Capítulo 41.

5.8K 268 3
                                    

Por los altavoces se oía el sonido de las teclas del piano cuando Daniela me hizo girar a su alrededor hasta detenerme delante de ella.
—Primero... —dijo mientras me miraba a los ojos—, debemos averiguar si posees sentido del ritmo o no.

Me cogió entre sus manos y me movió siguiendo la música, pero no pude acompasarme con los acordes. A cada paso que ella daba, yo retrocedía; cuando se movía a la derecha, yo me movía torpemente hacia la izquierda.

—Y es evidente que no... —se rio.

La solté y crucé los brazos. Nunca se me había dado bien el baile; mi madre había renunciado a enviarme a clase de ballet cuando cumplí cinco años. Incluso había bromeado una vez, diciendo que Andrea y Lucia debían de haber adquirido tal facultad de Richard.

—Vale. —Me retiró y me sostuvo por las manos—. Déjame a mí dirigir y tomémonos todo esto con calma. Todos tenemos que empezar en algún momento... Paso a la derecha, y luego a la izquierda.

Empezó a añadir más instrucciones: un paso doble, un giro, un paso atrás, y antes de que me diera cuenta, bailábamos el vals sobre el suelo húmedo.
Intenté no mirarla a los ojos, actuar como si estuviera demasiado concentrada en seguir sus órdenes, pero hacía que fuera tan fácil que no pude evitar estudiarlo.

—Por lo menos aprendes rápido. —Sonrió—. Paso a la derecha.

—Supongo que me lo debo tomar como un cumplido... E imagino que hay una lavandería en el yate.

—¿Para qué?

—¿Para poner a secar la ropa cuando acabemos? —Me reí cuando me giró y me atrapó contra su pecho.

—El barco todavía no está amueblado por completo, pero será de lo primero que me ocupe pensando en nuestro futuro.

«¿Nuestro futuro?».

—Entonces, sinceramente, crees que tú y yo...

—¿Estás analizándonos? No te he dicho algo al respecto.

—Vale —murmuré, y miré a un lado.

La ciudad no era más que una mera mancha en la distancia, y navegábamos hacia mar abierto, donde la niebla era más espesa y la lluvia, más intensa. Mientras la bruma flotaba inundando el barco, me di cuenta de que la canción original había terminado y otra melodía, mucho más lenta y de arpa, llenaba mis oídos.
Di demasiados pasos a la izquierda y me tropecé con mis propios pies, pero Daniela se abalanzó sobre mí, atrapándome e impidiendo que cayera al suelo.

—Supongo que tampoco posees sentido de la orientación. —Sonrió mientras me levantaba—. Sin embargo, te mueves bien. —Me empujó contra la barandilla y bajó la cabeza hacia la mía, manteniendo mi cuerpo atrapado entre sus brazos.

Cerré los ojos al notar que deslizaba la lengua contra mis labios y me los separaba con suavidad. Gemí mientras pasaba los dedos por su pelo mojado, al tiempo que la besaba de nuevo como si no hubiera un mañana.

Se separó un instante para quitarme el jersey por encima de la cabeza, pero al instante volvió a apoderarse de mis labios.

—¿Has follado alguna vez bajo la lluvia? —susurró mientras empezaba a desgarrar los botones de la camisa empapada.

—No... —Me estremecí cuando el aire frío acarició mi piel desnuda.

—¿Estás segura?

Asentí moviendo la cabeza.

—Yo tampoco..., hasta ahora.

Jadeé y me zafé de sus brazos, ignorando la mirada que me dirigía.
—¿Me tomas el pelo? ¿Es que no sientes ningún respeto por la privacidad? ¿Ninguno?
Me acerqué a la barandilla para ponerme fuera de su alcance.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora