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- ¿Me vas a besar hoy, o tampoco? - la pelinegra solamente le miraba a los ojos, como si fuera lo más hermoso del mundo, nada le importaba ni siquiera el lugar donde estaban, eran ellas dos y nada más.
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- ¿Sabes? Te merec...
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(...)
- Él sabe cómo jugar -
Blaise y Lyra habían estado solo unos minutos separados del grupo, observando aquella pequeña esfera con atención y escuchando las palabras de la persona dentro de ella.
Un arma que él mismo creo en base de un error. La primera muerte no la provocó, la segunda la desató, pero la cuarta fue la que lo comenzó.
¿Qué significaba todo eso?
Claro que no tenían tiempo de buscarlo, pues tan pronto se dispusieron a regresar con el grupo, escucharon una voz... La voz de una mujer. Caminaron con las varitas en alto, de una manera silenciosa para no ser escuchados por ninguno de los presentes.
- Bellatrix Lestrange - escucho el murmuró de Neville
Abrió los ojos como platos, sorprendida por la presencia de Bellatrix ahí, sabiendo que ella era una fugitiva y que había logrado entrar al ministerio sin ser detectada.
- ¿Neville Longbottom? - escucho decir a Bellatrix - ¿Cómo están mamá y papá? - dijo con evidente burla
- ¿Cómo está tu señor? - sin poderlo evitar, llamo la atención de Bellatrix, haciendo que está junto con Lucius e incluso los chicos se fijarán en ellos
- Pero si es la pequeña traidora... Black - respondió Bellatrix con una pequeña sonrisa malicioso
- Podré ser una "traidora" - hizo comillas - para las personas como tú, pero al menos soy pura - dio un paso - Algo que Voldy no puede decir - se le dibujo una sonrisa sarcástica en su rostro
- ¿¡Te atreves a decir su nombre!? - espero molesta Bellatrix
- ¿Cuál? ¿Voldy? - ladeó la cabeza fingiendo confusión - ¿O prefieres calvo sin na... -
Se detuvo cuando sintió la varita de Bellatrix, justamente debajo de su mentón. Mantuvo el agarre de su varita en lo alto, apuntando al rostro de Bella mientras Blaise también le apuntaba.
- ¡Par de traidores! - grito Bellatrix con molestía - Debería matarlos ahora mismo - presionó más su varita sobre el mentón de la pelinegra
- La diferencia entre tú y yo, es que yo no digo las órdenes de un calvo - escupió fingiendo no sentirse aterrada.
Aunque por dentro se estaba orinando y podía jurar que sus piernas estaban temblando del miedo que sentía en ese momento. Estaba tentando a la muerte y sabía que no debía jugar con ello.
