Juan Pablo Isaza.
Entro en puntas de pies a la habitación.
Pongo el arma en la mesa de noche con el cañón apuntando hacia la pared, porque si quiera sostenerla en mis manos me parece aberrante y horrible, pero es lo único que tengo en mi poder para defendernos en este momento.
No creo que de verdad sea capaz de usarla, aunque quien sabe.
A veces, la desesperación nos hace valientes.
Me quito los zapatos con un puntapié y me dejo caer en la almohada junto a Jess.
Nos separa una distancia respetable, a pesar de que hemos dormido en la misma cama muchas veces en el pasado y esto no debería ser raro, de algún modo lo es, y me enoja un poco estar pensando en mis sentimientos estúpidos mientras el mundo se desmorona.
Giro de lado para ver su cara. Sus pestañas ultralargas de muñeca descansan sobre sus pómulos altos, y su piel cobriza luce viva y hermosa a pesar de todo. Tiene rayones de rímel corriéndole por las mejillas, pero de todos modos me parece hermosa.
¿Cómo puede ser que no han pasado ni 8 horas desde que se recostó en mi cama y me pidió ir a esa fiesta?
¿Cómo pudo torcerse la vida de manera tan dramática en tan poco tiempo?
Cierro los ojos, pero por supuesto el sueño no llega, a pesar de que estoy agotado, porque mi cabeza no para de bombardearme con pensamientos turbulentos.
- ¿Woody? – Escucho que pregunta ella en voz baja
Mis párpados se abren de golpe. En cuanto ve que estoy despierto, ella se arrastra en mi dirección y se recuesta en mi pecho.
La envuelvo entre mis brazos con cuidado, y apoyo mis labios cariñosamente en su cabello.
- Duérmete, Jessie – Le pido
Ella mueve las manos exageradamente para cubrirnos a ambos con la manta, y luego termina de extenderla por encima de mí con sus pies.
Su pierna queda por encima de las mías, y la deja ahí.
Trago saliva.
- Podríamos habernos muerto, Woody – Susurra, y siento su aliento contra mi cuello
- Estamos bien, Jessie. Trata de descansar. Estoy contigo
- ¿Me puedes hacer un favor, Woody?
- ¿Cuál?
- Dime cuál canción me ibas a cantar esa última noche – Susurra
Su cuerpo se amolda contra el mío de manera natural.
Estoy acostumbrado a que las mujeres sean mucho más pequeñas que yo, pero su cuerpo parece tocarse con el mío en toda su extensión, como si fuéramos fichas compañeras de un rompecabezas de solo dos piezas.
Ella se acurruca contra mí, y nuestras caderas se tocan.
Suspiro.
- Agua – Le respondo con una voz casi inaudible
- ¿Me la cantas? – Pregunta, y siento sus labios apoyarse en mi cuello en un beso fugaz.
Me aclaro la garganta.
Dejo que mi brazo caiga a su cintura porque, aunque nunca hemos dormido tan enredados como estamos ahora mismo, se siente natural y seguro, como si fuéramos lo único firme en medio de un mar embravecido.
¿Cómo quieres ser mi amiga?
Si por ti daría la vida
Si confundo tu sonrisa
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- Agua -
FanfictionTodo se cura con agua salada: sudor, lágrimas o agua de mar. Ella se convirtió en su agua salada. Y luego se fue. ...El amor es caprichoso.