Capitulo 34

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Kenia tenía migajas de pan y azúcar al rededor de la boca, sus ojos marrones tenían pequeñas líneas doradas de las que apenas caía en cuenta Zoé.

Ahora que lo pensaba, nunca había visto con detenimiento a la pequeña, tenía las mejillas regordetas y tenía unos preciosos labios gruesos para una boca tan pequeñita, pestañas tan tupidas que abanicaba con gracia, era una niña preciosa. Sintió la pesadez de nuevo acumularse en su estómago y pecho, ¿Cómo podía odiar ha tan lindo angelito? al que se le humedecieron los ojos al verla e hizo más pequeña esa boquita.

—Hola Zoé —saludo la pequeña con timidez pero que tenía una entonación temerosa. No había hecho nada malo, se había mantenido lejos de su habitación como lo había prometido, lo que era tremendamente difícil pues la amiga de Zoé había regresado sus cosas, sus juguetes y ropa estaban ahí solitos sin que nadie jugará con ellos.

Zoé suspiro esto iba a ser difícil pero tenía que hacerlo.—¿Cómo has estado Kenia? —. Empezó por algo sencillo y amable, tal vez demasiado amable, pues la pequeña se mostró sorprendida.

—Bien... creo ¿Tú estás bien?—. De verdad era tan raro mostrar interés por ellos.

—No del todo, pero, por eso quería hablar contigo. Recuerdas el día en que pegaste goma de mascar en mi cabello...

—¡Pero ya me disculpé! —se apresuró la pequeña, no queriendo pelear con Zoé de nuevo por ese accidente.

—Lo sé. Lo hiciste como cien veces y acepto tus disculpas, perdona si no lo hice antes—. ¡Huy! se sintió mal ver a la pequeña asustarse, realmente era un monstruo sin la necesidad de un akuma—. Solo... —suspiró, era hora de la verdad—. ¿Quería saber que hacías en mi habitación?.

—Jugar —respondió la pequeña con una simpleza y un encogimiento de hombros que no satisfizo la curiosidad de Zoé.

—Simplemente eso. Tienes juguetes bonitos en tu cuarto, juegas en la sala y hasta en el cuarto de bañó ¿Por qué a pesar de que te he podido que no entres a mi habitación no me has hecho caso?—. La pequeña, desvío la mirada del móvil apoyando en el cartón de leche para mirar a su mamá que estaba junto a Charly escuchando con atención, que era lo que se decían, la pequeña buscaba el apoyo de su mamá, sentía que la estaban acusando de nuevo, no había hecho nada malo sentía que Zoé estaba molesta con ella, otra vez, iba a llorar.

—No, Kenia por favor cálmate — empezó a decir Zoé con desesperación. ¡Ay no! !Qué había hecho! los ojitos de Kenia se humedecieron rápidamente y en santiamén era un pequeño desastre de lágrimas y mocos—. Kenia para, n-no, no estoy molesta...yo-yo... ¡Perdóname!—. También iba a llorar, como era posible que pudiera hacer sentir mal a una niña a larga distancia, tan mal la había tratado, que mala persona era.

La pequeña se detuvo, ¿Había oído mal?, no,  estaba segura que escucho a Zoé disculparse pero ¿Por qué?.

—¿Perdón...? —hipido—¿Tú...? —hipido—¿Por qué? —sollozo.

—Por hacerte llorar. Soy una mala persona, la peor persona del mundo, con razón están tan felices sin mi —modo drama queen activado—. Debería tirarme de la torre Eiffel, o hundirme en el Sena, o dejar que esa parvada de palomas me lleve muy lejos — dijo mirando a un hombre que alimentaba con pan a las aves cercas de dónde estaba—. ¡Soy la peor persona de este mundo! —lloró.

—Eso no es cierto, yo creo que tú eres la mejor hermana del mundo—. Zoé detuvo su drama de inmediato al oír las dulces palabras de la niña que se tallaba los ojos con sus pequeños puños.

—Soy horrible y siempre he sido muy mala contigo. Nunca he intentado conocerte, ni un poquito, creo que no se ni la fecha de tu cumpleaños.

—Fue hace como tres semanas —sollozo la pequeña—. Ya no soy una mocosa de seis años, ahora soy una mocosa de siete —dijo con orgullo, usando el apelativo que Zoé siempre había usado con ella y ahora que lo oía, Zoé, cayó en cuenta que no debió jamás llamarla así

ZoéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora