28. Dar es dar

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Juan Pablo Isaza. 

4 horas más tarde he aprendido varias cosas.

La primera, es que hay todo tipo de personas en la cárcel, pero todas sin excepción parecen felices de ver gente nueva.

Orianna y Jess se sientan en unos cubículos en la esquina del patio a hablar de temas legales con las reclusas.

La abogada me indica que puedo quedarme por ahí, y solo charlar con quien quiera antes de que sea el momento de subirme a cantar, algo que termina ocurriendo pasado el medio día.

Así que me siento en unas gradas de la cancha de baloncesto y me pongo a tocar la guitarra distraídamente.

La primera mujer que se me acerca es Tatiana. Me entero de que tiene 21 años. Está en la cárcel porque su novio le pidió que llevara en su bolso un paquete, y la detuvieron afuera de una discoteca con él. Resultó ser una bolsa con dos kilos de coca. Nunca tuvo idea de lo que estaba transportando. La condenaron a 2 años.

Me reconoce y me pregunta si puedo cantarle algo. Le pregunto cuál canción y me dice que todas las de Morat le gustan, así que le canto Acuérdate de mí.

Cuando estoy cantando se acerca Alisson. No tiene la menor idea de quién soy, pero le gusta mi voz, y se alegra por oír la música. Tiene 28 años. Era enfermera y la condenaron por mala praxis. Dice que tuvo la culpa de lo que la acusan de hacer, pero sabe que su condena es exagerada solamente porque es pobre. Le dieron 10 años. Lleva 5. Nunca le han dado la oportunidad de ir a juicio para apelar. Tampoco le han ofrecido reducción de pena por buena conducta. Le digo que vaya a hablar con Ori y dice que lo hará, pero luce desmotivada, como si ya no esperara nada bueno.

Después llega Andrea, la compañera de celda de Alisson. Su padrastro violó a su hermanita de 8 años y ella lo mató. No se arrepiente de nada. No le importa estar en la cárcel. Le dieron 25 años de pena y apenas lleva 3. Su hermanita viene a visitarla todos los fines de semana. Es una niña sana y feliz. Desearía estar con ella y la extraña profundamente, pero volvería a hacer lo que hizo.

Las tres se quedan conmigo y me preguntan cosas acerca de mí. A dónde he viajado. Que lugares he visto. Por qué vine hoy.

A medida que voy hablando, más y más chicas se nos acercan para escucharnos y opinar. Todas se ríen y hacen chistes entre ellas. Debe haber unas 15 mujeres a mi alrededor, de todas las edades y con una infinidad de historias que hacen que mis dedos piquen de ganas de escribir.

Algunas eran ricas antes de estar aquí. La mayoría eran pobres. Algunas dejaron hijos y familias afuera. Algunas están solas. Unas quieren saber si conozco China. Otras si me sé canciones de vallenato. Toco para ellas todo lo que puedo, y las veo florecer al oír la música.

Estamos en eso cuando se nos acerca otra chica. Sé que tiene que ser mayor de edad para estar acá, pero parece tan joven que remueve algo en mi interior, porque de inmediato pienso en mis hermanas. Trae algo envuelto en una mantita que al principio creo que es un perro (porque soy un imbécil), pero cuando se acerca, me doy cuenta de que es un bebé.

Ella viene directamente hasta mi lado y me mira con una expresión de nostalgia enorme.

Ha habido dos guardas paradas detrás de mí todo el tiempo. La chica levanta la mirada hacia una guarda y luego hacia mí.

La guarda que está a mi derecha hace una seña con la cabeza, como animándola.

- Hola – Me dice la chica tímidamente

- Hola – Le respondo con una sonrisa, aunque mi corazón se siente pequeño

- Soy Denise

- Agua -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora