Capítulo 9.

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Me miré en el espejo del cuarto del Havana y me tiré del borde del vestido. Era un modelo rojo con cuello halter que me llegaba por la mitad de los muslos y que se ceñía a mis pechos; el tipo de ropa que no pensaba permitir que se pusieran mis hijas hasta que hubieran cumplido veintiún años.

— Paula, ¿no crees que esto hace que parezca una buscona? —Me di la vuelta y fruncí el ceño al ver el profundo escote que mostraba la prenda por detrás—. Es demasiado revelador.

— ¿Demasiado revelador para qué? ¡Estás genial, Poché! Si poseyera esas piernas, también las estaría enseñando. ¿Va a venir tu jefa?

Negué con la cabeza.
— No lo sé. Me ha explicado que tenía una reunión a última hora.

—Bueno, espero que venga. Debo conocer a la mujer que consigue que te sonrojes.

— ¡No consigue que me sonroje!

Paula hizo un mohín con los labios como queriendo darme a entender «Lo que tú digas...». Todavía me sorprendía que no hubiera conocido a nadie con quien establecerse. Era guapa, tenía un negocio propio y todo hombre que la conocía parecía encantado. A diferencia de mí, estaba feliz por haber cumplido cuarenta y un años, y juraba que prefería tener cuarenta que veinte.

—¿Vamos a estar aquí todo el día, Poché? Ya sabes que a Mari no le gusta quedarse sola demasiado tiempo.

Me miré una última vez antes de seguirla hasta el salón.

Nos acercamos a la mesa que habíamos reservado, pero Mari no estaba allí. En ese momento se aproximó un hombre con un esmoquin blanco. —¿Están ustedes invitadas a la fiesta de María José Garzón?

— Sí. Yo soy ella —repuse.

— Es un placer conocerla, señorita Garzón. Acompáñeme, por favor. —

Sonrió—. Sentimos mucho no haberles ofrecido la mesa correcta cuando llegaron. Por favor, perdone.

Me encogí de hombros ante el gesto interrogativo de Paula y seguimos al hombre hasta un ascensor de cristal que llevaba a un balcón que daba a la pista de baile de mármol.

Nos condujo a una lujosa mesa vip en un rincón, donde Mari ya estaba bebiendo un Cosmo con una sonrisa.

—Os he pedido que no os gastarais demasiado dinero en mi cumpleaños. —Me senté y las miré a ambas—. ¿Por qué habéis...?

— ¿Crees de verdad que alguna de nosotras se gastaría miles de dólares en una mesa vip para una noche? —se burló Mari—. Creo que han confundido tu nombre con el de otra persona, pero pienso beber todo lo que pueda hasta que lo descubran.

— ¡Y yo! —Paula cogió una copa—. Poché, bienvenida por fin al club de los cuarenta. ¡Es el mejor club que hay!

Brindamos mientras nos reíamos.

Los camareros continuaron rellenando nuestras copas mientras hablábamos, y nos trajeron también bandejas con deliciosos aperitivos. Insistieron en que probáramos las especialidades más exóticas, que solo estaban disponibles mediante reserva.

Me pregunté cuánto costarían esas bebidas y los entrantes, mientras esperaba que no incrementaran demasiado la cuenta al final de la noche.

— No se preocupen por eso —nos respondían cada vez que preguntábamos—. Está más que incluido.

— Bueno, pues la semana pasada eché un polvo en el zoológico. —Mari dejó la bebida sobre la mesa—. Os aseguro que podría morir sin probarlo. No sé si follar justo delante de la jaula de la jirafa puede ser catalogado como emocionante.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora