Eddie caminaba batallando con el sol que daba directo a su cara. Volvía del hospital, luego de un chequeo médico. Steve lo esperaba en el auto.
Entró, dejando caer su cuerpo en el asiento.
- ¿Cómo fue todo? - Preguntó el mayor.
- Va todo bien, ya puedo moverme con más libertad. - Dedicó una sonrisa maliciosa a su pareja, quien comenzaba a conducir. - ¿A dónde vamos ahora?
- Debo pasar a buscar unas cosas a mi casa, después nos vamos a la tuya. Ese era el plan, ¿no?
Eddie asintió, feliz.
Pero había algo que estaba presente en su cabeza.
Estaba en el hospital, era su sexto día, cerca de las nueve de la noche. Steve había salido un poco antes de su trabajo, y fue a visitarlo.
- No puedo quedarme hoy, cariño. - Dijo fingiendo un puchero, besando la frente de Eddie, éste suspiró. - Lo lamento.
- Te has quedado los últimos días, no pasa nada. - Restó importancia, acomodándose en la cama con ayuda del otro.
- ¿Cómo te sientes? - Preguntó Steve, preocupado ante algunos quejidos que soltaba al moverse bruscamente.
- El doctor me ha dicho que voy por buen camino. - Fingió una sonrisa, bajando la mirada. - ¿Harrington?
- Dime.
- ¿Están todos bien?
El chico quedó en silencio, sin saber qué contestar. El estado de Eddie claramente no era el mejor, no sabía si darle la trágica noticia.
- Por favor, no me mientas. Ninguno quiere decirme nada, y es injusto.
Lo miró una vez más.
- Eddie... - Comenzó hablando, tomando la mano del otro y apretándola. Mike pertenecía a su club, y le preocupaba su reacción. - La verdad es que no. Hay... hay...
Tragó saliva, tratando de mantenerse firme.
- Hay alguien que... - Se tranquilizó, Eddie estaba asustado, y miraba esperanzado en que no sea nada malo. - Ya no está con nosotros.
El mundo de Munson se paralizó. Miró sorprendido a Steve, quien evitaba la mirada.
- ¿Quién? - Preguntó con miedo y desesperación, creando escenarios terroríficos en su mente, que lo traicionaba. - ¿¡Quién!? - Sacudió el brazo del mayor al no obtener respuesta.
Fue entonces que Steve lo miró, con los ojos cristalizados.
- Mike.
Eddie esperaba en el auto al otro, quien dijo no demoraría más de cinco minutos. La culpabilidad atormentaba al pelilargo, ya que no había ido a visitar a Mike.
Creía que no podría ir él solo, y Dustin no contestaba las llamadas. Steve tenía trabajo todos los días, hasta que al fin se encontraba en uno libre.
Cuando vio la figura de su pareja acercarse, tomó la decisión. Steve se sentó y Eddie lo soltó.
- ¿Podriamos ir al cementerio? - Preguntó.
Harrington le dio una sonrisa, comprensiva.
- Claro.
El camino fue en silencio, Eddie jugaba con sus dedos sobre sus piernas. Estaba nervioso. Miraba el recorrido, siendo consciente de cada minuto que pasaba.
Steve lo miraba preocupado.
- ¿Todo bien, Edds?
- Es extraño. - Comenzó a hablar, sin apartar la mirada de la ventanilla. - Supongo que siempre pensé que moriría antes que ellos.
- Te entiendo.
- Pero me siento egoísta.
- ¿Egoísta?
- Sí, siento que me preocupe más de otras personas... no lo sé, la muerte es horrible.
Steve tocó la pierna del otro.
- No te sientas culpable, ninguno de nosotros tiene la culpa. He tratado de evitar pensar en el tema, pero supongo que es inevitable. - Suspiró. - Ya llegamos.
El auto se detuvo y ambos se bajaron.
Steve compró un par de flores en la entrada, Eddie caminaba hacía las tumbas recientes.
El lugar estaba desolado, las únicas personas presentes estaban tan lejos que se asimilaban a hormigas. Steve tomó la mano de su chico.
Hasta que llegaron.
Michael Wheeler.
Munson se agachó, quedando frente a sus memorias.
El mayor ordenó las flores caídas por el viento, y unió las suyas.
- Nunca pensé que vería esto. - Declaró Eddie, con los ojos tan brillantes como el sol. - Wheeler. ¿Cómo?
Steve se agachó a la altura del otro, tomándolo por los hombros.
- Se sacrificó por Once y Will.
- ¿Cómo están ellos?
- No los he visto, pero deben estar luchando bastante. Son chicos fuertes, confío en que lo lograrán. - Susurró.
Eddie se limpió algunas lágrimas rebeldes que intentaban escaparse, y sacó algo de su bolsillo.
Era una pieza de Calabozos y Dragones.
La dejó descansar al lado de las flores, haciendo guardia. Steve contemplaba la escena, sintiendo el viento sobre sus cuerpos.
- Mike solía ocuparlo mucho. - Fue lo único que dijo Eddie, antes de pararse y ofrecer su mano a Harrington, quien la tomó. - Está haciendo frío.
- ¿No quieres quedarte más tiempo?
Munson comenzó a caminar, dando la espalda a su pareja.
- Mike era de esas personas que odiaban ver a la gente llorar. Y no le daré el lujo de verme llorar.
Al entrar nuevamente al auto, Eddie fingió una sonrisa. El otro no se convencía, giró su cuerpo al asiento contiguo.
Y simplemente lo miró.
- ¿Qué miras? - Preguntó el pelilargo, conteniéndose de quebrarse.
Steve alzó sus brazos, ofreciendo un abrazo.
Los ojos del otro no se aguantaron más y dejaron libre acceso a las lágrimas, que rápidamente descendieron. Eddie recibió el abrazo, agarrando fuerte. Harrington acariciaba sus cabellos.
Los sollozos eran silenciados por él mismo.
Sus cuerpos en contacto no dejaron huellas del frío que anteriormente se había adueñado de ellos. Era cálido, y se sentía cómodo.
Eddie se sentía seguro. Al igual que Steve.
Y mantuvieron el abrazo un par de minutos más, hasta que Munson se sintiera listo y se apartara, tapando su rostro.
- ¿Te sientes mejor? - Preguntó el mayor. Eddie asintió, sorbiendo su nariz. - Bien, vamos a tu casa.
Prendió el motor, dando comienzo a los próximos dos días con su pareja.