-Capítulo 1-

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DOS DÍAS ANTES DEL COMIENZO DE LOS JUEGOS

ABIGAIL

El día ha amanecido soleado y sin ninguna nube, al igual que todos los días en Douryn. Abigail nota como una mano se posa en su hombro y tras recibir varias caricias acompañadas de una suave voz reconoce a aquella persona que la ha despertado de su sueño.

-Señorita Abigail, despierte.

-¿Qué pasa Sarah?

-Sus padres dicen que una señorita como usted no debe dormir hasta tan tarde.

-Pues dile a mis queridísimos padres que yo hago lo que quiera.

-Pero señorita, no puedo hacer eso... Me matarían con tan sólo chasquear los dedos.

Una expresión de preocupación se dibuja en el rostro de la joven, lo que hace que Abigail sonría para transmitirle tranquilidad a su dama.

-Era broma Sarah.

Abigail se da la vuelta hacia la pared, quedando así de espaldas a la chica.

-Señorita, sus padres también quieren hablar con usted sobre los juegos que se celebran este año...

Esa información hace que Abigail se despierte de un salto. La chica se despega de sus sedosas sábanas y se levanta corriendo de la cama. Sarah la detiene.

-Señorita, debe bañarse antes de ir al encuentro con sus padres.

-¿Y tienes que acompañarme? ¿No puedo hacerlo yo sola?

-Si sus padres se enteran me matarían.

Abigail se calma un poco y procede a esperar a que Sarah le prepare el baño.

-¡Ya puede entrar!

La joven entra al baño y lo encuentra de la misma manera en la que su dama lo prepara siempre. Abigail entra, se quita la ropa y se mete en la bañera. El agua tibia consigue que un temblor recorra el pálido cuerpo de la chica, una sensación que le encanta. Deja que Sarah le enjabone el cuerpo para luego aclararlo con agua. Luego Abigail se coloca una toalla rodeando su delgado cuerpo y se coloca frente al espejo para que Sarah le peine y le seque el blanco cabello. Sarah pasa el peine repetidas veces por el pelo de Abigail pero se detiene.

-¿Pasa algo Sarah?

La joven se fija en que su dama se había quedado parada mirándole los ojos a través del espejo.

-¿Sabe, señorita? Nunca me cansaré de ver sus increíbles ojos grises.

Abigail ríe.

-Sarah, tú también tienes los ojos grises.

-Sí, pero los míos son de un gris más oscuro, los suyos son de un gris más blanquecino...

Abigail suelta una risa y Sarah sigue peinandola hasta que el pelo queda totalmente liso y sedoso. Abigail se gira para darle las gracias a Sarah por haberle ayudado y luego se dirige hacia la puerta del lavabo para salir e irse a ver a sus padres. Cuando sale al exterior de la habitación mira impresionada las paredes del largo pasillo del castillo de Douryn. Tanto las paredes como el suelo son de color marfil y están decorados con tonos dorados y plateados. Abigail camina haciendo que el sonido de sus pasos se escuchen por todo el lugar hasta llegar a una gran puerta, la cuál la separa de sus padres. La joven toca la puerta con sus nudillos y tras escuchar como su padre le da paso entra empujando con todas sus fuerzas la puerta.

Lo que se encuentra al otro lado no le sorprende en absoluto. En medio de la pequeña sala se encuentra una mesa con una silla, donde está sentado Hefesto Dudras, su padre. Al lado de éste, de pie, está Deméter Dudras, su madre. A cada lado de la Sala hay tres soldados, que esperan a recibir una nueva orden sin mover ni un sólo pelo.

Hefesto le hace una señal a Abigail para que se acerque a ellos y la joven obedece.

-Dime padre, ¿qué desea?

-Verás hija... -Hefesto mira a su mujer con cierta preocupación y ella asiente para que diga lo que tiene que decir.- Sabes que este año son los juegos, ¿no?

-Sí, lo sé.

-Pues bien, tu madre y yo hemos decidido por fin quién participará este año para defender a Douryn. Yo debo recalcar que no estoy de acuerdo con la decisión pero tú madre ha insistido en hacerlo. -El padre de Abigail para de hablar sin saber cómo decir lo que quiere decir, pero al fin lo hace.- Abigail, queremos que seas tú la que participe este año en los juegos y traigas el poder y la gloria a Douryn.

Abigail se queda congelada. No sabe como responder a aquella petición, pero sabe que sí o sí deberá aceptar para no decepcionar a sus padres. Al notar el silencio de su hija, Deméter habla.

-Hija, queremos que vayas tú para que así todo el mundo vea que una mujer también puede ganar. Además creemos que es lo más adecuado ya que así podrás vengar a tú hermano Nikolaus, que murió en los anteriores juegos.

Los ojos de Abigail se cristalizan al recordar a su hermano. Nikolaus luchó hasta el final pero no logró ganar. Se dice que murió por algún veneno que ingirió de alguna fruta o planta, pero realmente nadie sabe que fue lo que causó su terrible muerte.

-Padre, madre, no sé si seré capaz de ganar. Apenas sé defenderme, no duraré ni hasta la primera noche. Creo que lo más sensato es buscar a otro participante que sea más fuerte y ágil que yo.

Hefesto sé gira hacia su mujer y le dedica una mirada cargada de lo que Abigail interpreta como rabia.

-Mira Abigail, voy a intentar estar lo más calmado posible al decirte esto... -Hefesto suspira y luego se levanta de su silla y se dirige hasta su hija. Tan sólo unos pocos centímetros separan el rostro de Abigail del de su padre.- Vas a participar en esos dichosos juegos o no volverás a pisar este castillo. ¿Lo entiendes? Irás y ganarás. No te lo repetiré más veces, o participas o te juro por los dioses que no te vuelvo a reconocer como mi hija y te quedarás fuera muriéndote de hambre porque, créeme, nadie quiere a una cobarde viviendo es su hogar.

Abigail aprieta los puños para contener toda la rabia que le recorre el cuerpo pero no consigue aguantarse y hace algo que poca gente se ha atrevido a hacer: llevarle la contraria a Hefesto.

-Participaré si me decís de una vez la razón por la que Nikolaus murió. Y no me digas que fue por un veneno o algo que le atacó porque ese cuento no se lo cree nadie.

Sin ella esperarlo la mano de su padre acaba formando una gran mancha roja en su mejilla y del dolor Abigail se queda de rodillas sobre el frío suelo.

-Hija, nunca aprenderás... Eres una desagradecida que no sabe valorar las oportunidades de la vida. Te ofrecemos ir a los juegos para que puedas conseguir un poco más de fama y que seas reconocida como la ganadora pero tú te niegas a aceptar la propuesta. Además, esto ha sido una decisión de tu madre ya que lo que yo opino es que ninguna mujer debe ir a jugar, prefiero que os quedéis en casa haciendo tareas de mujeres, pero ella me insistió y yo accedí. Quiero que me escuches atentamente y ni se te ocurra decir nada más: mañana irás a prepararte y al día siguiente entrarás en los juegos para ganar el poder que nos pertenece.

Abigail se levanta con las piernas temblando y, sin mirarle a los ojos a su padre, sale de la sala preparándose para lo que le espera.

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