17. Sonrisa de prensa

779 69 161
                                    


Juan Pablo Isaza.

Me pregunto por qué estoy aquí incluso mientras Juana, la madre de los Vargas, me abre la puerta con una sonrisa.

- Hola, cariño – Me dice mientras se pone en puntas de pies para abrazarme – Creí que estabas enfermo

- Creo que solo era cansancio. Dormí un rato y me siento mejor – Le digo, mientras le devuelvo el abrazo, porque esta mujer es básicamente mi tía, lo que hace tan terrible estarle mintiendo.

Porque no estoy acá porque me sienta mejor.

Ni siquiera porque tenga más ganas de presentarme a este lugar de las que tenía hace una hora.

Estoy aquí para arrancarme la bandita de una vez.

Necesito verla con él. Necesito ver con mis propios ojos que es feliz, y que el papel que ocupo en su vida no tiene nada que ver con lo romántico. Que nunca voy a llamarla "amor" como estúpidamente lo hice hace unas horas, y obviamente eso fue tan incómodo para ella que fue lo único que logró que se fuera.

Necesito que el golpe llegue sin anestesia, porque tengo que seguir adelante antes de que esto rompa nuestra amistad.

- Tienes que dejar de exigirte tanto – Me regaña Juana

- Trato, pero me encanta mi trabajo

- No sé qué hacer contigo – Farfulla – Pasa, los chicos están arriba en la terraza

- Gracias. Eres mi favorita

Rueda los ojos mientras me deja ir, porque sabe que le digo lo mismo a la mamá de Villa.

Subo las escalas hacia la terraza de la casa de dos pisos de la familia Vargas.

A pesar de que lo peor de la pandemia ha pasado, todavía persisten algunas reglas frente a las reuniones multitudinarias, así que esto es vagamente ilegal.

Para tratarse de una fiesta de Martín, en realidad parece algo muy tranquilo.

Creo que no debe haber más de 20 personas aquí, y la música suena a un volumen moderado, que le da a la terraza un vibra de pub europeo, lo que supongo que tiene que ver con las luces y la decoración que pusieron Marto y Simón, porque los hermanos Vargas no se toman nada que tenga que ver con estética a la ligera.

Me quedo de pie junto a la puerta examinando a la gente.

Suena una salsa suavecita y romántica, así que lo que vendría a ser la pista de baile está ocupada por parejas.

Los primeros que captan mi atención son Villa y Pastelito. Están charlando en voz baja con sus frentes apoyadas una en la del otro. Parecen emanar algo cálido, y por un momento siento el deseo absurdo de escribirles una canción. Ella dice algo y él se ríe. Ojalá se sientan de esa manera por mucho tiempo.

Junto a ellos están Martín y Laura. Ella tiene la cabeza apoyada en el hombro de él, y se mueven de manera coordinada. No están hablando, como si ni siquiera necesitaran las palabras para sentirse cerca. Ella sube la cabeza repentinamente, deja un beso en el mentón de él y vuelve a recostarse en su hombro. Que bonito.

Y por último, en la esquina más apartada de la terraza, están Jess y Daniel.

Hice bien en no detallar demasiado la apariencia de ella cuando me visitó más temprano, porque no habría sido tan caballeroso respecto al hecho de tenerla en mi cama si hubiera sabido el modo en el que esos jeans se ajustan a sus piernas, o como el top de seda color champagne que lleva puesto se cierra en su espalda como un corset, que deja al aire rombos desnudos de su piel.

- Agua -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora