El gran concierto.
Eddie estaba nervioso. Sentía corrientes eléctricas dede su corazón hasta la punta de todos sus dedos, cada que pensaba en ello, volvía a lo mismo. Su pierna se movía sin parar.
Steve dormía en la cama, el día lo había pedido libre para no faltar al "gran concierto de Eddie Munson". Debido al cansancio del arduo trabajo, Eddie lo obligó a descansar.
"No dejaré que te duermas en medio de mi concierto, luego te pisan y quedo viudo" Fueron sus palabras exactas.
Tomó su guitarra, posándola sobre sus piernas, y la miró. Admiraba cada detalle.
Quedaban unas cuantas horas para prepararse, pero su estómago se contraía.
Pasó dulcemente sus dedos sobre las cuerdas, sin crear sonidos.
Había tenido unas cuantas presentaciones antes, pero eran pequeñas y no habian más de veinte personas.
Esta vez habían confirmado al menos cien. ¿De dónde salían tantas personas? Mierda.
Se consideraba fuerte, claro que lo era, pero viviéndolo en carne propia, un evento soñado, lentamente sentía su alma despedirse de su cuerpo.
Largó un suspiro, colgó la guitarra y fue a acostarse junto a Steve. Éste abrazaba una almohada, Eddie se tiró a su lado, mirando al techo.
Admirando el póster de la chica.
Ahora se fijaba en cada detalle, por primera vez. Tenía el cabello largo y moreno, y vestía en ropa interior.
También estaba en una postura comprometedora.
Pensó en quitarla, pero le ganaba la pereza.
- ¿Qué miras? - Preguntó el chico ya despierto a su lado. Munson se sobresaltó. - ¿Interrumpí tus sueños eróticos?
- Yo debería preguntar eso. Por un segundo pensé que estabas muerto, duermes como una roca.
Ambos se miraron, Steve se acomodó dando la espalda a Eddie.
Munson miró los hombros anchos de su pareja, y su vista fue cayendo hasta las marcas rojizas que tenía en su espalda. Rasguñones largos y desde todas las perspectivas.
- Idiota, no me des la espalda. - Se quejó Eddie, sentándose en la cama y mirando al otro.
- Necesito dormir, Munson.
- Ya dormiste demasiado.
- Tú fuiste el que me insistió.
El pelilargo decidió no protestar, en su lugar, se tiró sobre Steve, cayendo en el otro lado de la cama. El mayor se quejó.
- Estoy nervioso. - Declaró apoyando su cabeza en la misma almohada que Harrington.
- ¿Por el concierto?
- Sí.
- Es normal estarlo, cariño. - Steve llevó unos mechones de cabello atrás de la oreja del otro. - Después de todo, esas personas pagaron por verte. A ti y a tu banda.
- Eso es lo que me pone nervioso. ¿Y si no les gusta?
- Sabes bien que eso es imposible.
- No es imposible, Stevie. Piénsalo, se dan cuenta que no les gusta cómo tocamos en realidad. Y nos tiran tomates.
Steve se rió, frunciendo el ceño del otro.
- No estoy bromeando, ¿De qué te ríes?
- Edds, tocas increíble. Tu baterista y bajista son increíbles también.