54. Epílogo: Parte II

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Agosto, 2025.

Upper East Side, Nueva York.

Isaza se ríe cuando ella sacude los brazos a ciegas tratando de palpar algo.

Tiene los ojos vendados con un pañuelo, y aunque él la sostiene por la cintura para guiarla, ella sigue tratando de palpar algo tercamente para saber dónde están.

Le cuesta mucho ceder el control. Le cuesta todavía más estar, literalmente, a ciegas.

Él sigue sintiéndose muy orgulloso de que le permita ese tipo de regalos a él.

- Vamos al Eleven Madison Park, ¿verdad? Salió número 1 en la Guía Michelín este año y....

- No. Te llevaré a comer Bagels en la calle en Brooklyn, porque soy un artista arruinado – La interrumpe él

Ella manotea como una foca borracha, hasta que por fin lo encuentra y le pega.

Isaza se ríe.

Le pidió que se pusiera ese vestido color vino en particular.

Ella sabe que solo cosas buenas pasan cuando él la quiere ver en ese vestido.

Excepto que antes de salir del hotel, él le vendó los ojos con un pañuelo blanco de seda, y la ha oído lanzar suposiciones acerca de a dónde la lleva todo el camino en coche, y ahora que por fin han llegado a donde sea, ella está más ansiosa aún.

- Eres rico, no puedes ser tan tacaño con tu novia – Reniega ella

Él suelta una risita y le da un beso en la mejilla.

Dejan de caminar.

Ella siente los dedos largos y hábiles de él desatando el nudo del pañuelo en la parte de atrás de su cabeza.

Parpadea lentamente para ajustarse a la potente luz blanca cuando el pañuelo cae.

Abre la boca.

La vuelve a cerrar.

Están en la sección de calzado de Saks en la Quinta Avenida.

Para ser precisos, están frente a un estante en el que todos los zapatos son tacones blancos.

Están los Louboutin con pulsera de perlas, los Valentino con apliques plateados y esos Ferragamo de puntera estrecha forrados en seda.

Todos son tacones de ediciones especiales para bodas.

Isaza gira para verla frente a frente y le sonríe.

Está radiante y hermoso con un pantalón de vestir, un blazer oscuro y el sombrero negro en el que a ella más le gusta verlo. Sus ojos parecen brillar como estrellas, y verlo tan feliz e ilusionado hace que el pecho de ella se encoja por el increíble amor que sigue sintiendo por él y que solo parece crecer con los años.

- No puedo ser tacaño con mi novia – Está de acuerdo él – Así que....¿Qué piensas acerca de convertirte en mi esposa?

A ella le burbujea una risita mientras se cubre la boca con una mano.

Él se inclina ante ella, y en lugar de sacarse un anillo del bolsillo o algo típico como eso, toma los Prada de su colección de novias de la primavera pasada. Rodea cariñosamente la pantorrilla de ella con sus dedos con callos de músico, y luego desliza sus dedos hasta su tobillo, en donde procede a levantarle el pie con delicadeza y le quita los tacones que ella tiene puestos.

Le calza suavemente los zapatos de novia, y deja un besito en su empeine cuando termina.

Ella lo deja hacer mientras lágrimas de alegría le caen por la cara.

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