Capítulo 73.

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POCHÉ

Mi reflejo me mentía. De nuevo.
Me mostraba a una mujer feliz con los labios pintados de color rojo brillante y los párpados cubiertos de sombra de ojos bronce, una mujer que parecía controlar su vida, no una mujer rota con el corazón quebrado que se había pasado todas las noches de la semana llorando y sin poder dormir.

«Puedes hacerlo... Puedes hacerlo...».

Volví a cerrar el tubo de rímel y lo metí en el neceser. Me aparté del espejo para girar sobre mí misma mirando el vestido; se trataba del vestido color nude que había elegido Daniela hacía unos meses, el que debería haber lucido en el baile para celebrar la salida a bolsa de la empresa.
Esperaba que, al usarlo esta noche, fuera consciente de mi existencia.
Desde el día que había subido a su habitación, unas noches atrás, se había esforzado en evitarme; Steffany y ella no se habían sentado cerca para desayunar; se suponía que debía entregarle a Derek un premio dos noches antes, pero se disculpó con una emergencia y grabó un vídeo para los presentes.

La vi algunas veces por los pasillos, aunque cada vez que me aproximaba a ella, tratando de llamar su atención, los guardias de seguridad me impedían acercarme demasiado.

—Es nuestra última noche aquí, cariño. Damien entró en la habitación y me sonrió.
—Ya veo que has reservado el mejor vestido para la ocasión.

«Odio que me llamen "cariño". ¿Por qué no se lo he dicho?».

—¿Es obligatorio que nos quedemos todo el banquete? —pregunté. Sabía que Daniela iba a recibir un premio, y aunque quería que me viera, en el fondo sabía que no lo iba a hacer. No iba a quedarme sentada y sufrir mientras todo el mundo le hacía la rosca.

—Claro que no. Podemos marcharnos justo después de los discursos. «Genial...».
Me cogió de la mano y salimos de la habitación hacia el ascensor. —¿Te has divertido esta semana? —Derek apretó el botón.

—Sí.

—Bueno, si ya no estás con... —El ruidoso silbido de los ascensores lo interrumpió.

—¿Qué estabas diciendo?

Al entrar en el ascensor vi que dentro estaban Daniela y Steffany muy juntas.
Daniela clavó los ojos en mi vestido, y, si no me equivocaba, maldijo por lo bajo.

—Estaba diciendo que, si quieres, podemos ir a otro resort el próximo fin de semana. Te prometo que apagaré el móvil y concentraré mi atención en ti. —Me puso un brazo en la cintura—. Y ya no estarías con... Ya sabes... ¿Te apetece?

—Mmm... —Sentí el calor de la mirada de Daniela en la espalda—, lo pensaré.

—Bien, pues piensa rápido. Es un sitio maravilloso y hay muchas actividades acuáticas. Además, es muy privado.

—Lo privado es, definitivamente, lo que más le va —murmuró Daniela. Derek no debió de oírla, porque siguió hablando.

—Hay un claro precioso en la montaña al que me gustaría llevarte. Podríamos pasar allí el día. También hay un loft muy cerca.

—Daniela, quieta —susurró Steffany, y me pregunté de qué estaban hablando.

—Suena tentador —dije cuando se abrieron las puertas del ascensor. Derek me hizo un gesto para que saliera primero, y luego se volvió hacia Daniela.

—Felicidades, Daniela. Realmente te mereces el premio a «La mejor innovación tecnológica del año». Recuerda bien ese cumplido, porque sabes que, en cuanto termine el congreso, volveré a odiarte.

Daniela sonrió.
—Gracias, Derek. Ya somos dos.

Me quedé sentada en la mesa de la cena, sin tocar la comida, demasiado dolida para comer nada. Daniela estaba sentada frente a mí y no me había mirado ni una sola vez.
Cada vez que ella cogía algo de la mesa —la mantequilla, la cesta del pan, la pimienta— le preguntaba si podía pasármela, pero era Steffany la que me entregaba lo que fuera con un «Por supuesto que sí».

MI JEFA | PT1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora