Max estaba sentada en el sofá, escuchando música.
Lucas inspeccionaba unos libros viejos, tirados en la mesa de centro.
- ¿Cómo estás? - Dustin se sentó al lado de la chica, ésta al verlo, se quitó un audífono e hizo un gesto con la mano para que lo repitiera. - ¿Cómo estás?
- Bien. No me siento diferente - Fue la respuesta de Max antes de dedicar una sonrisa fingida.
- Recuerda que si te sientes mal o tienes algún cambio, dime. - Ordenó Dustin apuntando con un dedo. Max asintió, volviéndose a colocar el audífono.
Henderson se estiró en el sillón, bostezando y cerrando los ojos.
- ¿Quieres ir a tomar aire? - Preguntó Lucas frente al otro, éste asintió y ambos salieron. - Hablé con Mike. - Soltó apenas cerraron la puerta.
- ¿Qué dijo?
- Está cerca, viene con Will y Jonathan.
- ¿Y Once?
- Eso mismo pregunté. Me dijo que no sabe, que era complicado.
Dustin apretó los labios y miró al cielo, pensando.
- Esto se complica cada vez más.
- Necesitamos buscar a Once.
- Pero si Mike no sabe nada, es imposible averiguar algo.
- Jonathan puede saber algo. Él siempre esconde cosas para no dañar a Will.
Dustin asintió.
- Es nuestra única salvación.
Jonathan estaba a punto de vomitar lo poco que comió en el día. Mike y Will iban mirando por las ventanas.
- Estamos a nada de llegar. - Celebró Will, tocando el hombro a su hermano, que esta vez, si les tocó sentarse juntos de camino. - ¿Por qué esa cara? ¡Verás a Nancy!
- Eso es lo que me pone nervioso.
- Es sólo mi hermana.
- No la he visto en mucho tiempo, ¿le llevo flores? No, seria pátetico. Llegaré de imprevisto, ¿le gustará otra persona? Mierda. - Jonathan tomó su cabeza con ambas manos, luciendo un claro estrés.
- Mi hermana te ama. - Dijo Mike sin mirar al mayor, que lo miraba esperanzado. - Es una tonta siempre, pero contigo le brillan los ojos.
- Una tonta enamorada. - Completó Will.
Joyce estaba ansiosa, esperando llegar pronto a casa, deseaba ver a sus hijos. Hopper caminaba a su lado, y Murray hablaba entretenido con un desconocido.
- ¿Qué dirán al verte? ¿Digo que reviviste? - Preguntaba la mujer inquieta, Hopper puso su mano sobre la de ella.
- Llegaré y diré "sorpresa" y listo.
- ¡Pero no puedes ser así con Once!
- Entonces, ¿qué se te ocurre?
- Mmmm... - La mujer pensó con un rostro expresivo. - Hablaré con ella antes, le diré todo y después la verás.
- ¿Osea que debo esconderme?
- Esperas fuera.
Al estar a escasos metros frente a la casa, la sonrisa de Joyce iluminó a ambos hombres. Murray habia dejado de hablar con el desconocido, que habia entrado a su casa.
- Okey, entraré ahora. - La mujer miró feliz al más alto. - Hicimos bien en ponerte esa camisa, Once estará feliz de verte.
Murray guió a Hopper detrás de la casa, agachados bajo la ventana. Joyce caminaba a la puerta principal, sacando las llaves e ingresándolas donde corresponde.
Era relativamente temprano, era probable que encuentre a Jonathan en la cocina.
Entró a casa, dejando su maleta a un lado.
Pero a su sorpresa, no habia ni una señal de presencia humana. Estaba vacio y un ambiente pesado se habia apoderado de la casa. Frunció el ceño y fue a revisar las habitaciones. Todas estaban vacias.
"Esto puede ser normal" pensó, ya que su hijo mayor pudo haber salido con los chicos como solia hacer. Pero al entrar en la habitación de invitados y no ver la maleta de Mike, la alertó.
Con un terrible presentimiento, fue a comprobar si faltaban maletas en los cuartos de sus hijos.
- Maldición. - Corrió al teléfono, marcando un número desesperada. Uno, dos.
- Buenos días, ¿desea pedir un...?
- Argyle. ¿Dónde está Jonathan?
- Hola señora Joyce, un gusto escucharla, ¿volvió de su viaje de trabajo?
- Dime ahora, sé que lo sabes.
- Bueno él - Jonathan no le habia hecho jurar silencio, o no lo recordaba, además no podia mentirle a una madre. - Fue con Will y el otro chico a ese pueblo, Hawkins.
El alma de Joyce se quebró.
Colgó el teléfono, guardo nuevamente las llaves en su bolsillo y salió de la casa.
Fue directo al escondite de los dos hombres.
- Wow, ¿Qué sucede con esa expresión? ¿Finalmente pillaste a Jonathan con un porro en la boca? - Dijo Murray, pero Joyce estaba con la nariz apunto de salir humo.
- Nos vamos a Hawkins. ¡Ahora!
Robin caminaba por el pasillo ansiosa, Nancy trataba de hablar con ella pero parecia ida.
- Necesitas asegurarte que esté bien, ¿no? - Preguntó Nancy apoyándose sobre la pared.
- Sí. - Respondió apenas Robin, mordiéndose el labio.
- Vale, voy a hablar con Eddie para que les dé un minuto. - Dijo a la par que abria la puerta de la habitación, sin antes tocar.
Eddie la miró asustado.
- Dios. - Se tocó el pecho. - Casi me matas, ¿no te enseñaron a tocar?
La chica observó a Steve dormir a su lado. No le dió vueltas al abrazo interrumpido.
- Perdón, vuelvo en otro momento. - Al intentar irse, Munson habló, deteniéndola.
- Son cerca de las siete a.m. - El pelilargo miraba al suelo. - Mi tio puede llegar en cualquier momento, y yo puedo ser arrestado.
Nancy entendió.
- Iré a decirle a todos, levanta a Steve.
Eddie asintió y la chica cerró la puerta al irse.
Munson decidió admirar al chico dormido por última vez, antes de sacudirlo suavemente.
- Harrington, es hora de despertar. - Eddie acercó su rostro al de Steve, comprobando qué tan dormido estaba. Y no se inmutaba de los movimientos.
Entonces lo hizo más fuerte, hasta que escuchó un quejido y los brazos del otro extenderse.
- Hasta que despiertas. - Sonrió Eddie, parándose de la cama. - ¿Cómo te sientes?
- No sé cuánto dormí pero mejor. - Steve se sentó en la cama. - Bueno, me duelen algunas partes del cuerpo pero puedo moverme por mi mismo.
Eddie lo miraba parado desde en medio de la habitación, comprobando que haga todos sus movimientos bien.
Steve se paró, estiró otra vez, y se acercó bostezando al otro.
- ¿Te quedaste conmigo mientras dormia? - Preguntó el mayor, sonriendo. Tenia sangre seca en algunas partes de la cara, y eso ponia triste al pelilargo.
- Sí. - Sonrió apenas, tratando de dar positividad a su compañero, éste lo envolvió en un abrazo y le besó la frente.
- Gracias por estar aquí conmigo.
Y ambos se quedaron abrazados, un bonito momento que duró hasta sentir toques en la puerta.
- ¡Vamos! - Era Henderson, que se ahorró el tiempo de abrir la puerta y se limitó a gritar.
Los chicos se pusieron zapatos y salieron.
Pero antes, Eddie tomó los audífonos y la cinta.