Regalo

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Arabella no tardó en responder, completamente fascinada por la sensaciones que atraparon su cuerpo en cuanto sus labios chocaron. Saboreo su boca por primera vez como si fuera la última y lo atrajo hacia ella con una necesidad casi obsesiva, mientras sus dedos se enterraban en el cabello largo del hombre.

Se encargó de lamer y morder a su antojo, disfrutando la forma en la que encajaba tan perfectamente, que incluso él perdió la cabeza.

Pensó en todas aquellas veces que habían sido interrumpidos y pidió al universo que esta vez no fuera una de ellas. Si aquella era la primera y última vez que la besaría, se encargaría de hacerlo de forma que ella jamás fuera a olvidarlo.

Sus manos fueron posesivas, famélicas, por la espalda de la mujer, encontrando su cintura y apretándola entre sus dedos, justo en el espacio que quedaba desnudo cuando la mujer alzaba sus brazos para mantenerlo cerca. Quiso ir más abajo, tocando sus caderas y finalmente su trasero; Arabella se lo concedió mientras tiraba suavemente de su cabello y daba un paso hacia atrás, sintiendo como sus pulmones quemaban por la falta de aire.

Rozaron sus labios, húmedos por la pasión, y el hombre dio un leve amago a besarla una vez más, logrando que la boca femenina se abriera ligeramente por el hambre de más y un jadeo que quedó atascado en sus labios, con sus ojos conectados y sus manos tomando todo, con la misma fuerza con la que combatían sus batallas diarias.

— Harry —, comenzó, sin embargo él no lo concedió. No se permitiría escuchar una excusa que arruinara aquel precioso regalo. — Harry —, volvió a pronunciar, esta vez en un jadeo cuando el hombre atacó sus labios con pequeños besos, que la dejaban fuera de combate.

— No nos interrumpe nadie, Sirena, no lo hagas tampoco —, casi se escuchó a sí mismo suplicando, mientras subía sus intrépidas manos hasta su espalda, permitiéndose acariciar su piel desnuda y caliente por debajo de la camiseta. Pensando en la cantidad de pecas que su tacto por fin estaba conociendo.

— ¿En qué pensabas? —, pareció recordar la mujer y fue tan inoportuno que Harry rió y volvió a besarla, prometiéndose no volver a reprimir aquel impulso que sentía cada vez que la mujer se volvía tan perspicaz.

— ¿No es obvio? —, preguntó, mientras bajaba sus besos en el mentón de la colorada, quien llevó sus mirada hacia la escalera, donde cualquiera podía aparecer, en cualquier momento, y entonces tironeo del cabello masculino para atacar sus labios una vez más.

Quiso reprenderse, sin embargo su cerebro estaba ahogado en la forma tan particular en la que el hombre acariciaba su boca con su lengua y la volvía absurdamente incapaz de pensar en otra cosa. Aquella era una oportunidad que ambos se estaban obsequiando y si para ello debía ir en contra de todas las barreras que había puesto entre ellos, entonces se encargaría de disfrutarlo con el mismo fervor con el que anhelaba desesperadamente escapar de su pasado.

Odio la necesidad de respirar y soltó un jadeo cuando el hombre se alejó, dejando su cuerpo en una caliente necesidad de atención; sobre todo cuando estaban apoyados contra la puerta que inútilmente había quedado abierta contra su espalda.

— Harry.

— Si vuelves a decir mi nombre voy a tener que cogerte.

— ¡Harry! —, lo reprendió, sin embargo el empresario alzó una ceja y tomó aquello como una invitación, una que la mujer rechazó cuando colocó una vez más su dedo sobre su boca, reemplazando la propia cuando él quiso avanzar a sus labios. — Compórtate.

— Me he comportado por meses, meses, días, semanas, minutos-

— Entendí el punto, créeme —, lo interrumpió, mientras observaba al hombre colocar su mano justo a un lado de su cabeza, tan cerca que su aroma la mareaba y su cuerpo pedía el ajeno como un imán.

Estaba atrapada, de todas las maneras posibles. Entre la puerta y su cuerpo, entre su mente y su corazón, entre la necesidad de respirar y la de besarlo una vez más.

— Es mi cumpleaños —, dijo el hombre, buscando excusas y entonces la mujer se carcajeó, notando el brillante humor que Harry tenía mientras mantenía una radiante sonrisa.

— Y este fue tu regalo.

— Déjame desenvolverlo entonces —, pidió con ojos brillantes y una sonrisa que se robo su corazón.

La colorada se sintió morir.

Sus peleas continuaban, incluso cuando estaban en aquella posición. Sus personalidades chocaban una y otra vez, convirtiendo cada conversación en una pequeña batalla de quien tomaba el poder.

— Ve a tu habitación, fue suficiente.

Harry repasó su pulgar por su propia boca, intentando controlar el impulso cazador que tenía en aquel momento y entonces analizo una vez más los ojos ajenos, sabía que ella lo quería, sin embargo él jamás se atrevería a pasar aquella línea sin su consentimiento.

— ¿Podrás dormir? —, alzó una ceja con incredulidad

— Como una bebe. —, lo enfrentó, alzando su rostro con superioridad, haciendo que el hombre sonría y asienta, alejándose.

— Entonces, buenas noches, Sirena. —, él le regaló una pequeña reverencia mientras se paraba en el pasillo que separaba sus habitaciones.

— Buenas noches, jefe. —, murmuró y lo vio darse vuelta, haciendo que cerrara los ojos para no arrepentirse en cuanto vio su espalda y su cabello castaño cayendo entre sus hombros.

«Date la media vuelta, Arabella, aun puedes retroceder, entra a esa maldita habitación y resguardate, lejos suyo.»

En cuanto el hombre entró en la habitación, se arrepintió de haberla dejado ir, sin embargo se dijo a sí mismo que aquel era un acto de caballerosidad que debía ser tomado.

Caminó por la habitación como león enjaulado y se recordó a sí mismo cada uno de los segundos en el que su respiración se perdió en la boca de la mujer, con la que había fantaseado incluso antes de que ella lo supiera.

Entró en la ducha y reprimió allí todo impulso de volver a su habitación y terminar con lo que había comenzado; volverlo a comenzar y terminarlo hasta que estuviera saciado.

Arabella, en cambio, se reprendió y se prometió a sí misma que no volvería a ser así de débil. Se prometió que aquella había sido la primera y última noche que dejaba que Harry Styles la tocara.

Se prometió a sí misma que resguardaría su corazón, su mente e incluso su cuerpo de aquellas sensaciones tan abrumadoras que llenaban su ser cada vez que su jefe entraba en escena, incluso ahora, con un pasillo de diferencia y el corazón tan agitado que podía sentir el palpitar en todo el cuerpo.

A Song for You | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora