Capítulo 16.

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—Mira, me has interrumpido en medio de algo muy importante, así que si puedes marcharte ya para que pueda retomar el tema, sería genial. Quizá podamos hablar de lo que pasó el fin de semana en el trabajo, ¿vale? Para que conste, lamento haberte dado plantón.
—Tenía intención de ir, pero...

Me silenció con un beso, y se lo devolví con una pasión que no había sentido antes. Se inclinó para desatarme la bata, que deslizó por mis hombros hasta el suelo.
Sonriendo, se apoderó de nuevo de mi boca con la lengua mientras tiraba con las manos del cordón de los pantalones de chándal.

De repente, sentí una vibración en el bolsillo. Antes de que pudiera meter la mano para apagarla, fue ella quien encontró el bolsillo y sacó a mi amigo de color púrpura.
Lo examinó durante unos segundos, parpadeando. Luego lo sostuvo ante mi cara, sonriendo.

—¿Ha sido esto lo que he interrumpido?
«Han pasado cuatro años... Cuatro-largos-años...».

—¿María José? —Me cogió por la barbilla y me sujetó la cara para que no pudiera mirar hacia otro lado—. ¿Es esto lo que estabas haciendo?

—Yo... —Tragué saliva, y luego pasé al ataque—. Y si así fuera, ¿qué? Una lenta sonrisa muy sexy se extendió por sus labios.

—Entonces, creo que debo terminar lo que has empezado. —Volvió a sellarme la boca y me apretó contra la mesa, haciendo que me resultara difícil respirar.

Nunca me habían besado así, como si estuvieran follándome con la boca. Controlaba mi lengua con la de ella, amoldando sus labios perfectamente llenos a los míos, mordisqueándome la lengua cada vez que trataba de recuperar el aliento.

Noté que me tiraba de los pantalones, sin ningún tipo de cuidado. En cuanto cayeron al suelo, apartó la boca de la mía, me quitó la camiseta por la cabeza y la arrojó al otro lado de la habitación.

—Ven aquí —me dijo mientras me sentaba en la encimera. Hizo que me tumbara boca arriba; los libros de la cocina y las carpetas cayeron al suelo. Se apoyó en mí y hundió las manos en mi pelo mientras me besaba una y otra vez. Mantuvo los ojos clavados en los míos cuando retrocedió con rapidez para desabrocharse los pantalones y sacar un condón.

Jadeé y me senté mientras se lo ponía.
—¿Siempre vas preparada para acostarte con tus empleadas cuando están enfermas? —

Cuando miré por debajo de su cintura, se me abrieron los ojos como platos. Sabía que ella era intersexual, pero no me imaginé que su polla era del doble de tamaño que la de mi ex.

«Oh, Dios...».

—¿Siempre usas los días de asuntos propios para quedarte en casa y masturbarte? —contraatacó con una sonrisa en los labios.

Las mejillas me ardieron al rojo vivo, y estuve a punto de responder, pero me agarró por las caderas y me acercó a ella.

—Rodéame las caderas con las piernas para que pueda follarte —me dijo, mirándome directamente a los ojos.

Me puse rígida. La conciencia comenzó a advertirme al respecto, a susurrarme algo sobre que no era buena idea acostarme con mi jefa, con alguien mucho más joven, pero la ignoré.

Le rodeé la cintura con las piernas e intenté no gritar mientras entraba en mí muy despacio, dilatándome más allá de mis límites y llenándome de una forma que no creía posible.

Noté que crecía más en mi interior, tratando de encajar, y no pude reprimirme más.
—¡Oh..., Dios mío!

—¿Es así como tratas a quienes te invitan a salir? —Ahora estaba completamente dentro, pero no se movía—. ¿Crees que está bien?

Negué con la cabeza, soltando el aire mientras mi cuerpo se acostumbraba a su grosor. Le rodeé el cuello con los brazos para estabilizarme, y ella gimió mientras me besaba el cuello.

Me recorrió la espalda con las manos.
—María José, ¿estás segura de que esto no está bien? —insistió.

No me dio oportunidad de responder; empezó a deslizarse dentro y fuera de mí, y me arrancó un gemido con cada envite, lo que hizo que deseara que no se detuviera nunca.

—No..., no... —Intenté recuperar el aliento.

—¿Estás segura de que no te gusta tenerlos en vilo y que anden detrás de ti? —Marcó el ritmo, embistiendo más y más rápido, agarrándome las caderas para que no pudiera resistirme—. ¿Obligarlos a esperar dos horas?

—Ahhh... —Se me quedó la mente en blanco. Oí que me preguntaba algo..., algo sobre que se encontraba decepcionada, pero yo solo podía concentrarme en lo bien que me sentía.

Cerré los ojos y me entregué a su control, dejándola que me diera un placer que no había disfrutado antes.
Con las manos alrededor de mi cintura, me llevó contra la pared, profundamente enterrada en mi interior.

—No te muevas. —Apretó mi culo contra la pared mientras embestía de forma repetida, haciendo que gritara por el insoportable placer.
Apreté las piernas a su alrededor mientras ella seguía con su ritmo temerario, y le clavé las uñas en la espalda cada vez que se sumergía en mí.

Me cubrió los labios con los suyos para ahogar mis gritos, pero su beso solo me empujó más cerca del éxtasis. Se hundió en mí lo más profundamente que pudo, y mis entrañas estallaron en millones de pedazos. Ya no pude contener los gritos.

Encontró su propia liberación unos segundos después, y las dos nos deslizamos hacia el suelo, jadeando.

Me senté y dejé que la pared me enfriara la espalda. Puse una mueca de dolor cuando se retiró de mi interior, pues estaba tratando de concentrarme en otra cosa, algo diferente a lo que acababa de ocurrir. Intentaba salir a flote.

«No me lo puedo creer... Me acabo de tirar a la directora general».

Me aparté de ella en busca de mi bata, y la apreté alrededor de mi cuerpo. Ignoré las miradas que me dirigía mientras se ponía de pie y se cerraba los pantalones.

Respiré hondo, y luego me levanté también.
—Mmm... —Traté de buscar las palabras—. Necesito darme una ducha, y tú tienes una reunión, así que...

—¿Estás echándome?

—Sí. —Me acerqué a la mesa y me aseguré de que el maletín estuviera cerrado antes de recogerlo—. Ten. La propuesta que he elegido es la número dieciocho. Que tengas un buen día.

Se inclinó para besarme, pero retrocedí un paso.

—Nos vemos mañana, señorita Daniela.
Se rio.

—Hasta mañana, María José.

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora