Engaños I

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Pov Draco

Era como si lo sintiera desde lo más profundo de mis entrañas. Mi corazón gritaba que algo muy malo iba a suceder. Mis instintos también se habían agudizado. El tiempo corría en contra mío y necesitaba regresar al castillo lo antes posible, pero con estos chiquillos... Las cosas no fueron mucho mejor, cuando escuché el silbido del hacha rasgando el aire. Mi mente quedó en blanco. Los otros tres no se veían mucho mejor. Los últimos rayos del sol arrojaron una luz carmesí con motas naranja sobre los terrenos, las sombras de los árboles parecían hacerse más grandes y la situación se tornó aún más tensa cuando escuché el aullido de dolor del señor Hagrid.

Mi mente evocó las imágenes sangrientas de los niños de Hogwarts. Un nudo se formó en mi garganta, porque podía imaginar lo horrible que debió ser el destino del hipogrifo, tratado como una bestia salvaje y ser sacrificado como un pollo. No hubo justicia en las acciones del ministerio, pero también fue a causa de los malos deseos de un mocoso mimado.

-¡Hagrid! -Potter me empujó para darse la vuelta, Weasley y Granger lo contuvieron por los brazos.

-No podemos -dijo Weasley, blanco como una pared -. Se verá en un problema más serio si se descubre que los hemos ido a visitar...

Weasley por primera vez hablaba con sentido común.

-Potter debes de calmarte - susurré -, no puedes hacer nada para cambiar las cosas, si regresas a ver al señor Hagrid, solo lo meterás en más problemas...

Granger respiraba de forma irregular.

-¿Cómo... Han podido...? -pregunto jadeando, como si se ahogase -. ¿Cómo han podido?

-Vamos -dije tomando de la mano Granger, quien temblaba.

Weasley también empujó a Potter a emprender el camino de regreso.

Emprendimos el camino hacia el castillo, andábamos muy despacio y pegados como sardinas para no descubrirnos. La luz del día se apagaba. Cuando llegamos a campo abierto, la oscuridad se cernía sobre nosotros como un embrujo.

-Scabbers, estate quieta -. Cuando Weasley susurró aquello, mi corazón tembló.

Weasley se llevó la mano al pecho, la maldita rata se retorcía como loca. Weasley se detuvo, obligando a Scabbers a que se metiera del todo en el bolsillo.

-¿Qué te ocurre, tonta? Quédate quieta... ¡Ay! ¡Me ha mordido!

-Shh... -dije molestó y mortalmente pálido.

-¡Ron, cállate! -susurró Granger -. Fudge se presentará aquí dentro de un minuto...

-No hay manera

Scabbers estaba aterrorizada, ¿Y cómo no lo estaría? Sabiendo lo que sé, esa maldita alimaña quería escapar y solo tenía que presenciar todo en silencio.

La maldita rata se retorcía con todas sus fuerzas, intentando soltarse de Weasley.

-¿Qué le ocurre?

Pero vi al gato de Granger. Crookshanks se acercaba a nosotros sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos destellando en la oscuridad. No estaba seguro si el gato nos veía o podía orientarse por los chillidos de la maldita rata.

-¡Crookshanks! - gimió Granger -. ¡No, vete, Crookshanks! ¡Vete!

Pero el gato se acercaba más...

-Scabbers... ¡No!

Demasiado tarde... La rata escapó por entre los dedos de Weasley, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks se lanzó tras el roedor, y antes de que el amigo del grandísimo tonto lo pudieran detener, Weasley se salió de la capa y se internó en la oscuridad.

Draco Malfoy y el mundo mágico IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora