14. Confianza

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Juan Pablo Villamil. 

Atontado, giro para verla entrar a mi cocina como si tal cosa y abrir mi nevera.

Se inclina para revisar el contenido, y trago saliva, porque de verdad tiene un cuerpo pecador.

- Villa, ¿qué es esto?

- ¿Uh?

- Tu nevera es una vergüenza. ¿Qué comes? Este yogurt está vencido desde 2020 – Indica, levantando la botella de yogurt en cuestión. Debería avergonzarme un poco más, pero es gracioso

- Casi nunca estoy en casa – Me disculpo, porque aunque apenas estamos empezando a salir de una pandemia, vivo a tiempo parcial en casa de Isaza y la gira ya ha empezado a arruinar mi rutina de alimentación

- Ven. Te voy a enseñar a hacer algo fácil con la mierda que tienes aquí

Me dice, mientras saca las 2 verduras rancias que hay en las canastas de abajo de mi refrigerador.

Mientras ella abre todas mis alacenas y cajones y refunfuña por la escasez de productos y la alarmante cantidad de cosas caducadas que nunca se me ocurrió botar, me doy cuenta de que tiene el superpoder de que los días grises y aburridos se llenen de color cuando está en una habitación.

Incluso si esa mañana en el aeropuerto hace dos años no la vi tanto como debí hacerlo, me doy cuenta de que ya entonces hizo eso, y volvió entretenidas las horas previas a otro viaje tedioso.

Entro a la cocina a su lado y saco dos cervezas artesanales de las verdaderamente buenas y las destapo. Cuando le ofrezco la suya, sus dedos se enroscan con los míos alrededor de la botella. Levanta sus ojos a los míos y me da esa sonrisa devastadora.

- Gracias, Pastelito – Me dice

¿Cómo quiere que piense en otra cosa que no sea besarla otra vez?

Toma un sorbo de su botella y veo su garganta moverse cuando traga. Hasta eso me parece sexy.

- ¿Tienes una tabla para cortar? – Me pregunta

Mi cocina es pequeña, pero definitivamente no hace falta que estemos tan cerca, aunque ninguno de los dos busca alejarse.

- Nop

- ¿Cómo sobreviviste a una pandemia aquí solo?

- Mezclas listas, comida china, arroz y carne

- Eres una vergüenza para la raza humana

- Tengo otros talentos – Digo con un encogimiento de hombros

Me mira de pies a cabeza de una manera francamente obscena.

- ¿Me vas a decir cuáles? – Me pregunta, y esas pestañas largas de muñeca caen con un ademán coqueto

Me acerco a su espalda. No la estoy tocando, pero todo mi cuerpo está alineado con el suyo.

Cuando me inclino y le hablo al oído, veo con deleite como su cuello se cubre de piel de gallina.

- Te los puedo mostrar

Ella se vuelve y me da esa mirada retadora.

La misma que me dio en el aeropuerto cuando le dije que prefería dejar mi vida privada.

La misma con la que nos despedimos cuando le dije la palabra "Cereza".

- Tengo que hacer una cosa. Sígueme un poco la corriente, ¿vale?

- Agua -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora