Capítulo 68.

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—Hola, María José.

Silencio.

Me miró de arriba abajo con los ojos entrecerrados.
—Estás muy guapa, ¿vas a algún sitio?

—Sí...

—¿A dónde?

—Voy... —Retrocedí un paso—. Tengo una cita...

—¿De verdad?

—Sí...

—¿Estás segura? —Cerró la puerta y avanzó hacia mí.

—Daniela, voy a... —Sentí sus labios contra los míos, sus brazos a mi alrededor.
Murmuré por lo bajo cuando deslizó las manos por debajo del vestido.

—No vas a ninguna parte —susurró contra mi cuello.
Se me doblaron las rodillas y me cogió entre sus brazos antes de que pudiera caerme. Se apoderó de mi boca con la lengua hasta que no pude respirar, y entonces me llevó a mi habitación.
—Sigues siendo mía. —Me arrojó sobre la cama y se movió sobre mí—. Siempre serás mía.

Me besó una y otra vez, haciéndome gemir con las apasionadas caricias que llevaba tantos meses echando de menos.
—Quería decirte que yo también te amo... —Me ahogué cuando sus labios abandonaron los míos—. También te amo...

Me quitó el vestido y se puso a besarme el estómago.
—Entonces, ¿por qué me abandonaste?

—Ahhh... —Sentí que su lengua se perdía entre mis muslos, impidiéndome contestar.

—No deberías haberme dejado. —Se bajó los pantalones en cuanto se los desabrochó, y luego retrocedió para sentarse a horcajadas sobre mí y mirarme a los ojos—. No deberías haberlo hecho. —Frotó su polla contra mí, tomándose su tiempo antes de hundirse en mi interior centímetro a centímetro.

—Por favor...

—¿Por favor qué, María José? ¿Que te dé lo que necesitas aunque no te lo merezcas?

Ni siquiera estaba cerca de conseguirlo; ella estaba jugando con mis pezones, disfrutando de mi frustración.
—Por favor, quiero... —El timbre de la puerta interrumpió mis palabras — que me folles.

—¿No deberías abrir la puerta? —Arqueó la ceja—. Es posible que sea tu cita.

Negué con la cabeza.

—¿Por qué? No está bien que lo hagas esperar.

Antes de que pudiera responder, se hundió profundamente en mi interior y colocó mis piernas alrededor de sus caderas. Me penetró de forma violenta, besándome en los labios para sofocar mis gritos sin apartar los ojos de los míos.

—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó Lucia desde el otro lado de la puerta—. ¡Es Derek!

Daniela sonrió y frenó su ritmo. Retiró mis piernas de su cintura y rodó conmigo hasta que estuve encima de ella.
—Muévete.

Hice lo que me dijo, arqueando las caderas contra ella mientras me inclinaba para besarle los labios. No quería detenerme, pero la puerta se abrió de repente y entró Lucia seguida de Andres.

—Mmm... Derek está abajo...
—Le hemos dicho que espere en la salita.

Abrí mucho los ojos y jadeé. Cogí una manta para taparme mientras miraba a Daniela, pero ella no estaba conmigo. Solo había sido un sueño.

«¡SÓLO UN SUEÑO!».

Noté una opresión en el pecho y se me llenaron los ojos de lágrimas. Me moví sobre la cama y me incorporé, mirando adelante.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora