Capítulo 37.

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Sentí que María José me acariciaba el pecho y bajé el móvil.

—¿Qué hora es? —murmuró.

—Las nueve y cuarto. ¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo?

—No. Estoy bien. —Se bajó de mi regazo—. Puedes llevarme a casa.

«Lo dudo mucho...».

—¿Cómo sueles evadirte cuando estás como ahora? ¿Qué hace que te sientas mejor?

—Miro cosas de decoración en Home Depot... O, últimamente, follar contigo.

Me reí.
—¿Miras cosas de decoración en Home Depot? ¿Por qué?

—No puedo explicarlo. Es entrar en esa tienda y... todos mis problemas desaparecen por un tiempo. Me pierdo en muestras de pintura, azulejos, accesorios para el cuarto de baño... Es todo.

—¿Te gustaría ir allí ahora?

—Han cerrado a las nueve... —Frunció el ceño.

—No he preguntado eso.

—Sí... Sí fuera posible, sería el momento perfecto para ir allí. Cogí el móvil.

—Hola, ¿Andrew? Necesito que me hagas un favor.

-

—El encargado ha dicho que dispones de dos horas, y que quiere que todos los artículos que elijas sean escaneados en la caja uno. Quiere que le regales una sTablet el día que salga y... —Mañana te enviará la factura. — Andrew escribió algunas cosas en la tablet y consiguió que se abrieran las puertas de Home Depot.

María José me miró sonriente mientras entraba en la tienda y me dejaba sola con Andrew.

—Bueno, en serio... —dijo Andrew cuando ella no podía oírnos—. ¿No tiene alguna amiga que esté tan buena como ella? Yo también necesito a alguien, ¿sabes?

—Mírate. Pensaba que ayer tenías una cita. ¿Qué pasó?

—Era una cabeza hueca. Solo sabía del tipo de ropa que le gustaría ponerse si fuera a una fiesta de la jet de Los Ángeles. Luego, ya de vuelta, follamos en el coche, y fue una pasada, pero no creo que pueda soportar otra cena con ella. Me resultó un coñazo.

—Estoy segura de que mañana saldrás con otra. ¿Qué ha pasado con la cuenta de Sorrento?

—Ya he terminado con ella. Pero no gracias a ti. —Se rio—. Ahora mismo poseemos el mejor sistema de seguridad que puedas imaginar. Han pasado ya tres días y todavía no he podido entrar en él. Es una buena señal.

—Me alegro de saberlo. ¿Podrías desactivar todas las cámaras de la tienda?

—Me he adelantado a tus deseos... —Me dio una palmada en el hombro antes de retroceder—. La próxima vez que quieras sacarme de casa cuando esté viendo mi programa favorito, solo para que te facilite la entrada en una ferretería cerrada, no dudes en comunicármelo.

Me acerqué hasta el punto donde había visto desaparecer a María José y la vi en el pasillo de ventiladores.

—Muchas gracias. —Nuestros ojos se encontraron—. Me gustaría comprar algunas cosas y me he dejado la cartera en casa, así que te lo pagaré...

—Coge lo que quieras. Ya sabes que no tienes que pagarme nada. Sus ojos se iluminaron.

—¿Lo que quiera?

—Sí. —La besé en los labios—. Todo lo que quieras.

—Bueno, en ese caso, podríamos estar aquí bastante tiempo...

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora