CAPÍTULO 42 - AURA DE FELICIDAD

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—Buenos días, Arturo, ¿Qué te trae por aquí? —dijo Dolores la ver al chico en la puerta de la casa.

—Hola, mi mamá ha hecho esto para el bebé —dijo Arturo dándole una bolsa.

—Oh, no hacía falta... —dijo Dolores agarrando la bolsa y viendo que era una especie de gelatina, algo que podría comer el pequeño Víctor sin problema.

—No es molestia, lo ha hecho para que no llore, ha dicho que lo hacia para mi cuando era pequeño y que no lloraba nunca.

—Vaya, pues lo probaré, muchas gracias.

Tras eso Arturo se alejó mientras Dolores subía a su habitación y ponía en la boca del pequeño Víctor una de esas gelatinas para que chupase un poco haciendo que cualquier persona que tuviese Don, al acercarse a él, lo anulase.

Un rato después, Bruno y Camilo llegaron a casa, no vieron a Dolores por lo que supusieron que ya sabría que estaba todo arreglado y había ido con el bebé.

—No ganamos para disgustos —dijo Bruno.

—Si...

Entraron en la cocina donde se sentaron a la mesa a descansar, el mayor miraba al chico que desde hace un rato tenia un semblante algo decaído.

—¿Qué te pasa?

—Es que me resulta raro lo de Arturo... no es el típico chico que hace algo para que su madre lo castigue.

—A lo mejor no lo hizo con mala intención, pero su madre se enfadó; no podemos saber que pasa en cada casa —dijo Bruno intentando animar al chico.

—Lo se...

Hubo un pequeño silencio, pero Bruno lo rompió.

—Y bueno, ¿Qué día quieres que nos casemos?

Camilo desvió la mirada hacia el de forma rápida, por un momento se le había olvidado todo, una felicidad abismal le recorrió el cuerpo.

—Por mi me casaba ahora mismo.

Bruno rio.

—Y yo, pero se lo tenemos que decir al resto y al menos preparar algo.

Camilo esbozó una sonrisita y se levantó de la silla para acercarse al mayor, se sentó en su regazo y lo miró la los ojos mientras rodeaba su cuello con los brazos y pegaba su frente a la del mayor.

—Te amo.

Bruno soltó una risita de medio lado y rodeo la cintura del chico.

—Yo a ti mucho más.

Tras eso, sus labios se juntaron en un tierno y húmedo beso. Y se separaron justo a tiempo en que la familia comenzó a llegar y tras unos minutos todos estaban sentados a la mesa para comer, tiempo que pasó sin ningún contratiempo, comentaron lo sucedido esa mañana y el ataque a Lucas por parte de los animales.

—Camilo —dijo Alma —podrías invitar al joven Fernández a cenar para demostrarle nuestras disculpas por el incidente.

—Vale —dijo Camilo — ¿puede venir Arturo también?

—Claro, ya me contaron que ahora viven juntos.

—Si... —dijo Bruno ya que suponía que Julieta no le había contado todo a su madre.

—Esta tarde iré a avisarle.

Horas después, Camilo reunió a sus primas en la habitación de Isabela, también llamó a sus hermanos y Mariano.

—¿Qué pasa ahora? —dijo Luisa —¿Quién se ha hecho daño?

—No es nada de eso.

—Ya, seguro... ¿otra vez os habéis peleado? —preguntó Isabela.

—¡Que no!

—Ya, dejadle hablar —dijo Mirabel.

—Gracias, pues... os he juntado para deciros que... Bruno me ha pedido que me case con él —dijo el chico enseñando el anillo.

Por un momento se produjo un silencio sepulcral, menos por parte de Dolores que ya lo sabía, pero al momento multitud de plantas comenzaron a salir alrededor del chico y Luisa corría hacia el para abrazarle, mientras un aura de alegría cubría a todos los allí presentes.

—Felicidades —dijo Mirabel que también se había acercado a su primo para darle un abrazo.

—¿Y cómo lo vais a hacer?, no podéis casaros legalmente —-dijo Mariano.

Camilo se liberó de las muestras de cariños de todos allí y se aclaró la garganta.

—Queremos hacer algo simbólico, no será oficial, pero será para nosotros.

—Me parece la mejor idea —dijo Isabela con cara de emoción —yo quiero organizarlo todo.

—Si, si y yo quiero haceros la ropa —dijo Mirabel.

—De hecho, contaba con ello —dijo Camilo.

Pasaron allí bastante tiempo pensando y proponiendo ideas, hasta que la tarde se cernió sobre la casa, disculpándose, Camilo se ausentó y salió de la casa, ya que iba a avisar a Lucas y Arturo que su abuela los había invitado a cenar.

El camino fue corto, iba a paso rápido, tenia ganas de ver a Arturo para ver si su madre le daba permiso, algo que no había pensado, pretendía intentar convencer a su madre de que le dejase. O si era necesario usaría su Don para que lo hiciese.

Llegó a la casa y tocó la puerta, pasaron unos segundos hasta que Lucas abrió la puerta sorprendido de ver a Camilo allí, fue hábil y no abrió al puerta del todo, ocultando su lado izquierdo de la cara, lo justo para poder cambiar el color de su ojo.

—Camilo... ¿Qué te trae por aquí?

—Venia porque mi abuela os ha invitado a ti y a Arturo a cenar a casa para disculparse del incidente de esta mañana.

Lucas lo miró.

"No quiero cenar con esa vieja"

—Claro, sin problemas —dijo Lucas con una sonrisa —allí estaremos.

—¿Habrá algún problema con Arturo que está castigado? —preguntó Camilo intentado mirar dentro de la casa, pero el cuerpo de Lucas ocultaba el recibidor.

—No habrá ninguno, yo la convenzo.

—Vale muchas gracias.

Lucas sonrió y miró la boca del chico.

"Ese día me rechazaste, la próxima no tendrás esa opción"

—Hasta luego.

Camilo se puso rumbo a la casa, quiso ir un poco mas despacio, paseando mirando a todas partes, se sentía bien, tranquilo, cómodo, feliz; estaba viviendo el momento mas feliz de su vida, por lo que no tardó en oír una pequeña voz en su cabeza.

"No te lo mereces"

—Si, me lo merezco —dijo en voz baja sin detenerse y con mirada decidida —Bruno me quiere y dijo que no iba a permitir que nada ni nade nos vuelva a separar y yo le creo.

Camilo se llenó de determinación y caminó hacia Casita, habiendo eliminado esa voz de su cabeza para siempre.

"Te ha mentido"

El Camaleón que no Podía Cambiar de Color (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora