Bogotá.
Junio de 2019.
Juan Pablo Villamil.
En contra de las protestas de todo el mundo, llego al aeropuerto a las 5:00 am.
Salgo en el vuelo de las 6 para Medellín.
He dormido un total de 4 horas para estar aquí, y no me importa.
Tengo que hacer esto.
O al menos, esa es mi intención.
Está lloviendo muy fuerte desde que salgo de mi casa.
Cuando llego al aeropuerto, el granizo empieza a caer.
No hay que ser un genio para saber que el vuelo AV9494 con destino a la ciudad de Medellín no va a salir cumplido esta mañana.
Una empleada de la aerolínea sociópatamente sonriente para esta hora me lo confirma cuando afora mi equipaje. Todos los vuelos están retrasados, aún sin hora prevista de salida.
Genial.
Con un suspiro, voy a buscar algo caliente de beber, porque los aeropuertos tienden a ser helados, y el frío de la mañana Bogotana junto con la tormenta que está cayendo parecen congelar el ambiente.
Me enrosco mejor mi bufanda alrededor del cuello mientras bajo la mirada a mi celular para avisarles a quienes me esperan acerca de este pequeño retraso imprevisto.
Las respuestas de pesar no se tardan en llegar, pero di mi palabra de que llegaría y ahí estaré, aunque ahora no sé si pueda hacerlo a tiempo.
Voy con la vista clavada en el celular, tratando de suavizar el impacto de mi retraso, así que no estoy mirando por donde voy.
Por eso, no es ninguna sorpresa cuando me tropiezo.
Hay tantos vuelos retrasados que, a pesar de la hora impía de la mañana, el aeropuerto está lleno de gente, así que tengo que hacer un super despliegue de reflejos para no irme de cara al piso.
Doy dos pasos torpes para volver a estabilizarme, mientras me vuelvo para ver qué demonios me hizo tropezar.
- Lo siento – Me excuso cuando me doy cuenta de que se trata de una chica que estaba sentada en el suelo, con las piernas extendidas frente a ella y la espalda recargada en una columna.
Estaba claramente dormida y mi tropezón la hizo despertar, porque sus ojos se separan de manera somnolienta mientras me mira y me hace un gesto de desinterés con la mano.
Lleva puesta una chaqueta de cuero y tiene la cara envuelta en una bufanda roja de tal manera que solo sus ojos quedan visibles.
Los mismos ojos que se abren con sorpresa cuando me ve.
- ¿Villa? – Pregunta, emocionada
Me tiene en clara desventaja, así que inclino la cabeza para verificar si la conozco de algún lado.
Hay una especie de ilusión en su mirada, que muere rápidamente cuando se hace obvio que no tengo la menor idea de quién es.
Ella se aclara a garganta, y creo que está algo avergonzada, pero es difícil decirlo porque toda su cara está cubierta por la bufanda.
- Quiero decir...No te preocupes. Buenos días – Me dice con cortesía.
Vuelve a recostarse en la columna en la que obviamente ha estado durmiendo.
El cierre de su chaqueta de cuero está ligeramente bajo en su pecho, y alcanzo a ver una esquina de lo que creo que es el logo de Morat en la camiseta que lleva debajo.
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- Agua -
FanfictionTodo se cura con agua salada: sudor, lágrimas o agua de mar. Ella se convirtió en su agua salada. Y luego se fue. ...El amor es caprichoso.