Juan Pablo Isaza.
Hay un pequeño momento mágico al despertar en el que la vigilia aún no llega del todo, y estás suspendido en una inconsciencia pasajera en la que no eres tú, y tu vida no es tu vida, y por un momento la realidad todavía no existe.
Pero como casi todo lo que es mágico, ese momento es muy corto.
Mientras mis párpados se separan, la realidad se asienta y soy consciente de donde estoy.
La lluvia golpea la ventana de esta habitación desconocida, y todo el ambiente parece tan gris como me siento, y hace imposible saber qué hora es.
Giro sobre mi espalda y miro al techo. Me acurruco en la manta que me cubre, porque hace muchísimo frío.
O a lo mejor se debe a que estoy solo en la cama, y mi piel siente la ausencia del cuerpo de Jess.
Siento la tentación de cubrirme la cara con la manta y esconderme de la realidad aquí, pero no tiene mucho sentido. Debería encontrar a Jess y a Villa, porque de repente un dedo helado se desliza por mi espalda solo por pensar que algo pudo haberles pasado.
Me levanto de un salto y tomo el arma que sigue en la mesa de noche. Abro la puerta cautelosamente y miro al exterior.
Lo primero que veo es a Villa dormido en el sofá de la sala, cubierto por una cobija que alguien le puso encima.
Un par de pasos más revelan la espalda de Jess en la cocina, trasteando con la cafetera.
No sé si estoy listo para enfrentarme a ella todavía, así que con un suspiro regreso a la habitación. Vuelvo a dejar el arma en su sitio y voy al baño. Reviso los estantes encuentro un cepillo de dientes nuevo. Hay un tubo de pasta dental en el mesón del lavamanos, así que rompo el empaque del cepillo nuevo y me lavo los dientes.
Lo rutinario de la acción me hace sentir extrañamente renovado, lo que también es un sentimiento irónico, poque francamente no tengo idea de cómo empezar este día.
Me miro al espejo durante un segundo, y hasta a mí me sorprende el cansancio que veo en mi cara.
Suspiro cansinamente antes de abrir la puerta del baño y regresar a la habitación.
Mi paso vacila cuando me doy cuenta de que Jess vuelve a estar en la cama, cubierta hasta la cintura con la manta bajo la cual dormimos abrazados y con una taza de café entre sus manos.
Levanta esos ojos oscuros hacia mí cuando me escucha aparecer y apunta hacia la mesa de noche en la que está el arma, junto a la que descansa otra taza de café igual a la suya.
Me acerco cautelosamente, tomo la taza y bebo un sorbo. El líquido está tan caliente y amargo como me gusta, y envía una chispa de vitalidad a mi cuerpo agotado. Ella me sigue con la mirada mientras tomo mi café. Hace lo mismo con el suyo mientras nos miramos uno al otro.
Sus ojos oscuros lucen decaídos e hinchados. Lleva el pelo extrañamente estiloso recogido en un moño alto del que se escapan algunos de sus rizos. Sé conscientemente que hemos despertado juntos un par de veces antes de hoy, pero me siento nervioso y tonto como si fuera la primera vez que me despierto junto a una chica bonita que sucede que me gusta.
- Buenos días, Woody – Me dice por fin
- Buenos días, Jessie – Le respondo con timidez
- Son apenas las 6 de la mañana y no vamos a resolver nada ahora – Señala, y luego palmea suavemente el sitio libre en el colchón junto a ella.

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- Agua -
Fiksyen PeminatTodo se cura con agua salada: sudor, lágrimas o agua de mar. Ella se convirtió en su agua salada. Y luego se fue. ...El amor es caprichoso.