparramó besos suaves y dulces, mientras alzaba sus ojos hasta el reloj antiguo en la mesa de luz y se odió a sí mismo por no poder quedarse más tiempo enredado en esa situación. Además, su cuerpo dolía y todos sus músculos le pasaban crédito por la noche de tres rondas que los había hecho caer rendidos.

— Sirena, tengo que irme — susurró suave, encontrando una sonrisa adormilada en la colorada, quien hizo un puchero suave antes de girarse en la cama y enfrentar sus rostros.

— Es muy temprano, Harry. Duerme — murmuró, sin siquiera abrir los ojos, alzando una de sus piernas por encima de las masculinas, enredándolos aún más en una comodidad que el hombre extrañaría el resto del día.

— Tengo que trabajar — lamentó, acariciando su nariz con la ajena, mientras la sostenía con ambos brazos en su cintura, tan cerca que sentía cada centímetro de su piel contra el suyo.

— Bebe, nunca te dejaré ir si sigues sosteniéndome de esta manera.

Harry sonrió, no solo por el anuncio, sino también por aquella palabra amorosa que la mujer había soltado mientras pegaba sus labios a los suyos, en un beso sutil y adormilado.

La alzó ligeramente y la recostó en su pecho, lo que logró que la mujer se enredara en las sábanas y dejara su espalda llena de constelaciones a la vista.

— ¿Tienes que irte en serio? Ayer cerraste ese trato importante, mereces una mañana libre — murmuró con sueño, restregando su nariz en el pecho desnudo de Harry, sintiéndose suave por el sonido ronco de su voz y el calor ligero que entraba entre las cortinas.

Las piernas de la mujer lo tomaron a horcajadas y entonces sonrió por el suave toque de sus sexos en el proceso.

Sacó todo el aire de sus pulmones y cerró sus ojos con una sonrisa amplia que Arabella se perdió, por estar ocupada con sus trucos para que él se quedara en su cama.

— Sé lo que intentas hacer — acusó, acariciando la espalda de la dama con las yemas de sus dedos, provocando una sonrisa en el rostro adormilado de ella.

— ¿Y está funcionando? — preguntó con inocencia fingida, mientras abría sus ojos verdes y lo observaba, tan dulce que el hombre deseó devorarla una vez más.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora