Capítulo 39.

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Abrí los ojos y me di cuenta de que estaba tendida en el capó del coche. El calor era inusual y corría una brisa suave.

Me volví y vi que Daniela me sonreía.
—¿Has descansado lo suficiente? —Se inclinó y me besó en la mejilla.

—¿Cuánto tiempo he dormido?

—No mucho.

—Ah... ¿Hay alguna razón para que estemos tumbadas en el capó del coche?

—Se me ocurrió que no podrías apreciar plenamente la vista desde el asiento.

Volví la cabeza y vi que estábamos en un claro, frente al mar. Habíamos aparcado en el borde de un embarcadero privado, junto a una colina cubierta de hierba lo suficientemente baja como para sentir las gotas del agua en la cara.

Detrás de nosotros, estaba la línea de la costa, con una hilera de casitas de madera, aisladas por los árboles y la vegetación.

«¿Dónde estamos? Jamás había visto este lugar...».

—Cuéntame algo que no sepa de ti. —Se me acercó y me cogió la mano.

—Creo que podría sentirme atraída por ti...

—Algo que no sepa —insistió con una sonrisa—. Eso lo supe el día que nos conocimos.

—Eres una creída... Quería ser actriz cuando era niña.

—¿En serio?

—Sí. Participé en todas las funciones del instituto y me apunté a clubes de teatro. Tenía claro que iba a ser actriz... Incluso mis compañeros de clase me votaron para el título «Es muy probable que llegue a ser famosa» en el anuario.

—¿Por qué no lo intentaste cuando fuiste a la universidad?

Los abalorios del collar me resultaron muy pesados de repente, y me dolió el corazón. Noté que me subía un nudo por la garganta, pero lo tragué como pude.

—Es que... —No podía hablar de eso. Ni hoy ni nunca—. Sencillamente, no puse el corazón en ello... Dime algo que no sepa sobre ti.

—Era gordita.

Me eché a reír.
—¡No te creo!

—Es cierto. No sé cómo era posible, dado que pasé hambrienta la mitad de mi infancia, pero estaba gordita hasta que llegué a la universidad. Entonces, no me quedó otra que cambiar.

—¿Por qué?

Me puso el brazo sobre los hombros.
—Porque necesité tener tres trabajos; las horas que hacía en un tren de lavado de coches y en una cafetería no me cubrían... En el único sitio en que había trabajo me aseguraron que me contratarían si bajaba de peso y me ponía en forma.

—¿Para qué tipo de trabajo fue necesario que perdieras kilos?

—Uno en el que pagaban muy bien, con un montón de mujeres desesperadas.

—¿Te vendiste por dinero?

Se rio.
—No, solo bailé.

No dije nada. Solo sonreí.

—Cuéntame otra cosa, María Jose.

—Mmm... —Hice una pausa—. Mi sueño... Cuando deje Industries Calle y monte la empresa de diseño, es navegar por el mundo en un yate de lujo. Quiero alquilar uno durante un año entero y atracar en todos los puertos que pueda.

—¿Sola?

—Con mis amigas.

—Bien puntualizado. —Sonrió.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora