Camille Kent.
"No confío del todo en ti".
Me dicen eso con mucha frecuencia.
En este preciso instante, ellos no me lo están diciendo, pero sé que lo piensan.
Ella se ve más nerviosa que él, lo que es vagamente irónico porque solo la conocía a ella.
Y la conocía como María Camila y como Camille, algo que muy poca gente puede decir acerca de mí.
Él le toma la mano con delicadeza y entrelazan sus dedos, como si ese simple gesto pudiera hacer que la defendiera de cualquier cosa en el mundo.
Por un segundo, miro mis propias manos.
Esas que no hace mucho estuvieron entrelazadas con otras manos de dedos largos y elegantes, mientras esos ojos verde amarillos me miraban y se cerraban en las esquinitas al volver risueños.
El recuerdo de su mirada brillante y esa sonrisa franca es lo único que hace que abra la boca y empiece a hablar.
"A esta historia le falta una parte", suele decir Orianna, que se da cuenta de todo.
La saña con la que el fiscal ha decidido perseguir a Diego carece de toda lógica, a pesar de que en su tiempo hubo algunos negocios entre ellos.
Y es verdad.
A esta historia le falta una parte.
Una parte que solo sabemos el Fiscal y yo.
Hasta hoy.
Me dejo caer en el brazo de un sillón frente al que ellos ocupan, en la que ha sido mi casa por los últimos 3 años.
La letra de Juan Pablo Villamil declara una lista de deseos en un tablero en la pared, que ojalá pudiera llevarme conmigo, pero no hay deseos a dónde voy.
Bebo un sorbo de la cerveza artesanal ridículamente cara que compré.
Y hablo.
Les cuento como hace 12 años, la joven Camille Kent de 19 años se enamoró de un hombre que conoció de manera ridícula en un vuelo de Boston a Texas. En ese momento era solo Kevin Daniels. Tenía 45 años en ese momento.
No teníamos nada en común.
Yo estudiaba música. Él era abogado para la Fiscalía de Boston.
Acababa de sacar adelante un caso muy notable, y se abría ante él un futuro brillante.
No teníamos que enamorarnos, pero lo hicimos.
O eso creíamos. En ese momento parecía amor. Ahora suena más como excelente química sexual y oscura seducción por el placer de algo prohibido.
No confiar en abogados es el mantra con el que fui criada, pero por él renuncié a todo lo que entendía, y creo que él hizo lo mismo, porque yo representaba todo aquello de lo que debía alejarse, tan bohemia, tan joven, tan sin norte.
Y eso que no tuvo idea de quién era yo hasta que fue demasiado tarde.
Lo seleccionaron como candidato a Fiscal General 3 años más tarde.
Era una de las personas más jóvenes en la historia de Estados Unidos en aspirar al cargo.
Pero como cualquier cargo político, debía conocer a la gente correcta, y estar apoyado por las personas adecuadas. Y eso solo se lograba con dinero.
Mi fideicomiso había sido liberado para ese momento, así que lo retiré.
"¿Para qué necesitas tanto dinero?", me preguntó mi padre.

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- Agua -
Hayran KurguTodo se cura con agua salada: sudor, lágrimas o agua de mar. Ella se convirtió en su agua salada. Y luego se fue. ...El amor es caprichoso.