1. Pastelito

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Bogotá.

Junio de 2019.

Juan Pablo Villamil.

Tengo hambre.

Verdadera, feroz y absoluta hambre.

Mi estómago gruñe haciendo eco de mis pensamientos y creo que todo el mundo en la habitación lo puede escuchar.

Esta es una de las noches más felices de mi carrera y quiero disfrutar cada momento, pero no puedo porque tengo mucha, mucha hambre.

¿Sería muy extraño si solo empiezo a comer en medio de un encuentro con fans?

Creo que sí, porque los flashes se disparan hacia mi cara desde todas las direcciones.

Me he rendido en intentar ser fotogénico, pero tampoco quiero parecer un troglodita.

Trato de volver a insertarme en la conversación cordial que Simón mantiene con una de las chicas que están aquí esta tarde antes de que posemos para su foto.

Nop. La charla cordial no me distrae del hambre.

Dios mío, que hambre. Me voy a morir.

Las chicas se acercan y me saludan. Les contesto con una sonrisa, aunque me cuesta mucho ser gentil cuando tengo hambre, pero ellas no tienen la culpa y participaron de un concurso super loco para estar aquí.

Me parece muy surreal que la gente haga ese tipo de cosas solo para vernos, así que trato de no ser una decepción.

Martín está irradiando encanto como para dejar ciega a toda la ciudad, así que lo dejo dirigir la conversación.

Las chicas han ingresado en grupos de a 3 por la última hora y media, y aunque recibir todo ese amor es tan increíble como bizarro, ahora solo quiero terminar para poder comer y alistarme para el show.

Pero sobre todo comer.

Luego de las fotos, firmas y saludos habituales, las chicas abandonan la sala.

Miro a un lado. Miro al otro.

Salgo corriendo hacia el pasillo en dirección al área común en la zona de camerinos, en donde sé que hay comida.

Pedro me grita que aún falta un grupo, pero en mi estado de inanición actual puedo comerme cualquier cosa en un solo bocado.

Visualizo la entrada al comedor en la distancia y corro más rápido.

....Y me choco de lleno con algo.

Farfullo cuando me quedo sin aire, y el objeto con el que me choqué, que resulta ser una persona, sale despedido en la otra dirección.

Las cajas que llevaba en las manos salen volando y su contenido se desparrama por el piso.

Todo pasa tan rápido que me toma un segundo darme cuenta de que acabo de arrollar a una chica.

Para ser precisos, una chica que actualmente se encuentra en el suelo susurrando una ristra de palabrotas malsonantes que harían sonrojar a un marinero. Lo que llevaba en las manos pasan a ser unas cajas de repostería llenas de unos pastelitos pequeños y bonitos que ahora están desparramados a su alrededor.

Tengo tanta hambre que siento la tentación de agarrar uno del piso, porque realmente parecen deliciosos.

- ¡Villamil! – Oigo una voz a mis espaldas

- ¡Necesito comer! – Me quejo por encima de mi hombro – Oye, lo siento, déjame ayudarte – Le digo a la chica que aún está en el piso

Levanta la mirada y su expresión adopta un aire encandilado cuando me ve.

- Agua -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora